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A ti (no) te quería encontrar

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Blurb

Dicen que cuando un Cavanagh se enamora, no hay marcha atrás. Pero ¿puede alguien enamorarse en tan sólo dos semanas? Para Logan Cavanagh eso no parece posible.

Tras un encuentro extraño y una mentira muy grande, Logan se ve obligado a fingir que Ginny, una total desconocida, es su novia; todo con tal cerrar un trato comercial muy importante. Sin embargo, sólo es una noche, después de eso no tiene planes de verla. El problema es que aquello no sucede y le pide que en dos semanas vuelvan a reunirse para engañar a sus socios otra vez.

Ginny es una chica misteriosa, traviesa y muy alegre, que ve una oportunidad única de tener una aventura, así que acepta. Sólo hay una regla: no se enamorará de ella.

Y Logan, claro está, acepta; pues esa mujer no puede ser más contraria a él.

¿Podrá cumplir esa promesa después de todo lo que vivirán juntos? ¿Qué pasará cuando Ginny se vaya para siempre?

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Te cruzaste en mi camino.
—Señor Cavanagh, lo siento, esto no parece tener arreglo. —Llámame otro auto —pedí. Saqué mi teléfono y miré la hora con apuro—. Que se dé prisa o no llegaré a la reunión. Maldita sea la hora en la que el auto se averió en medio de una de las avenidas más transitadas de Tokio justo el día que tenía la primera reunión con los japoneses. Lo único que me daba consuelo era que el hotel no estaba muy lejos, así que el auto no debería tardar. Así fue, sólo unos minutos después un nuevo coche a mi servicio llegó, pero el chofer no sabía hablar inglés y, aunque mi primer chofer le explicó a dónde llevarme mientras él esperaba la grúa, no tuve mucha confianza y decidí hacer yo mismo el trabajo para que no hubiera más errores. Además, no podría lidiar mucho tiempo más con esa incompetencia. Me aventuré en una ciudad que no conocía sólo guiado por el GPS y mi gran capacidad de salir adelante en las situaciones de crisis, ¿qué podría salir mal? Tokio era una ciudad con un tráfico horrible. Pero sus ciudadanos no toleraban la impuntualidad, así que debía darme prisa. Una primera impresión antes de adueñarme de su empresa era cosa importante. Iba mirando la pantalla del tablero del auto y estoy seguro de que tenía el semáforo en verde, el paso era para mí, pero cuando alcé la mirada tuve que frenar de golpe. Aunque no lo hice a tiempo porque atropellé a una chica. —Mierda —mascullé—. Lo que me faltaba. Iba a llegar tarde. Aunque evidentemente también estaba preocupado por la chica; me bajé con gran rapidez para auxiliarla. La chica estaba en el suelo, no había heridas visibles y tenía los ojos abiertos; al menos eso me relajó. Me incliné sobre ella, pero no la toqué para no perjudicarla. —Lo siento mucho, ¿estás bien? Lo primero que noté fue que la chica no era japonesa. Comenzó a incorporarse y la ayudé a sentarse en el piso; lucía confundida, adolorida y se tocaba su hombro, quizá al caer se lo había lastimado. —Espera, no te muevas —sugerí—. Llamaré a una ambulancia. —No iré al hospital —negó de inmediato—. Ayúdame a ponerme de pie. Tomé su mano y la ayudé a levantarse, pero se tambaleó en el acto y tuve que apoyarla sobre mi cuerpo. —Definitivamente irás al hospital —ordené. Comencé a caminar con ella hacia mi auto y abrí la puerta de atrás para que entrara, pero esa inconsciente mujer continuó negándose a entrar. —No iré al hospital —repitió. No le respondí porque no era nada lógico lo que decía; la obligué a entrar al auto sin decirle otra cosa, ya que no iba a discutir con ella y perder más el tiempo. Quizá si nos dábamos prisa, llegaría a mi reunión. Entré al auto, puse los seguros a la puerta para que no escapara, y luego me di cuenta de que no sabía dónde estaba el hospital en esa ciudad. Maldita sea, todo estaba saliendo mal ese día y comenzaba a llegar al límite de mi paciencia. — ¿Sabes hablar japonés? Necesito ponerlo en el GPS. —Nop. —Ella ya estaba mucho más despierta, movía constantemente la manija de la puerta para intentar salir—. Llamaré a la policía si no me sueltas. —Te llevaré al hospital —informé. Usé el traductor del teléfono para ponerlo en el GPS y así empezar a conducir—. Me haré cargo de los gastos, no te preocupes. —No me preocupo —dijo. Se pasó por en medio de los asientos delanteros para llegar al frente y sentarse en el asiente del copilo y, una vez ahí, presionó el botón de los seguros una y otra vez mientras yo volvía a ponerlos las mismas veces. —Anda, pues. Salta del auto, no pienso detenerme —dije, harto del juego del seguro y pisando más el acelerador—. Al menos así no te quedará de otra que ir al hospital. Ya me dirás qué se siente actuar de forma tan estúpida luego de pedirme perdón por ser una niña. La chica suspiró con pesadez. —Es evidente que no te caigo bien… — ¿Qué te hizo llegar a esa conclusión? ¿Mi expresión cansada o mi tono de voz molesto? —El hecho de que me atropellaste. —No te atropellé —dije con los dientes apretados—. Tú saltaste al camino de forma imprudente. —Claro, como digas. Ya me siento bien ¿Me puedes llevar a mi casa? —La miré sin entender su total confianza hacia mí, un completo desconocido—. ¿Qué? Podría sentirme mal de camino a casa. Es tu culpa después de todo, tú me atropellaste —insistió de forma molesta. —Tú te cruzaste en mi camino —reiteré enojado. Elevó las manos de forma inocente; y me cansé, si ya se sentía tan bien como decía, pues yo no tenía por qué perder mi reunión por su culpa. Así que cambié el GPS a la última dirección y conduje a mayor velocidad—. Está bien, te llevaré a tu casa. Después de una pequeña parada. —Por mí está bien —respondió. Seguía desconcertado por su total falta de desconfianza hacia mí, y comencé a pensar que quizá yo debería desconfiar de ella. Se mantuvo callada por dos minutos, lo conté. — ¿No quieres saber cómo me llamo? —No. —Bueno, ¿cómo te llamas tú? —preguntó curiosa. No le respondí, me concentré en manejar y meterme entre los autos para llegar lo más rápido posible. El reloj era mi peor enemigo y me ponía más ansioso que la chica no dejara de mirarme. Adrede, obviamente. Por fin llegamos al restaurante donde me reuniría con mis futuros socios, apagué el auto y miré a la chica que desafortunadamente había encontrado. —Tengo que ir dentro, mandaré a alguien para que te recoja y te lleve a tu casa. Quédate aquí. —La miré a los ojos para que viera que no estaba jugando—. En serio, quédate aquí. Pero los seguros del auto se activaron cuando intenté abrir la puerta, los quité con rapidez y se volvieron a activar. Lentamente, y conteniendo toda mi frustración con la desconocida, la miré en busca de una explicación, porque no iba a jugar ese infantil y estúpido juego. — ¿Qué rayos haces? —Encerrarte aquí conmigo. — ¿Puedes dejar de hacer eso? Por favor. —No me dijiste tu nombre —dijo con una enorme sonrisa, como si no fuera desesperante lo que había hecho—. Dímelo y te dejaré salir. Odiaba que alguien más se saliera con la suya, pero tampoco podía perder más mi tiempo. Respiré y apreté mis labios antes de contestar. —Logan Cavanagh. La chica quitó los seguros del auto y sonrió; no perdí un segundo más en bajarme del coche y entrar al restaurante. Subí por las escaleras hasta la entrada, sabía que nuestra mesa era en un lugar reservado y ya me estaban esperando los japoneses. Los tres hombres se pusieron de pie al verme llegar. —Una disculpa por la tardanza —les pedí una vez que saludé a cada uno—, tuve un pequeño accidente. —No se preocupe, señor Cavanagh. —Haré una llamada muy rápida y en un segundo estaré de vuelta con ustedes, caballeros. —No hace falta que lo hagas, Logan —dijo una voz muy diferente. A mi espalda estaba la chica a la que había atropellado y caminaba hacia mí con mucha seguridad; no entendí nada—. Siento mucho llegar tarde, cariño. ¿Qué dijo? ¿Ella me había llamado «cariño»? No pude decir nada, las personas a las que les quería comprar su empresa me miraron con curiosidad cuando la desconocida puso su brazo detrás de mí y me sonrió con un afecto fingido. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Decirles que la atropellé y que estaba actuando como loca y a la vez quedar como un niño que se involucra en una situación estúpida sin saberlo? ¿O sacarla a rastras de ahí y parecer un maldito cabrón? — ¿No me vas a presentar, mi cielo? —me presionó ella. Y, además, me miró con una sonrisa que era la del diablo mismo. No sabía cómo se llamaba y todos me miraban en busca de una respuesta. —Les presento a… Lily —Caí en el juego. La supuesta Lily sonrió más cuando la presenté, pero estoy seguro de que se reía de mí internamente. Y luego ella… empezó a hablar un japonés fluido y saludar a los hombres con los que quería hacer negocios. Ah, vaya…, qué chica inteligente. La odié. Quería sacarla del lugar cuando antes, pero estaba haciendo que los japoneses se rieran tanto que incluso sacaron la silla para ella y le pidieron que se sentara, al menos eso creo, porque no entendí nada de la conversación. Estaba muy enojado porque esa imprudente joven me estaba haciendo quedar como un imbécil. Lo único que agradecí un poco, fue que “Lily” no iba tan mal vestida para mi reunión de trabajo; llevaba un vestido sencillo, estaba maquillada y traía el cabello rubio bien peinado en ondas a los lados, no era como si hubiera ido preparada para esa reunión, pero servía. La observé por primera vez con mayor detenimiento y me di cuenta de que era bastante hermosa, cada aspecto lo resaltaba con su manera de vestir o arreglarse; su rostro era redondo, sus mejillas muy rosadas, tenía una nariz pequeña y los ojos de color gris con largas, largas pestañas, sus labios bien pintados y simétricos. Bien decían que el diablo era hermoso. Pues Lily lo era. —Retomemos la conversación en inglés, por favor —pidió ella—. A Logan le encanta hablar conmigo, ¿no es así, mi amor? —Claro, no hay nada que me guste más. Hice una mueca que logré pasar como sonrisa y bebí un trago mientras ella llevaba de nuevo la conversación por donde le daba su tremenda gana. Deseé atragantarme con la bebida ahí mismo para no tener que soportar aquella humillación. En toda la cena intenté hablar con los japoneses sobre los planes que tenía, sobre el trabajo que me había costado noches en vela y dinero invertido; pero tanto ellos como la inestable chica que tuve la desgracia de atropellar, evadían el tema y siempre terminaban hablando de otra cosa que no iba al caso. Estaba desesperado y muy enojado, había caído en un juego de niños y no sabía cómo salir de él. Estaba a punto de tomar a mi supuesta novia e irnos de ahí, ya haría otra reunión con los japoneses, cuando ella dijo: —Mi amor, ¿por qué tan callado? —La miré con gran desprecio—. Creí que querías hablar con los señores. Vamos, no seas tímido. Por supuesto que no era tímido, sabía llevar mis asuntos con gran capacidad y no iba a dejar que una completa desconocida me arruinara los planes en los que había trabajado tanto. —Gracias, Lily —dije de forma tensa—. Verán, creo que ya saben a lo que he venido —comencé—. No quiero faltarles al respeto, pero todos sabemos que su aerolínea está en crisis. Y SkyAir puede ayudar a que no desaparezca del todo, podemos absorber su aerolínea y sacarla a flote. —Señor Cavanagh… ¿se da cuenta de lo que nos está pidiendo? —preguntó el señor Takahashi; señaló a sus amigos y socios sentados a su lado y luego a él mismo—. Nosotros tres hemos trabajado tanto en esta empresa, y nuestras familias antes que nosotros. —No sólo es una empresa, señor Cavanagh —agregó el señor Watanabe—, es una familia. Tenemos objetivos y metas muy claras para lo que queremos. Usted lo que quiere es que le demos la aerolínea y no sólo se trata de firmar papeles, es mucho más para nosotros. —Entiendo a lo que se refieren, lo juro. —Ya los había investigado y tenía a su empresa en la mira desde hacía mucho tiempo atrás como para dejarla ir tan rápido—. SkyAir comparte su misión y visión. Somos una gran compañía, pero también somos una gran familia. Yo trabajo de la mano con mi padre, ustedes ya lo conocen, y juntos dirigimos la empresa, y mi abuelo y bisabuelo antes de nosotros. Debo admitir que mis hermanas están muy alejadas de la dirección, por gusto propio, claro, y mi hermano mayor sólo acude a la junta directiva cuando es necesario o cuando hay alguna buena fiesta, pero entiendo de lo que hablan. El equipo, la familia es muy importante. “Lily” me miraba con atención y con los ojos entrecerrados, pero la ignoré y me concentré en los hombres que pensaban seriamente mis palabras. —Pero… —continué para rematar el asunto— también sé de números, conozco la realidad de lo difícil que es sacar a flote una empresa de tal magnitud, mucho más si está en crisis. SkyAir quiere su compañía, podemos sacarla de números rojos. —Los japoneses no estaban convencidos aún—. ¿Qué sería mejor, señores? ¿Despedir a cientos de empleados para intentar sobrellevar la crisis un par de meses más o irse a la quiebra y despedir a todos con una liquidación injusta por falta de recursos? SkyAir es la tercera opción, y les prometo que la familia seguirá intacta. —Debemos pensarlo, señor Cavanagh —dijo finalmente el señor Watanabe—. Una decisión así no podemos tomarla a la ligera, usted debe entender. —Por supuesto, entiendo. Estaré aquí el resto de la semana. —Esperamos que asista a la celebración de los cincuenta años de la empresa. —No me lo perdería, claro. —Me levanté cuando ellos lo hicieron—. La invitación llegó hasta mi padre, pero vine en su nombre. Espero no sea un inconveniente. —De ninguna manera. Salude a su padre de nuestra parte. —A usted también esperamos verla mañana, señorita Lily —le dijo el señor Takahashi a mi presunta novia, incluso le besó el dorso de la mano—. Fue un placer conocerla. —El placer fue mío. Ahí estaré mañana, muchas gracias —sonrió. No, claro que ella no estaría en esa fiesta. Aunque sólo fingí estar pasándola muy bien al ver cuánto apreciaban a mi novia. Ah, sí, tan tentadora como saltar de un avión sin paracaídas. Nos despedimos de los japoneses como si nada pasara y cuando se fueron (y fue seguro hablar sin mentiras) miré a Lily con mucho enojo. — ¿Se puede saber qué está mal contigo? —Eres un hombre despiadado —dijo al mismo tiempo que yo. —Déjame anotarlo en la lista que cosas que no me importan. —No me interesaba su opinión sobre mí, ella estaba completamente loca—. ¿Qué te hizo decir que eras mi novia? Te dije que mandaría a que alguien te llevara a casa ¿Por qué no esperaste en el auto como te ordené? —Uno, porque tú no me ordenas. —Se sentó de nuevo a la mesa y comenzó a comer lo que le restaba de postre—. Dos, no me gusta desperdiciar ni un minuto de mi vida, y esperar en ese auto no sonaba muy provechoso. Y tres… mentí porque es divertido. — ¿Qué? —Sí, mira… —Se volvió a poner de pie y aprovechó a arreglar mi corbata como si tuviera algún derecho de hacerlo—. Siempre hay películas donde los protagonistas fingen ser novios, y siempre he pensado que esas cosas no pasan en la vida real y que deben ser muy divertidas, así que vi la oportunidad y pensé ¿Por qué no? Así que sólo lo dije. Y salió muy bien ¿No lo crees? Esas personas me amaron. —No eres mi novia —afirmé. —No quiero serlo, no te preocupes. —Me miró de arriba a abajo y eso me extrañó aún más, incluso me ofendió. No estaba acostumbrado a ser evaluado de forma negativa—. Oye, no me malinterpretes. Eres muy guapo, pero es obvio que eres un adicto al trabajo y no me agrada. Ella no tenía ningún derecho a juzgarme porque era evidente que todas sus acciones y decisiones no tenían ningún sentido. —Por cierto… —volvió a estresarme con su molesta voz—, esos hombres no te darán su compañía. —Ah, ¿no? ¿Y cómo es que lo sabes? —me burlé—. ¿También eres una exitosa empresaria en tu país y te conocen a nivel internacional? Vaya, mira qué cosas de la vida. Ni se inmutó por mi sarcasmo. —Porque no creyeron en tu discurso de la familia —se jactó—. Soy diseñadora y conozco de publicidad, conozco a las personas y puedo entenderlas. Y ellos… no te darán su compañía a menos que crean en ti. —Te llevaré a tu casa y no volverás a aparecer en mi vida —dije, ignorando todo lo demás que había salido de su boca—. Mañana les diré que estás enferma y que no pudiste ir a la celebración, te sientes tan mal que es posible que te quedes en cama la semana entera. Muy probablemente te hizo daño la comida donde NADIE te invitó. —Eso no sería muy bueno para el negocio que quieres cerrar. Me reí abiertamente. —He comprado muchas compañías, soy bueno en lo que hago y sé lo que estoy haciendo. Conseguiré su aerolínea en poco tiempo. —No lo harás, ya te lo dije. Ésos hombres quieren ver que de verdad te interesas en sus empleados, que no sólo tienes ojos para el trabajo. —Sonrió un poco más—. Quieren ver que eres una persona y qué tienes una novia hermosa por la cual preocuparte. —No te llevaré a la celebración —aseguré. —Ya lo veremos. Y todavía tuvo el descaro de seguir sonriendo.

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