Entré a su habitación apoyada en él, luego me ayudó a sentarme sobre la cama. Justo en ese momento nos miramos fijamente a los ojos, era como si ya nos conocíamos de toda la vida.
Ambos estábamos consientes de lo que queríamos, había sido una atracción a primera vista. Sin más esperar se fue acercando a mi despacio, yo temblaba de los nervios y del deseo que tenía de sentir su boca.
Ese aroma de su perfume me estremecía, poco a poco abrí mis labios, estaba ansiosa de sentir sus besos. Hasta que tocó mis labios con los suyos, fue todo tan tierno y suave. Cerré mis ojos y sentí su beso húmedo y profundo dentro de mi boca.
Nos dejamos llevar por esa calentura que nos tenía locos y ansiosos de poder estar juntos por primera vez.
(…)
Al cabo de una hora de sexo y besos interminables, ambos estábamos acostados mirando el techo sin decir una sola palabra, todo había sucedido tan rápido, que no nos dimos cuenta de nada. Solo sentimos nuestros cuerpos convertirse en uno solo y la verdad es que nos gustó lo que vivimos en ese momento.
Así sin darnos cuenta nos quedamos dormidos hasta el día siguiente que me despertó besando todo mi cuerpo y galopando nuevamente dentro de mi.
—Eres maravillosa Ana Paula, me tienes extasiado de ti, eres como una droga que me hace querer más y más.
—A mi me pasa lo mismo, jamás había sentido esto con nadie, te lo juro.
Él se acercó aún más a mi de lo que estaba, acarició mi cabello mientras me preguntaba:
—¿Tienes a alguien en tu vida?
—Bueno… la verdad es que te iba a decir que….
En ese momento fui interrumpida por el sonido de mi celular, era una de mis amigas que llamaba porque estaba preocupada por mi, no tuve otra alternativa que atender inmediatamente:
—Hola
—Ana Paula, ¿Dónde estás metida? Tu madre te ha llamado un montón de veces y dice que no se puede comunicar a tu celular. Además recuerda que debemos salir dentro de un par de horas a Ciudad de México.
—¿Ah si? Tranquila, todo está de maravilla, yo me comunicaré con ella y no te preocupes ya voy a la habitación. —colgué la llamada y le dije a Luis José:
—Lo siento, pero debo irme, mis amigas me están esperando para regresar a Ciudad de México, y mi madre está atacada porque no ha podido hablar conmigo.
—¿Pero te vas a ir así nada más? Sin darme aunque sea tu número de celular.
—Sí, tienes razón, toma esta es una tarjeta personal, allí tienes mis números de contacto y el del bufete, así que puedes llamarme cuando quieras.
Ana Paula se levantó a toda prisa, tratando de no afincar el pie lastimado, se vistió lo más rápido que pudo mientras Luis José hacía lo mismo, ya que debía reunirse también con sus colegas.
No detalló la tarjeta que ella le había dado, solo la guardó dentro de su chaqueta, cuando estaban a punto de salir de la habitación ambos se miraron y se tomaron de las manos mientras él le decía:
—Quiero que sepas que pase lo que pase, esto que me pasó contigo este fin de semana, es lo más maravilloso que me ha podido pasar en la vida. Tú me has hecho darme cuenta de muchas cosas que antes no veía y te prometo que te llamaré para que volvamos a vernos.
—Esto también fue muy importante para mi, es la primera vez que hago el amor con un desconocido, pero es que no se que me pasó contigo, al verte fue como amor a primera vista….esto ha sido una locura, pero no me arrepiento.
—Y no me respondiste si hay alguien en tu vida.
—Hablaremos de eso en otro momento, ya debo irme y si no me reporto con mi madre, es capaz de mandar a buscarme con el FBI.
—Bueno esta ben, ve tranquila, yo también debo regresar a México, a penas llegue te llamo.
Me besó de nuevo, ese fue el beso de despedida, fue profundo y largo, hasta que tuve que separarlo de mi o de lo contrario íbamos a terminar de nuevo en la cama. Salí de la habitación cojeando, aún me dolía la planta del pie. Me fui con una sensación de alegría y dolor al mismo tiempo, porque no sabía si de verdad iba a volver a verlo, además me esperaba mi prometido que también me había llamado y no había querido contestar ninguna de sus llamadas.
(…)
El trayecto del viaje de regreso a casa, fue para mi eterno, iba pensando en todo el camino en Luis José, no podía creer aún que me le había entregado, estaba nerviosa porque no sabía cómo iba a mirar a la cara a Nelson mi prometido después de esto. Es que ya no sabía ni que sentía por él.
Ya estaba llegando a casa, el chofer de papá me había ido a buscar al aeropuerto, durante el trayecto en auto no dije una sola palabra, mis pensamientos estaban anclados en él. Pero de pronto recordé que no le había pedido su número de teléfono, eso me hizo pegar un brinco sobre el asiento que hizo que Jaime, el viejo chofer me preguntara extrañado:
—¿Le pasa algo señorita Ana Paula?
—No, no es nada, solo que olvidé algo.
—¿Pero puedo ayudarla?
—No Jaime, nadie puede ayudarme con esto.
Me tumbé en el asiento, mientras mantenía la mirada fija en el paisaje, preguntándome mentalmente:
“¿Pero cómo se me pudo olvidar pedirle el número de su celular? ¿Y si no me llama? ¡Ay no! Pero qué tonta he sido.”
(…)
Ya había llegado a casa, Jaime estacionó el auto en el garaje, luego me ayudó a bajar el equipaje, cuando abrí la puerta para entrar me encontré con una fiesta sorpresa de cumpleaños, pero lo más sorprendente, fue ver a mi hermana Abril después de un año sin saber de ella.
Al verme se acercó a mi extendiendo sus brazos para abrazarme mientras decía:
—¡Sorpresa!
—Abril, hermana, pero que lindo verte después de tanto tiempo.
—Feliz cumpleaños Ana Paula, yo también estoy feliz de verte.
—¿Pero y qué haces aquí? ¿Y tu esposo dónde está? No me digas que ya lo abandonaste y regresas a casa.
—Jajajaja no, nada de eso, estoy más enamorada que nunca de mi marido, ya lo vas a conocer, viene directo del aeropuerto.
—Que alegría Abril, al fin vamos a conocer a tu esposo.
Justo en ese momento todos los presentes se acercaron a saludarme, pero mi madre fue la primera en decirme:
—Ana Paula, mi amor, pero ¿En donde estabas metida? Te llamé un montón de veces para saber a qué hora llegarías porque te teníamos esta fiesta sorpresa y tú nada que contestabas el celular. ¿Pero qué te pasó en el pie? ¿Por qué lo traes vendado?
Esa fue la excusa perfecta para justificar el no responder el teléfono y así hacer que mi madre no siguiera insistiendo en lo mismo. Al contarle mi accidente en la playa, se compadeció de mi y no le dio importancia a que no le había respondido las llamadas.
Claro, no le conté todo lo demás que había pasado con mi salvador desconocido.
(…)