Caminamos durante unos treinta minutos. La oscuridad nos había retrasado, y habíamos perdido tres linternas en el camino. Solo nos quedaban dos, y avanzábamos con dificultad. Ya podía ver la cascada a lo lejos. Estábamos cerca. Al llegar, los chicos se desplomaron en el suelo, exhaustos. —No puedo más —dijo Alexis. —Yo tampoco —coincidió Harry. —Será mejor que descanses, Harry —le dije mientras me acercaba. Éramos muy pocos y ellos, demasiados. Miré mi reloj… las seis, pronto comenzaría a amanecer. —Dormid un poco —ordené. Necesitaban conservar toda la energía posible para lo que nos esperaba. No podíamos cometer fallos. —¿Y tú qué? —me preguntó Gabriel con tono seco. Parece que seguía enfadado por lo de antes. —Tengo que hacer los planos y preparar una estrategia de asal