A su cuarto no entré más. No había guardias en la puerta pero la mirada de Consuelo era más amenazante que cualquier esbirro. Chico tuvo que irse. Los acontecimientos políticos lo requerían y en realidad Santos no mostraba signos de querer despertar. Anocheciendo, las mujeres de servicio corrieron a limpiar su habitación por el exagerado vómito que soltó, y con ese líquido vinieron fuertes dolores abdominales que solo se calmaron después de que el doctor lo inyectó. Rafaela comentó que la fiebre no bajaba y que deliraba constantemente. Se quejaba tanto que el que estaba cerca se sentía en guardia, muy nervioso, porque además por momentos, temblaba como si convulsionara. No me sentía tranquila, a pesar de lo que dijera Consuelo sobre que los Castro y los Rivero, yo no quería que él muri