–¿Dónde está Santos? –Tuve que colocar mi mano como visera para verla. Había salido con Flor a recorrer las caballerizas y a despejar la mente después de haber tenido un día tan terrible como el de ayer. –¿Perdón? – Venía como cohete hacia mí, con una bata de casa color rosa. –Santos no llegó anoche y todavía no aparece ¿qué pasó entre ustedes? –No sé de qué me habla señora, no tengo idea de donde pudo haber ido su hijo. –Tu esposo. –Corrigió. –Dime la verdad. –Claro que sabía que no había dormido en la casa. Ismenia me mantuvo al tanto de su partida y cuando me fui a la cama coloqué todo lo que encontré de peso contra la puerta. Me despertaba sobresaltada a cada instante y como su nos comunicáramos, Flor despertó un par de veces y tuve que ir a verla. –Le repito señora Consuelo, que