Me levanté del sillón al lado de la cuna en cuanto comenzó a amanecer. Me asomé a la puerta y Santos se había puesto de lado, seguía dormido. Rápidamente cambié a Flor evitando que llorara por comida o incomodidad de su pañal y la cargué junto con su bolso. Salí en puntillas con ella en brazos y en el pasillo encontré a Ismenia. –Venía a ayudarla señora. –No entres al cuarto. –Me miró extrañada. –Santos está ahí. –Completé con vergüenza. –¿Puedes decirle a Domingo que me lleve a casa de mis padres? –Claro, si, pero, la señora Consuelo no se levanta. –Sus ojos bonitos se aguaron. –Le explicaré luego. Prepárame por favor tres teteros y su agua. Y lo de Domingo ve a prisa. Mi angustia se le contagió y corrió lejos de mí. Miré en todas direcciones y bajé detrás de ella. Tenía que salir