En cuanto bajé del auto, Chico salió a mi encuentro. Tomás regresó en retroceso y más atrás apareció Dorita para ayudarme. –Le puedes avisar a Domingo que ya estoy aquí, por favor Dorita. –Sí, claro. –Le pasé el bolso y a Flor y la vi alejarse coqueteando con la pequeña. –¿Cómo ha estado señor? Buenas tardes. –Me ha dicho Consuelo que te fuiste sin informarle. –Parecía preocupado. ¿Qué pasó? –No quise entrar, observé sus ojos casi miel y mordí mis labios. ¿Fue Santos? –Callé y él puso su mano en mi hombro. –¿Te hizo algo? ¿te golpeó? –No. –Sé que ha pasado la mañana trabajando, de más está decirte que te agradezco lo que has hecho por él para que no volviera a beber. –No creo que haya hecho mucho señor. –Sí, si lo has hecho, todos aquí lo saben y sé que un hombre ebrio, que no está