Dispuse, junto con las muchachas del servicio, la sala para cuando llegara la hora de los rezos. Ya sabía que mi familia no vendría y eso me tranquilizaba. Si se encontraban Mariana y Milagros no estoy segura de que mi hermanita pudiera disimular. Colocamos doce sillas en semi círculo y una mesa donde colocaríamos el chocolate y las galletas. Chico me había pedido que lo ayudara y así lo hice. Cada silla tenía un lazo n***o en cinta justo en el espaldar y en la mesita del centro, una fotografía de Santos, junto con un vaso de agua. Las muchachas me ayudaron complacidas, y terminamos todo muy rápido. –Gracias, ahora esperemos que lleguen las personas o que la señora Consuelo les dé otras instrucciones. –Sí, está bien señora. –Respondió Inés e hizo un gesto a las demás para retirarse.