Hace tres años…
–Eli, no creo que sea buena idea.
–Solo era un favor, no tienes que aceptar. –El tono de Elizabeth alertó a Alex, ella sentía que la estaba rechazando y se lo merecía después de todo ella lo había hecho primero.
–No… bueno… ¿Por qué quieres hacerlo?
–¡Porque soy una virgen de veinticinco años criando a una niña! –exclamó –. Ya no quiero ser esa chica tonta llena de miedos, no lo sé –suspiró –. Tal vez mi estúpido cerebro piense que solo debo dar ese paso para continuar y no me voy a ir con un extraño que tiene costumbres extrañas o sucios hábitos, aunque no lo sé, tal vez eso deba hacer.
Se levantó del sofá porque había llegado la hora de recoger a Megan del instituto.
–Lo siento, no debí pedirte esto.
Ella comprendió que era cruel pedirle eso a Alex cuando sabía sobre sus sentimientos, pensó que con el tiempo fueron superándose y quedaron en el pasado, él era la única persona en quien confiaba, era su amigo de toda la vida, su confidente y su apoyo.
–¡Espera! –La detuvo. –Está bien.
–¿Qué?
–Si, acepto, ¿qué haremos con Megan?
–Puede ser cuando vaya al instituto.
–No, primero una cena y luego…
–No voy a ir a un hotel.
–Será en mi casa –terminó Alex.
–Le diré a Cloe si la puede cuidar, ¿mañana?
–El viernes.
–El viernes, por supuesto, estaré lista.
Alex salió con mil emociones en su interior, nunca se imaginó que Elizabeth le hiciera ese tipo de propuesta, quería rechazarla porque no quería arruinar lo que habían construido en tantos años. Pero podía ser una oportunidad para tener algo más, además, jamás permitiría que un extraño la tocará, él ya había tenido encuentros sexuales con varias chicas y se encargaría de que fuera espectacular.
Elizabeth habló con Cloe, se limitó a decirle que tendría una cita con Alex, pero las deducciones de Cloe fueron tan rápidas que a Elizabeth no le dio tiempo mentir, se alivio cuando le dio unos consejos e incluso le dio la dirección de su tienda favorita de lencería. El viernes por la tarde después de dejar a Megan en casa de Cloe con la excusa de ayudarla a cuidar a su pequeño niño, fue a prepararse para la noche.
A Alex casi se le sale el corazón cuando vio a Elizabeth salir en un vestido cobalto marcando su figura y mostrando las piernas, ella notó su gesto sorprendido.
–¿Es demasiado?
–No, es perfecto para el restaurante al que iremos –mencionó tocando la tela de su manga –. Aunque es algo corto.
–Fue idea de Cloe. –Elizabeth se avergonzó haciendo su confesión, pero Alex le rozó la mejilla con delicadeza antes de besarla.
–Estás hermosa.
Fue una gran sorpresa cuando entraron al elegante restaurante, Alex disfrutaba de muchos privilegios como jugador de baloncesto de uno de los equipos más famosos, dos personas se acercaron a pedir una fotografía y la botella de vino fue de cortesía del lugar, todo estaba saliendo perfecto, pero conforme la noche avanzaba Elizabeth se sentía más nerviosa.
–¿Quieres irte?
–Supongo que ya es hora –respondió ella.
Alex pidió la cuenta y salieron del lugar para dirigirse a la casa que solamente Elizabeth y Megan conocían, al abrir la puerta los ojos de ella se abrieron demasiado al ver aquel lugar lleno de pétalos de rosas con algunas velas sobre la mesa.
–Quería que fuera especial –justificó Alex.
–¿Hiciste todo esto?
–Bueno, pagué para que lo hicieran –confesó –. Te imaginas si las velas estuvieran encendidas desde que me fui.
Ella reía al final de la frase pensando en que seguramente la casa se hubiera incendiado, fueron al sofá y Alex llevó unos bocadillos con una botella de vino.
–Pensaste en todo.
–No sabía si te gustaría.
Elizabeth se acercó, hubo una duda en sus ojos mirando los labios de Alex, los cerró para besarlo, Alex respondió a su beso hasta explorar su cavidad bucal, las respiraciones profundas de pesadas, el corazón acelerado y el deseo acumulandose en los cuerpos, Alex se inclinó recostando a Elizabeth en el sofá, desabotono su camisa sin detenerse hasta que lanzó su camisa lejos, las manos de Elizabeth tocaron su abdomen mientras él apretó sus caderas contra las de él, ella soltó un gemido contra sus labios, eso hizo que Alex se detuviera, pero Elizabeth sujeto su nuca para continuar.
–Espera, espera.
–¿Qué? –se quejó, él sonrió ante el reclamo.
–Vamos a la habitación.
Se levantó tomando la mano de ella, la habitación tenía la misma decoración romántica, el sofá era demasiado pequeño e incómodo para los dos cuerpos, la cama era la mejor opción.
–Pensaste en todo.
–Algo así –murmuró acercándose a ella.
–Yo… debo quitarme la ropa o… Bueno…
–Yo lo haré –le susurró antes de volver a unir sus labios mientras su manos subieron por los muslos levantando el vestido, acarició su cuerpo antes de levantar la tela, las pupilas se le dilataron con deseo cuando observó la lencería negra con encaje.
–Vaya, esto sí me gusta.
–Espero que sí con lo costosa que fue.
Elizabeth estaba demasiado nerviosa para controlar sus palabras, Alex sonrió con su respuesta, él mismo se la hubiera comprado hace años de saber que llegaría un momento así. Al llegar a la cama, Alex disfruto besando y acariciando el cuerpo de Elizabeth, ella por momentos pedía que se detuviera y él comprendía la situación, intentaba controlar sus pensamientos y cuando estaba lista continuaban, cuando se colocó el preservativo y se abrió paso entre las piernas de Elizabeth, Alex miró esos ojos negros.
–¿Estás segura?
–Si, solo hazlo –respondió.
Alex besó sus labios mientras se abrió paso entre los húmedos y apretado pliegues, se detuvo al estar completamente en su interior, tuvo que usar toda su concentración para no acabar ante esa magnífica sensación, Elizabeth abrió más las piernas y Alex empezó a mover sus caderas contra las suyas, aceleró el vaivén poco a poco.
–Lo sientes –susurró al oído de Elizabeth.
–Si –gimoteo.
–No pienses en nada, solo siente.
Él la conocía lo suficiente como para saber que su mente podían estar en otra parte, Elizabeth cerró los ojos prestando atención a las embestidas de Alex, a sus besos en el cuello a las manos sujetando su cuerpo cuando el cosquilleo se acumuló en su vientre extendiéndose hasta que nubló su juicio, fue demasiado para Alex y se descargó, ella solo sintió el cuerpo tensarse.
Alex colocó su frente contra la de ella, las miradas se cruzaron recuperando la respiración, un momento inolvidable que no sería el último, los días pasaron y el cuerpo de Elizabeth desea volver a tener todas esas sensaciones, para Alex era un placer complacerla cuando lo pidiera, inscribieron a Megan en clases extracurriculares avanzadas, también en ballet y natación, aparte de los entrenamientos de baloncesto y sus tareas grupales del instituto dejaba tiempo para los encuentros sexuales hasta que finalmente Alex decidió hablar con Elizabeth.
–¿Y si lo intentamos?
–¿Qué cosa? –preguntó Elizabeth, ella pensaba que era otra posición de las que había investigado, estaba lista para la siguiente ronda.
–Estar juntos, ya sabes, tener una relación.
–¿Me vas a pedir que sea tu novia? –sonrió.
–Pedirte que seas mi novia, casarnos, tener muchos hijos –mencionó cada cosa con un besó –. Te amo y tú lo haces también, además seguramente Megan hará una fiesta si volvemos a vivir juntos.
Alex estaba emocionado de poder sacarlo de su conciencia, pero para Elizabeth era una nueva carga, ella lo conocía y sabía que Alex era el tipo de hombre que deseaba una familia. Se levantó de la cama tomando su bata.
–Alex es cierto que te amo, pero no puedo ser tu novia.
–Prácticamente somos una pareja, Eli –señaló –. Solo hemos sido los dos durante meses, amo a Megan, estamos juntos.
–Te mereces a alguien mejor.
–Eli, no empieces con eso.
–¡Es la verdad! ¡Te conozco! Tú quieres una novia con quien asistir a tus eventos, una chica hermosa que lucir, pedirle matrimonio con una hermosa vista al fondo y casarse en una gran iglesia, tener doce hijos para formar un equipo de baloncesto.
–Yo nunca te obligaría a eso.
–Y yo tampoco te obligaría –contestó Elizabeth.
A ella no le gustaban las fiestas, odiaba a las personas de sociedad, no creía en esas parejas luciendo grandes eventos y sobre todo estaba segura que no quería hijos.
–Mira si es por los niños, sabes que Megan es suficiente para mí.
–Por favor, Alex –intervino.
Alex se levantó pasando las manos por su rostro con desesperación, eso no había salido como él quería.
–Olvida esta conversación, fue mi culpa, no debí decir nada, lo lamento.
–Creo que ha sido suficiente –expresó Elizabeth.
–¿Qué?
–No te quiero seguir lastimando, ya no quiero que hagamos esto.
–Eli, no debí mencionar nada, lo lamento mucho.
–No. –Ella movió la cabeza. –Yo lo siento mucho, no debimos hacer esto, lo siento mucho Alex…