Capítulo 5

1522 Words
Actualidad… Elizabeth se encontraba frente al edificio Anderson, millones de recuerdos invadieron su mente, su cuerpo no respondía a la orden de caminar al frente, cerró los ojos y suspiro tranquilizando los impulsos, se repitió como un mantra que su plan funcionará, solo debía asistir la práctica, podía fingir ser inútil en los casos y de esa manera la enviarán al archivo con suerte su tiempo ahí duraría hasta el final. Cuando finalmente su cuerpo obedeció caminó al enorme edificio, se registró en la entrada, ella recordaba al guardía de seguridad, pero parece que él no lo hacía, decidió guardar silencio hasta que le dio su pase y se dirigió al piso indicado, se detuvo un instante en el elevador recordando, habían tantos recuerdos en ese edificio. –¿Vas a entrar? Ella levantó la mirada al encontrarse con un hombre delgado de anteojos del otro lado sosteniendo las puertas. –Si, gracias. Las puertas se cerraron y se dio cuenta que el piso que debía presionar ya estaba seleccionado. –¿Vienes a la pasantía? –Si –respondió Elizabeth, no tenía que preguntar por su atuendo y el sudor en la frente; ella ya sabía que él también venía. –Soy Diego. –Elizabeth, puedes decirme Bety. –Mucho gusto Bety, solo espero que no sean muy duros. –Esperemos que no. Ambos llegaron al piso designado y varios jóvenes se encontraban en el lugar, la mayoría llevaba trajes carísimos, los hombres lucían el reloj en sus muñecas mientras que las mujeres tenían vestidos impecables y joyería reluciente, todos venían de universidades prestigiosas y familias favorecidas. Una mujer de cabello castaño entró por la puerta principal, movió sus caderas con seguridad hasta llegar al frente de todos, acomodó sus lentes y los observó. –Manuel tiene antecedentes penales por un delito imprudente, una cámara lo captó pasando una señal de Alto en su vehículo a 200 kilómetros por hora, ¿Podría acordarse la adopción de la medida de prisión provisional hasta el momento del enjuiciamiento? El silencio llenó la sala, parece que había dejando a todos confundidos con sus repentinas palabras, Elizabeth sabía la respuesta, era un caso simple y sin importancia, podía levantar la mano y responder, pero apretó su puño lastimándose la palma de su mano, cerró los ojos y de pronto escuchó la respuesta de uno de los presente, respiró cuando se dio cuenta que había logrado resistirse. La mujer al frente volvió a hacer otra pregunta a los presentes esperando a que alguien respondiera. –¿Qué es esto? –dudó Diego. –Es una entrevista, así nos asignan los cargos. –¿En serio? –Si sabes una respuesta será mejor que la digas. En ese momento la mujer se dirigió a todos con autoridad. –Bienvenidos a la firma de Abogados Anderson, soy Sonia Lient jefe de Recursos Humanos y si se lo preguntan está fue su entrevista –mencionó –. No me interesa saber por qué estudiaron derecho o qué esperan de la empresa, saben que somos los mejores y esperamos lo mejor de ustedes, los llamaré por su nombre y les diré el módulo en el que deben estar. –No pase la entrevista –murmuró Diego –. No me dio tiempo de responder nada. –Tranquilo, ya nos aceptaron, solo esperamos el lugar donde estaremos los próximos meses. La mujer continuó llamando a todos hasta que llegó al nombre de Diego seguido de Archivo de casos, por último llegó el nombre de Elizabeth y volvió a repetir el departamento de archivo de casos. –Parece que estaremos juntos –sonrió Diego. –Parece que si, vamos. –No quieres presentarte con los demás. –Prefiero conocer el lugar donde voy a trabajar. –Tienes razón. Diego siguió a Elizabeth al ascensor, presionó el piso del archivo y bajaron al lugar, en el lugar se encontraba una chica bastante jovén que les sonrió a ambos. –Hola soy María, supongo que son los practicantes. –Si, nos asignaron acá. –No se preocupen, aquí es donde mejor se aprende –intento animarlos –. Pueden aprender de los casos desde la primera mano, se puede vivir desde la lectura, ya lo verán. Elizabeth sabía que a los que enviaban ahí era porque no sabían hacer absolutamente nada y la empresa no quería perder el tiempo para enseñarles de nuevo, aún más si estaban buscando reclutas, pero ese lugar se convertiría en su refugio, estaba segura que Robert no bajaría a ese lugar, el archivo había sido modificado y los lugares estaban a la vista, las estanterías llenas de documentos se encontraban al fondo con espacios a la vista de todos, al menos no tendría que recordar aquella mesa en donde compartieron momentos juntos, María les dio unos documentos y comenzaron a trabajar de inmediato, era un sistema similar al que Robert le había enseñado, clasificar los documentos, no perdieron el tiempo y comenzaron a trabajar hasta finalizar la jornada, Elizabeth tomó sus cosas puntual y salió de inmediato, aún le quedaba tiempo para ir por Megan después de la práctica de natación. Respiró con alivio cuando salió del edificio sin señales de Robert, pensó que tal vez podía lograrlo si continuaba así. –Alex quiere que conozca a una chica –murmuró Megan en el auto –. ¿Tiene novia? –Creo –respondió Elizabeth –. ¿Quieres conocerla? –No. –Entonces no lo hagas. –Pero se va a sentir mal. Elizabeth suspiró viendo al volante pensando en una solución, recordó el juego de baloncesto del viernes. –Podemos ir al juego este viernes –propuso –. Seguramente ella estará ahí y nos la presenta, luego nos venimos y así nadie se siente mal, ¿qué te parece? –Suena mejor a qué venga a mi cumpleaños. –Bien, entonces iremos al juego. Elizabeth espero esa respuesta de Megan, nunca le agrado que alguien se acercará a Alex, incluso una vez inventó que se había lastimado el pie para que la llevará a casa, siempre le arruinaba sus coqueteos, pero a Alex no le importaba mucho, siempre la prefirió, la pequeña siempre ganaba. La semana de Elizabeth fue similar, llegaba al edificio a encerrarse al archivo, no salía ni siquiera al almuerzo para evitar todo contacto con los empleados, pero la suerte no le iba a durar tanto, Sonia apareció en el archivo y los envió a su departamento tenían una junta importante y necesitaban personal para la atención de los presentes, ella lo llamó colaboración y aprendizaje, en realidad solo querían a alguien que les llevarán café y panecillos. Ambos practicantes bajaron a la cafetería porque eran varios pedidos lo que debían llevar. –Podemos pedir algo para nosotros –cuestionó Diego. –No creo que sea buena idea –respondió Elizabeth –. Mejor apresúrate que debemos regresar. –Sabes, he notado que no te gusta salir mucho. –Diego. –Lo siento. Diego terminó de dar la parte de su pedido, fueron entregados y salieron de nuevo hacía el ascensor, la percepción de Elizabeth era demasiado alta y gracias a eso pudo distinguir a tres hombres a lo lejos saliendo del ascensor, el pecho se le presionó cuando distinguió a Robert en medio de ellos. –¡Carajo! –gruñó. Logró ver una puerta verde y entró de inmediato cerrando, Diego se quedó parado viendo hacía la puerta que Elizabeth se había metido, estaba a punto de abrirla cuando escuchó la voz de Robert. –Tú –lo señaló –. ¿Qué haces? Por una extraña sensación Robert había despegado los ojos de su teléfono y miró alrededor, pero solo se encontró con un chico de gafas a punto de abrir la puerta del servicio. –Voy a dejar esto a Recursos humanos. –La voz de Diego tembló al ver la figura poderosa y escalofriante de Robert que continuó viendolo y Diego entendió que debía seguir caminando, así lo hizo aunque se preguntó qué haría Elizabeth cuando saliera. Robert miró a la puerta un segundo, sacudió su cabeza y siguió caminando a la salida, estaba demasiado ocupado. Elizabeth contó hasta treinta antes de abrir la puerta, fue demasiado arriesgado y una increíble casualidad que dentro de cientos de personas precisamente se encontrará con él, había personal en el edificio que ni siquiera había visto en persona al señor Anderson a pesar de llevar años en el lugar. Alcanzó a Diego en el elevador que aún la veía confundida. –¿Qué pasó? –A mi blusa se le arruinó un botón, pero ya lo cubrí. –Te lo perdiste, creo que el jefe me habló –sonrió emocionado –. Solo fue una oración algo extraña, pero si se fijó que estaba ahí. –Vaya, que emocionante. –Lo sé, por cierto, algunos chicos irán a un bar para celebrar la primera semana, ¿qué dices? –Ya tengo planes. Continuaron con su jornada laboral sirviendo café y panecillos, repartiendo documentos, Elizabeth aprovechó para comprender el motivo de la conferencia y al finalizar los dejaron ir temprano por su colaboración.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD