Elizabeth sintió la inquietud en todo su cuerpo cuando su pequeña se alejó, le preocupaba que algo malo le pasará, era normal, ella estuvo ahí cuando dio sus primeros pasos, su primera palabra, le cambiaba los pañales, la había criado y prácticamente era su madre, regresaron a la casa y el ambiente se volvió incómodo, su relación había cambiado y lo único que prácticamente los unía era Megan, eran como esa pareja de divorciados que tienen que verse por sus hijos.
–No tienes que quedarte –mencionó Elizabeth –. Puedo ir a recogerla en unas horas.
–Yo participe en el chantaje, así que prefiero ver que esté bien.
–Bien.
Ella se levantó a la cocina a limpiar, algunas manías no desaparecen por completo especialmente cuando se vuelven parte de la rutina.
–Quería hablar contigo –mencionó –. Seguramente has visto en los medios que hay una chica…
–No tienes que explicarme nada, Alex.
–Es solo una amiga –aclaró –. Estamos trabajando juntos en una fundación, por eso hemos salido un par de veces, pero no es nada serio.
–Es una lástima porque se nota que le gustas.
Elizabeth recordó la foto que vio en las r************* , la mirada de la chica hacía Alex era inconfundible y quería que su amigo fuera feliz con alguien que lo apreciará como la gran persona que es.
–¿Así que si viste las fotos?
–Todo el mundo vio las fotos –contestó –. Están en todos los medios, creo que esa chica es más famosa que tú.
–No quiero que sea algo confuso para nosotros o piensen que las voy a abandonar por ella.
–No es así, tienes derecho a salir con alguien y hacer tu vida.
–¿Quisiera hacer una cena para que la conozcan?
–¿Qué?
–Vivían, tiene una casa en las afueras de la ciudad y podemos ir a cenar.
–Pero dijiste que no estaban saliendo.
–No es nada serio aún, es solo que no sé cuánto tiempo vayan a seguir este tipo de noticias.
Elizabeth se detuvo, respiró profundo intentando controlarse, el estrés era un detonante para su cuerpo y ya había recibido uno ese día. Pasó las manos por su rostro pensando la forma correcta y amable de rechazar esa invitación, las intenciones de Alex no eran malas, es solo que aparte de sentir que él le ocultaba la verdad, estaba llevando todo al extremo.
–Alex, sabes que Megan y yo te queremos, pero tu tienes una vida y puedes vivirla como quieras, no necesitas venir y pedir permiso para hacer algo como si fueras…
Ella se detuvo por la palabra que iba a pronunciar, quiso pensar en otra forma de aplicarlo, pero era demasiado tarde porque Alex se había dado cuenta.
–Su padre… como si fuera su padre.
–Lo lamento Alex, pero no lo eres, tienes derecho a salir y formar tu propia familia.
–Increíble –murmuró negando con un movimiento de cabeza, no podía creer lo que Elizabeth le estaba diciendo porque él siempre las había considerado su familia.
–Alex, un día me dijiste que nosotros decidimos quién está en nuestra vida y tienes razón en eso..
–¿Y yo estoy en tu vida, Eli? –dudó –. Porque siempre soy yo quien viene aquí, quien llama, quién está pendiente de ustedes, ¡Tú jamás me hablas!
–No digas eso, sabes que no es cierto.
–Para mí así es.
–¡Hemos estado en todos tus juegos! Desde que comenzaste, cuando fuimos a celebrar, los cumpleaños planeados, las cenas, tienes una maldita idea de lo difícil que es buscarte un regalo.
Alex estaba furioso y no quería discutir, parecía que cada vez se alejaba más de esas dos chicas que tanto quería y no sabía cómo solucionarlo.
–No tengo ganas de discutir. –Se dio la vuelta caminando a la puerta. – Regreso por tí antes de ir por Megan.
Elizabeth se odio por hablarle así a la única persona que sentía que le importaba, no entendía qué era lo que sucedía con ella que alejaba a todo aquel que intentaba acercarse, ni siquiera sus idas a terapia podían solucionarlo, el estrés constante estaba en su vida y no sabía cómo manejarlo, se sentía impotente y sola ahora que Alex se había ido.
Cerca de la hora tomó su bolsa y pensó en ir por Megan, al abrir la puerta se encontró con Alex recostado en el capó de su auto jugando con las llaves, esos ojos grises la observaron y ella bajó la mirada caminando hacía el auto, no tenía excusa, sabía que él estaría ahí, nunca le fallaba.
–Lo siento –murmuró.
–Está bien –respondió Alex tomando su mano –. Lo lamento, no debí decirlo así.
Él conocía bien a Elizabeth, los nervios se habían apoderado del momento, lo que menos quería era lastimarla y no sabía cómo expresarlo, no podía imaginar que Elizabeth solo deseaba que él fuera feliz con alguien más.
(*)
En el momento que Megan llegó al lugar se arrepintió al ver a todas esas chicas con cuerpos curvados y faldas cortas, ella bajó la mirada a sus jeans y camiseta grande, pensó en quitarse el gorro de lana de la cabeza, pero su cabello rizado sería un desastre, era demasiado tarde para regresar, el auto se había ido, entro despacio, prolongando el tiempo, su plan era esconderse en alguna parte hasta que la hora llegarán por ella y salir huyendo, su plan hubiera funcionado si no fuera por el vaso que se derramó en su camiseta cuando chocó contra alguien.
–Lo lamento mucho… Megan.
Ella reconoció la voz de John, el hermano menor de Matias y su antiguo compañero de clase.
–Hola John.
–Ven te daré algo para limpiarte.
El chico tomó de la mano a Megan y caminaron juntos por las escaleras.
–¿A dónde vamos?
–A mi habitación, te daré una camisa.
Megan lo siguió, si la suerte estaba a su favor pasaría las siguientes horas en la habitación de John hasta que llegarán por ella, se disculparía con Matías en la práctica de baloncesto, prefería eso a hacer el ridículo con su ropa frente a todos.
Al llegar a la habitación, John abrió una gaveta y sacó un jersey amarillo.
–El baño está por allá –señaló.
–Gracias.
Llegó al baño y se cambió, John seguía siendo un poco más bajo y su apariencia de niño estaba presente a diferencia de su hermano que ya había pasado por los años difíciles de la pubertad, el jersey le quedaba bien, al salir tartamudeo con la blusa en su mano.
–Dámela, yo te la lavo, es lo menos que puedo hacer.
–¿Qué era…?
–Solo es un ponche de frutas que mamá hizo, no tiene alcohol ni nada de eso –sonrió –. Aunque todos parecen mayores.
–Lo sé, ¿puedo quedarme aquí?
John miró hacía la puerta dudando y ella se levantó.
–Fue una pregunta tonta.
–No –respondió el chico –. ¿Quieres jugar? Tengo varios juegos en el play.
–Si.
John buscó entre sus cosas el juego para ambos, nunca imaginó que Megan viniera a la fiesta y terminaría en su habitación, ahora solo quería darle la atención que se merecía, en ese momento la puerta se abrió y reconoció la voz que lo llamó.
–¿Estás aquí, Johny?
Él cerró los ojos, pero los de Matías se fueron directo a la morena sentada en la orilla de la cama.
–Hola Megan.
–Feliz cumpleaños –murmuró avergonzada.
–¿Qué haces aquí? Ven conmigo a disfrutar abajo.
No esperó respuesta de aprobación de su hermano cuando se acercó a tomar de la mano a la chica para salir de la habitación dejando a John solo sin saber el motivo por el que había entrado en primer lugar. Matias llevó a Megan por toda la casa para presentarle a sus amigos, algunos chicos fueron amigables y otros un poco menos cuando notaron su ropa. Ella intentó sonreírle a todos e ignorar las miradas despectivas, especialmente la mirada de la chica rubia de vestido rojo, a pesar de la incomodidad se sentía feliz porque Matías estaba atento a ella.
Al no entender de lo que hablaban a su alrededor estuvo pendiente del teléfono hasta que llegó la hora de su salida, se levantó y dijo que iría por un vaso de agua, Matías la acompañó y tuvo que confesar que ya estaban por llegar a traerla.
–Me gustó mucho que hayas venido.
Megan se mordió el labio intentando contener su emoción.
–Gracias por invitarme.
El sonido del auto se escuchó en la entrada y se dio cuenta del deportivo último modelo que estaba en la entrada de la residencia.
–¿Ya te vas? –La chica rubia apareció detrás tomando la mano de Matías –. Qué lástima, tal vez tus papis te darán más tiempo para la próxima.
–¡Faby! –reclamó Matías.
–Si bueno, adiós.
Megan prácticamente huyó de esa escena, sintió el estómago revolverse, no precisamente por el comentario que había hecho sobre sus padres como Matías lo pensó, era porque ella se iba dejando al chico que le gustaba con una hermosa chica, se metió al auto deprisa y cerró la puerta, Alex y Elizabeth cruzaron miradas y sabían que algo no andaba bien.
–¿Qué pasa, estrellita?
Alex tuvo la valentía de preguntar con el incómodo silencio.
–Nada.
–¿Te la pasaste bien?
–Si.
–¿Por qué no te ves feliz?
–Si lo estoy.
–Fue ese chico, cierto. Por esa razón no quería que vinieras.
–¡No fue él, mamá!
–Ahora lo quieres defender después de venir a esta fiesta y regresar así.
–¡Te digo que no fue él!
–¡Concéntrate en tus estudios! ¡Tienes demasiadas tareas y clases extras para perder tu tiempo con un niño!
–¡Clases extras que tú me inscribiste! –exclamó Megan.
Alex y Elizabeth volvieron a verse de forma incómoda recordando el motivo por el que Megan se encontraba en todas esas clases.
–Mantengo mis notas altas y recibo todas mis clases sin falta, no puedes reclamarme –continuó Megan.
–Espero que sigas así.
No se distinguió si fue amenaza o advertencia, Elizabeth nunca había tenido necesidad de hablarle de esa manera, Megan era demasiado astuta y ahora su característica principal parecía haberse esfumado.
Cuando el auto se estacionó en la entrada Elizabeth bajó de inmediato hacía adentro, sin hablar con ninguno de los dos.
–¿Qué le pasa a mamá? ¿Por qué actúa así?
–Ella solo quiere protegerte –respondió Alex
–¿Protegerme?
–No quiere que sufras, un corazón roto es difícil de sanar.
Alex hablaba para ambos, él debía continuar después del rechazo de Elizabeth, pero lo que más le dolía es que ella le había confesado la verdad a él sobre lo sucedido en el pasado, sabía que a pesar de los años aún quedaba sentimientos ocultos a través de sus actitudes y sus palabras. Miedos que el tiempo no parecian sanar y comenzaba a preocuparse por ella.
Alex acompañó a Megan, se despidió frente a su habitación y se arriesgó a tocar la puerta de Elizabeth.
–¡Pasa! –se escuchó del otro lado.
Él abrió y la encontró recostada en su cama, se acercó a recostarse a su lado.
–Ella está bien y lo sabes.
Elizabeth no respondió.
–Eli, tenemos que hacer algo, no podemos seguir así…
–Haré la pasantía en la firma Anderson –soltó. Alex abrió los ojos intentando contener su decepción, sabía que cualquier oportunidad con Elizabeth se esfumaría en el momento que ella y Robert se encontrarán.
–No sabía que habías solicitado ahí.
–No lo hice, el profesor lo hizo por mí y si no lo hago perderé un año en traslados y la graduación.
–Entiendo, tienes que ir.
Elizabeth se movió para acomodarse en los brazos de Alex, él la recibió con un abrazo y un beso en el cabello.
–Puedes traerla en su cumpleaños, pero primero pregúntale a Megan, si ella quiere, traela.
–Está bien.
Elizabeth no se arrepentía de lo que había pasado entre ellos, pero extraña profundamente a su amigo, le costaría demasiado volver a la normalidad, pero lo intentaría porque no quería perder a una persona tan valiosa...