Sentados en el jardín que daba una directa vista hacia el anexo en el cual vivía Alexander, ambos gemelos Donnelly comían su cena mientras observaban con atención la torre, fijándose en las luces encendidas que iluminaban las ventanas, alertando que el lobo omega se encontraba en el interior ya.
—¿Y? ¿Qué piensas? —preguntó Desmon finalmente, sin observar a su gemelo.
—Bueno, obviamente compartimos los mismos gustos, eso es seguro —respondió—. Una belleza desde la punta de sus rubios cabellos platinados, esos ojos azul violeta que parece más violeta que nada y esa estatura no demasiado baja ni muy alta, la necesaria para encajar bien con nuestros cuerpos —expresó—. Y no hay que olvidar su rostro, tan hermoso, con esa nariz respingona y esos labios de textura suave donde el inferior era m
