Girando hacia su costado derecho sobre su cama, Alex contempló como el amanecer comenzaba a mostrar sus primeros signos a través de su ventana.
Sin siquiera hacer el intento de cerrar sus ojos para seguir durmiendo, el lobo omega se quedó observando la vista con una tranquilidad que, en realidad, no sentía.
De hecho, su mente era un completo caos.
Había estado mal antes, luego de su conversación con Dylan, los deseos de su lobo y propio por tener su familia, su bebé, no habían hecho más que empeorar al contemplar la radiante felicidad y ternura con la cual el joven omega hablaba sobre su cachorro.
Eso, inevitablemente había provocado que los deseos de su lobo por aceptar los sentimientos que ambos alfas le habían declarado aumentara considerablemente, distrayéndolo de todo lo demás mie
