Ragnar
Regresar a Nueva York en estas circunstancias no era para nada lo que esperaba, soñé por muchas veces llegar de la mano de Helena para reunir a nuestras familias, sé que su mayor deseo antes de esa tragedia era que conociera a su hermano y en especial a su hijo, es por eso que lo mínimo que podía hacer era adoptarlo y con la ayuda de mi familia logramos mover los hilos a nuestro antojo, no quería que él pasara ni un día en un orfanato, así que se ejecutó todo de tal forma que le permitiera estar ajeno a la verdad y llevar el duelo con su tío lo mejor posible.
Entre Marcus y mis hermanos me convencieron para trabajar en el taller que estos últimos abrieron, sobre todo, porque la administración que tenían era pésima y él no quería que lo perdieran, aun cuando ellos no lo tenían en los mejores términos seguían siendo sus hijos y no dejaría de velar por ellos así fuese a través de otros.
También decidí que viviría cerca de los D'Porti en Brooklyn, donde a su vez estaba el taller, así que era perfecto para empezar esta parte de mi vida y aunque pude persuadir a mi padre de no vivir en el pent house de Manhattan, no pude evitar que comprase uno en Brooklyn siendo un piso exclusivo, pero sencillo. Como era de esperarse se encargó de amoblarlo, tiene dos habitaciones; sala; comedor; cocina; zona de lavado; balcón; un estudio e incluso le dio su toque con una chimenea en la sala. En serio que a veces no puede dejar los excesos, aun cuando le he dicho que no necesito tantas cosas y menos todo ese espacio, pero en fin, discutir con él en situaciones así es tiempo perdido y tampoco tenía el ánimo para hacerlo.
Me encontraba en el jardín viendo a los perros jugar, al menos me alegra que Oz y Marcus me los regalaran cuando era pequeña para distraerme; puesto que ahora cumplían perfectamente con ese trabajo.
—Siempre creí que venías con ellos cuando algo hacía eco en tu cabeza, ahora me doy cuenta que tenía razón —comenta Livi quien llega a mi lado.
—Si querías saberlo solo debías preguntar.
—Vamos a sentarnos mi niña; te hice un poco de café, me debes más de dos años de historias así que espero alcancen dos litros para nosotras.
Amaba eso de Livi, siempre sabía el momento exacto para intervenir y lo mejor era la compañía de sus cálidas sonrisas junto a sus bebidas y postres.
Estuvimos hablando por horas, le conté muchas cosas que hice en el pueblo, sobre los chicos del gimnasio, las locuras por las que pasaron y terminaron arrastrándome, y por supuesto, le conté todo sobre ella, incluso lo ocurrido en este mes... obvio sin tantos detalles, pues no quería perturbarla con ellos.
—Mi niña, sé que tu corazón ahora está como muerto en vida y más porque esta es la primera vez que pierdes a alguien que amas demasiado.
—Livi no sé qué hacer con todo esto, vengarme de esos hombres solo me ayudó a cerrar el ciclo, pero no tengo ganas de nada, las cosas no saben ni se sienten igual, ella lo era todo para mí y esa noche que murió se llevó toda mi felicidad.
De nuevo sentí las lágrimas correr, el solo recordar esos días era demasiado doloroso para mí, ver su cuerpo destrozado, la forma en la que apenas y podía hablar… es horrible.
—Daría todo lo que tengo con tal de quitarte ese dolor mi niña, sabes que jamás habría querido que pasaras por algo así, incluso estábamos tan felices de poder recibirlas a las dos.
No quería seguir ahí, así que Livi fue conmigo a mi alcoba para seguir hablando con más privacidad y dejar correr el dolor en sus brazos, quizás ella tuviese la solución, el remedio o la receta para quitarme todo lo que me dejó la ausencia de Helena.
—Dime qué hice mal Livi, ¿acaso fue más el daño que provoqué en vida que no merezco ser feliz? Porque de ser así solo debía recibir una señal, pero ella no merecía morir y menos de esa forma tan infame.
—Lo sé mi niña, pero por desgracia a veces pasan cosas en la vida que no podemos comprender, lo que sí te puedo decir es que sí mereces ser feliz —ella levanta mi rostro para que la observe; ya que no tengo la fuerza para hacerlo. —Sé que te tomará un tiempo reponerte, pero te pido que no te cierres y dejes que este dolor salga poco a poco de tu vida, ahora que vas a trabajar con tus hermanos aprovecha y conoce más personas, no para una relación, sino para que veas que sí puedes volver a sonreír.
—Livi, yo solo lo hacía por ella, porque era mi luz.
—Dime con honestidad, ¿confías en mí? —asentí con mi cabeza. —Entonces, si tú me prometes que no te cerrarás a esos bellos sentimientos que tuviste con ella y te das nuevamente la oportunidad de amar; sonreír y ser feliz, yo te prometo que la vida te lo compensará, quizás nunca sepamos por qué el destino decidió eso con Helena, pero sí sabremos lo que pueda traer de bueno a la tuya.
—Lo dices por su hijo y su hermano ¿no es así?
—Así es, todos habríamos querido que fuese de otra manera, pero la realidad es esta y si lo piensas bien al final terminarás conociendo a su hijo, tal vez tu destino sea cruzarte con él, pero de ti dependerá saber qué tanto llegarás a involucrarte en su vida.
—¿Crees que estuvo mal lo que hice?
—Creo que fue el acto de amor más hermoso que pudiste hacer por ella, solo recuerda que estamos hablando de la vida de un niño y si vas a quedarte a su lado será para toda la vida, si no, entonces no lo vayas a lastimar, tú sabes mejor que nadie lo que se siente estar herido y solo, y más cuando se es un niño.
Me quedé pensando en sus palabras en lo que ella acuna mi dolor en sus brazos, llevaba tanto tiempo vagando en las calles recordándola y a la vez queriendo olvidarla, que no me había dado cuenta que no había dormido nada, entonces me pierdo en mis sueños bajo el ala de mi madre.
(...)
Escucho un ruido extraño a lo que abro mis ojos poco a poco, me duele hacerlo, creo que jamás lloré de esta manera en toda mi vida, veo que Marcus ha dejado una bandeja de comida y se sienta a mi lado acariciando mi cabeza delicadamente.
—¿Qué hora es?
—Ya es de mañana, dormiste desde ayer por la tarde que hablaste con Livi así que preferimos dejarte descansar.
—Marcus yo...
—Mi pequeña, si hay algo que quieras decirme sobre Helena con gusto te escucharé, pero si lo que necesitas es que me acueste a tu lado y te ponga sobre mi pecho para que sigas soltando ese dolor, entonces lo haré, pero antes quiero que comas algo.
Me siento en la cama y él me da un poco de avena y fruta, es como si fuese un bebé, por un momento quise detenerlo, pero creo que los dos nos sentíamos bien haciendo esto por primera vez. Al terminar, él dejó el plato a un lado y sin decir nada se acostó conmigo, me perdí en ese delicioso aroma de su perfume y su piel, siempre me encantó esa combinación.
No dijimos una palabra en todo ese tiempo, a veces los recuerdos me invadían y yo solo lloraba, entonces él me abrazaba con más fuerza y dejaba un beso en mi frente, agradecí tanto no tener que escuchar nada más, era solo silencio, pero él igual me hacía saber que estaba a mi lado y que no estaba sola en este momento tan doloroso. De nuevo volví a caer dormida, pero esta vez en brazos de mi padre, creo que hace mucho tiempo no sentía este apoyo… quizás así habría sido todo cuando era una niña si no los hubiese alejado.
(...)
Me despierto y veo que ya está anocheciendo, este dolor de cabeza me está matando, si sigo así creo que no podré con nada en el taller. En ese instante abren la puerta y Oz va entrando dándome un abrazo lleno de amor junto a su demencial sonrisa.
—Hola pequeña, no imaginas la falta que me hiciste, no tener a mi compañera de juegos es toda una tortura para mí.
—Siempre fuiste el mejor para levantarme el ánimo.
—Pequeña, siempre he sido el mejor para todo y de no ser porque eres mi sobrina te habría enseñado mucho más —me regala esa sonrisa seductora y guiña un ojo.
—No sé cómo sería Ismael antes, pero creo que das los mejores cumplidos, solo disculpa el no poder darte una sonrisa.
—No importa preciosa, igual sé que te habrías reído con eso y sé que lo volverás a hacer.
—Tienes demasiada fe en mí —toma mi mano dejando un beso en el dorso y otro en mis dedos.
—Sabes, siempre he creído que sacaste lo mejor de los cinco y eso que a Isma no lo conociste sino hasta ahora.
—Te creo en que saqué la forma de negociar de Marcus y tu demencia, pero de Livi, Bonny e Isma no creo tener nada.
—Te equivocas, tienes un estilo de la moda muy propio de Bonny, eres buena en la cocina; incluso mejor que Livi, pero no le digas o dejará de prepararme esos banquetes —él me sonríe con picardía y en serio quiero reír. —En cuanto a Isma, sacaste ese corazón de oro para ayudar a otros, además de otra cosa, pero creo que debería ser él mismo quien te lo diga.
Volteamos hacia la puerta, él va ingresando para sentarse al otro lado de la cama y toma mi mano al igual que Oz.
—Una noche te conté cómo terminé siendo el hombre que conociste hace dos años, pero desde el día que llegaste a mi vida me recordaste lo que se sentía ser amado, tener un hogar y esforzarme más para proteger a alguien.
Jamás había escuchado a Isma hablar de esa manera en este tiempo, hemos tenido algunas conversaciones personales, pero creo que nunca lo sentí tan sincero, es como si hablara derribando todas sus barreras.
—Me refiero a que no quiero que pierdas tantos años como yo ahogada en el dolor y la ira Ragnar, tú me hiciste ver que podía amar y ser amado otra vez, ahora el dolor es insoportable, pero si te das la oportunidad de abrirte a otros sanarás las heridas.
—No sé si pueda hacerlo, tú sabes mejor que nadie cómo eran las cosas Isma, ella era mi luz y por ella lo di todo, pero con su partida se fue mi felicidad y mi alegría.
—Pequeña, tienes a tres hombres en esta casa dispuestos a devolverte la alegría, eso sin mencionar al ejercito fuera de estas paredes que harían un circo para ti.
Ver a esos dos reunidos diciendo todo esto solo me hacía querer llorar más y ellos me abrazaron a la vez haciéndome sentir un poco de calidez en el corazón. Quiero creer en la palabra de todos, quiero pensar que quizá sí tenga otra oportunidad en mi vida, pero hoy no será el día que comience a hacerlo.
—Oz, ¿puedo pedirte un favor?
—No tienes ni qué preguntarlo pequeña, pide lo que quieras.
—¿Podrías sanar mis heridas como hace diez años? —me regala una sonrisa tan bella que quisiera copiarla en este instante.
—Iré a preparar la bañera y sanaré tus heridas, conozco la mezcla perfecta.
—Gracias, lo bueno es que esta vez Isma te ayudará a cambiarme puesto que ya me vio desnuda.
Me levanto de la cama y veo cómo Oz se va colocando eufórico por eso, Isma solo intenta explicarle, pero con cada palabra parece hundirse más. Lo sé, soy cruel, pero al menos quería intentarlo. Cuando veo que Oz está a punto de golpearlo en la cara con esos celos demenciales decido interceder, coloco mis manos en su pecho y levanto mi vista para que me preste atención… Si algo aprendí bien en estos años fue a manejar a los hombres, pero lo mejor era hacer esto con mi cómplice.
—Oz, ¿acaso es más importante eso que sanar mis heridas en este momento? Pensé que lo más importante para ti estar conmigo —hablé profundamente dolida, él cierra sus ojos y ya sé que ha sucumbido ante mí.
Miro a Isma quien está perplejo por su cambio de actitud y le guiño un ojo soltando una muy leve sonrisa, él toma de nuevo un respiro de tranquilidad pues sabe que sus palabras me llegaron profundamente.
—Vamos mi pequeña, esas heridas no sanarán solas y tampoco te dejaré con ese dolor.