18. SILENCIO

1728 Words
Ismael Fue la peor noche que hemos pasado, haber encontrado a Helena de esa forma fue horrible y presenciar el dolor de Ragnar fue desgarrador, ante tal escena todos estábamos en shock, solo con recordar cómo gritaba su nombre y corría buscándola, el estruendo de la puerta y todo lo que dijo en súplicas esos segundos, daba paso a una corriente helada por mi cuerpo retornando mis tormentos. Todos estábamos devastados con esto, los chicos estaban reunidos en el primer piso entre llantos ahogados y un silencio sepulcral, perdimos nuestra luz, pues nuestra Helena murió llevándose a Ragnar con ella. Anoche después de un buen rato de llorar bajo la lluvia cayó desmayada, la tomé en mis brazos para llevarla a su cuarto, sequé su cuerpo y por primera vez la vi desnuda apreciando aquellas cicatrices que cubría día a día de la vista de todos, aquellas que me negaba a ver por respeto a su pudor, mas una cosa era que mis hermanos lo contaran y otra fue ver con mis propios ojos esas heridas. Ella despertó al cabo de unos minutos llorando en silencio con su mirada perdida, recordando, supongo yo, ese instante, la vestí con ropa seca y la dejé en la cama un rato en lo que me cambiaba y llamaba a Marc para contarle lo que había pasado. Él quería venir en seguida, pero lo persuadí de no hacerlo, debía dejarla a solas un tiempo pues era la primera vez que ella experimentaba ese dolor y debía sentirlo por completo. Soy cruel por pensar eso, pero no muevo los hilos de la vida ni del destino. Me comuniqué con Frank para decirle lo ocurrido y me informó que a Helena le harían la autopsia hoy dando el resultado al anochecer, una movida rápida que hizo Marc por petición mía. Regresé con Ragnar quien estaba sentada en mitad de la cama, recogí los vidrios del suelo y fui con ella, está bien que debía sentir y pasar por este duelo, pero no por eso la dejaría sola. —De saber que esto ocurriría habría hecho lo que fuera por evitarte este dolor, porque sé lo que se siente —acomodé mi mano sobre la suya dejando una caricia. —Nunca lo dije a nadie y los únicos que lo saben son mis hermanos que éramos muy cercanos en ese momento. Todo esto abrió esa vieja herida y sentí la necesidad de decirlo en voz alta por primera vez en muchos años. Tenía una esposa y dos hijas hermosas, un día alguien entró a mi casa, tomaron a las personas que más amaba y les hicieron lo mismo que a ella. Mientras me golpeaban hasta caer inconsciente, me obligaron a ver todo lo que les hacían, todos gritábamos en ese dolor y entonces desperté horas después, me encontraba muy mal y difícilmente pude levantarme, seguí el rastro de sangre hasta el jardín y las vi desnudas, golpeadas, ultrajadas… estaban muertas. Me volví alguien déspota y me aparté de mis hermanos para ahogarme en mi propio dolor, aunque ellos nunca se apartaron de mí a pesar de que les gritara y los tratara cruelmente. Luego de un mes, Marc y Oz me insistieron para que me fuera a otro sitio y no estuviera como alma en pena en mi propia casa, pero en medio del sepulcral silencio planeaba mi venganza contra aquellos que les hicieron eso. Fue Oz quien descubrió mis planes un día cuando había decidido sacarme de ahí y al ver mi oscuro deseo marcado en mi rostro, tomó las armas que había sobre la mesa y supe en su obscuro mirar que él estaría conmigo hasta el final. Ambos compartíamos vivencias marcadas de sangre y ahora que la vida me daba el mismo golpe al arrebatarme a las mujeres que amaba, él volvería a ser mi compañero de caza para ejecutar mi sed de venganza. Había encontrado por mi cuenta a los responsables de la masacre y entre los dos llegamos hasta su guarida dejando un reguero de cadáveres por doquier, sin embargo, al tener frente a mí al infeliz que ejecutó la orden y el sufrimiento de mi familia, retiré mi pasamontaña para que mi rostro cargado de odio fuese su última vista, un movimiento que me salió caro pues hubo un testigo que logró identificarme y, por consiguiente, debí escapar. Oz y yo tratamos de atrapar a la persona, pero no fue posible y al día siguiente la policía estaba en mi casa buscándome, llegaron más rápido para atrapar al vengador que al asesino… qué ironía. Fue así como terminé en este pueblo llegando a cambiar mi nombre por sugerencia de Oz, algo que sigo recriminando hasta hoy por lo estúpido del nombre, pero debo admitir que resultó efectivo porque nadie de mi pasado ha logrado encontrarme, además que me permitió vivir lejos de todo y todos, incluso de mis hermanos llegando a tomar una gran distancia entre nosotros. —Ese día mi vida cambió convirtiéndome en lo que soy, así que sí, comprendo bien tu dolor Ragnar. Tomé su rostro y la hice mirarme, en sus ojos me vi a mí mismo hace años, sabía lo que sentía, lo que pensaba e incluso lo que haría. —El día que llegaste comenzaste a cambiar mi vida, bien sabes que te quiero demasiado, eres mi adoración, mi otra hija y haría lo que sea por ti —limpié un par de lágrimas derramadas en ella. —Es por eso que te daré mi cuerpo como herramienta, te prometo que buscaremos y encontraremos a los responsables porque ambos conocemos al autor de esto, y yo te ayudaré a vengarte por lo que hicieron. Sus ojos reflejaron el odio, el dolor y la sed de venganza, solo quedaba un alma negra y un corazón putrefacto por una acción tan atroz, ahora éramos dos viviendo en esta oscuridad. (...) Narrador omnisciente El cielo seguía oscuro pues la tormenta aun no terminaba, Ragnar pasó ese jueves siete de agosto encerrada en su habitación y al saber que Ismael le ayudaría en su venganza, planeaba cada paso eso con lujo de detalles, a su vez tomaba las cosas de Helena y se paseaba como un fantasma entre esas paredes mientras el dolor salía de sus ojos sin cesar ni piedad. Llegada las once de la noche, tomó las llaves de su auto el cual repararon ese día entre los chicos del gimnasio y partió a la morgue en silencio, encontró al médico forense, el Doctor Bune, junto al alguacil Frank, ella entró en completo silencio vestida de n***o, pero esta vez llevaba algo en su mano aferrado con intensidad. Ellos la saludaron, pero no recibieron respuesta alguna de su parte, pues estaba viendo la camilla donde reposaba el cuerpo de aquella mujer que había muerto en sus brazos cubierta por una sábana blanca. —Ragnar no deberías estar aquí, por favor deja todo en nuestras manos para encontrar a los responsables y hacer justicia por lo que le hicieron. —Lo dejé en sus manos Frank y en la de sus hombres, pero en vez de regresarla a mí, esos sujetos la trajeron tirándola como si fuese una cosa inservible, así que no, aquí no hay justicia Frank, esta noche empieza el infierno para este maldito pueblo. Su voz fue tan fría y profunda que era empujada, no por oxígeno, sino por odio y dolor, lo que provocó un escalofrío en el cuerpo de los hombres. —Dígame lo que le hicieron doctor Bune, no omita detalle alguno y dígalo de una forma cruda, no en términos médicos. Mientras ella retiraba la sábana de un solo golpe, el doctor empezó a relatar: La Señorita Helena D'Porti Ferrer presentó múltiples golpes en su rostro, brazos, abdomen, espalda y piernas producidas por varios objetos, quizás varillas de acero además de los golpes hechos directamente por una o varias personas. Se encontró cicatrices de quemaduras de cigarrillos en diversas zonas de su cuerpo con mayor concentración en sus genitales, tórax y pies., cortes con múltiples objetos en el abdomen, espalda y genitales. También se encontraron marcas de mordeduras en sus brazos y piernas, su rostro fue golpeado en múltiples ocasiones, algunos dedos de sus manos estaban fracturados, seis en total y también posee marcas en su cuello que indican fue asfixiada. Finalmente, fue violada en el área anal y vaginal provocando desgarres comprometedores, se encontró ADN de cuatro hombres en sus uñas además de la zona genital, lo cual indica que estuvo peleando hasta el último instante. Ella solo observaba el cuerpo inerte en aquella camilla, sin luz, sin vida, sin nada. Detalló cada parte de este, cada herida a su vista y una vez el doctor terminó ese recorrido de las últimas horas de vida de ella, Ragnar abrió su mano tomando el collar en forma de sol, lo colocó en su cuello y acomodó de tal forma que quedara central en su pecho. —Lo arreglé Helena, ahora podrás lucirlo como se debe, como solo tú puedes hacerlo —murmuró en los labios de su amada. —Feliz cumpleaños cielo, te prometo que cuando todo esto termine, el sol saldrá y volverá a brillar para ti. Adiós Helena, te amo. Sacó de su campera un empaque con el vestido amarillo de flores que tanto amaba, lo dejó encima de su cuerpo y volvió a cubrirlo por completo con la sábana. —Ya sabe qué hacer doctor Bune. Su solicitud ya fue cumplida y su p**o transferido, gracias por sus servicios —el hombre dio el aval con su cabeza en silencio. —Ragnar espera —pronunció Frank al verla en la puerta a punto de irse. —¿Qué harás ahora? —No te preocupes, pronto lo sabrás —salió de ese lugar decidida a cumplir su promesa. El doctor tomó la camilla llevándola al horno para cremar el cuerpo, pero el alguacil Frank lo intenta detener pues sabe que no está permitido destruirlo mientras el caso se mantenga vigente. —¿Está loco? la investigación sigue abierta; no puede hacer eso. —Se equivoca alguacil Frank, el caso está cerrado y yo solo sigo órdenes —responde el doctor Bune taciturno. Tras decir esto, empujó la bandeja, cerró la puerta y aumentó las llamas que acabarían con la última prueba de dolor del cuerpo de Helena.
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