Ragnar
—Ragnar… amor…
Siento mi cuerpo pesado, el olor a sangre intoxica mis fosas nasales y mis ojos arden, es como si hubiera llorado por días seguidos.
—Amor… ven por mí, te lo suplico… ven por mí…
Escucho la voz de Helena llamándome, el suplicio abarca cada letra arrastrada de su debilitada voz, duele, mi cuerpo duele con cada palabra de ella.
—Por favor… ayúdame… sácame de aquí…
Intento gritar su nombre para que me diga dónde está, pero mi voz se niega a salir, mi garganta está muy lastimada y mi corazón se cuartea en mil pedazos sin llegar a separarse, todo para que un ente invisible lo siga pisoteando incrementando nuestro suplicio y entonces, una imagen fugaz de ella desnuda bañada en sangre aparece frente a mí.
—¡Helena! —un grito que sale en un susurro.
Ella torna su rostro a mí, pero lo que veo es peor de lo que llegué a imaginar, es como si todas mis cicatrices ahora estuvieran en su piel dejando que la sangre fluya en cientos de fuentes que acaban con su vida y su faz ahora yace malherida, sus maravillosos labios están agrietados, sus ojos no son perceptibles y con sus últimas fuerzas extiende su brazo hacia mí. Corro tan rápido como el cuerpo me lo permite; pero mil toneladas de un peso invisible imposibilitan mis pasos y su cuerpo pareciera alejarse de mí.
Grito a todo lo que mi garganta da, su nombre y mi súplica para que no se vaya son las únicas palabras conocidas para mí, mi dolor es el crescendo de esta visión y su dolor ahora es el mío, mi cuerpo es el que sangra y no el suyo, la tortura diaria de siete años de vida regresa a mí; sumada al dolor que viví en los ocho años siguientes, pero el flagelo de su ausencia es lo que más desgarra mi alma y mis cuerdas vocales no dan para más ante el peso de esta masa amorfa que cargo por cuerpo.
Una cálida mano toma mi mejilla limpiando los caudales nacientes de mis orbes y un aroma a flores me invade… Girasoles… Una tela amarilla se mece frente a mí pero no hay viento que la haga danzar tan pacíficamente, mas dicha mano levanta mi rostro dejándome ver el azul veraniego de su mirar. No sufre, no llora, no tiene ni una sola herida, pero sí una sonrisa prodigiosa, celestial, una tan utópica que me parece imposible de creer y es entonces cuando lo comprendo, la visión más maravillosa del mundo que se traza frente a mí es mi pesadilla.
—Amor… —su voz es paz, su sonrisa es un adiós…
—No te vayas —supliqué entre lágrimas de sangre. —quédate conmigo Helena.
—Te amo con toda mi alma.
—¡¡HELENA!!
Despierto agitada con el corazón latiendo a mil, mis pulmones ruegan por aire como si todo el que robaran no fuese suficiente y mi cuerpo tiembla como hace muchos años no lo hacía, esa pesadilla fue horriblemente dolorosa, fue el maldito infierno para mí. Me levanto colocando agua en mi rostro para tranquilizarme un poco, al salir del baño veo en el reloj que son las cuatro de la madrugada, repaso mi vista por esta habitación que se halla vacía y a la vez llena de los recuerdos que hemos hecho.
Intento esquivar mis pensamientos y mi sueño al ver en la ventana la lluvia caer embravecida, la misma que habita en mi corazón de la impotencia por no saber dónde está, si estará bien... o si está igual que en mi sueño. Hoy estaríamos celebrando su cumpleaños, se supone que hoy conversaríamos de nuestro pasado y le entregaría el regalo de una nueva vida juntas en nuestro hogar, uno que haríamos con gran felicidad lleno de girasoles para que nunca volviera a entristecer.
Dos malditos días, cuarenta y ocho horas sin saber de su paradero y yo me consumía con cada segundo en la miseria de mi odio, dolor e impotencia. De nuevo siento el mortal frío recorrer mi cuerpo, es igual a esa noche que escapé ¿Será que ella también será libre como yo en una noche así? Dos malditos días sin ella y mi vida se acaba en su ausencia.
Sirvo un vaso de agua y vuelvo a ver la lluvia que va con más fuerza que hace unos minutos, de seguir así su búsqueda se complicará mucho más y cualquier huella quedará borrada. Entonces un auto n***o se estaciona afuera de la casa, un hombre baja cargando algo entre sus brazos y lo arroja al ante jardín, sube rápidamente y el auto sale a toda velocidad. Trato de identificar qué es lo que arrojaron y siento mi corazón detenerse al verlo con claridad, mis ojos se abren horrorizados al presenciar mi mayor terror personificado, dejo caer el vaso al suelo y el frío congela mis venas.
—¡¡¡HELENA!!!
Corrí escaleras abajo tan rápido como el cuerpo me lo permitió para ir por ella, quiebro esa maldita puerta que me separa de su lado y me tiro arrodillada al suelo al verla boca abajo tratando de moverse, su ropa tiene sangre, aun con la lluvia ese repulsivo olor lo reconocería fácilmente. La acomodé boca arriba, su rostro y cuerpo están brutalmente golpeados y mis lágrimas salen con desesperación, mi cuerpo tiembla demasiado al verla de esa forma, su bello rostro está desfigurado por los golpes, tiene sangre por todas partes que parece ser limpiada por el raudal sobre nosotras, su ropa está rasgada, lo que me indica que ha sido violada y su cuerpo está inflamado, pero es ella, es mi Helena.
—Helena mírame, mírame cielo —hace un esfuerzo por abrir sus ojos, pero es igual que en mi sueño. —Estarás bien, necesito que resistas un poco más, te prometo que estarás bien —mis palabras corrían desesperadas.
Helena intenta moverse, pero sé que todo su cuerpo es un cúmulo de dolor agonizante para ella.
—¡Llamen una ambulancia! —le grito a los chicos que están en la entrada y regreso la mirada a ella. —Helena te lo pido, te lo suplico, aguanta un poco más, sé que te pido mucho pero hazlo por favor, te juro que cuando todo esto acabe nos iremos lejos de aquí, haré lo sea para ayudarte, pero quédate a mi lado.
Mi corazón solo se quebraba con cada segundo congelado en este espacio, no podía detener mis lágrimas, este dolor se hacía peor y mi rabia solo podía igualarla. Intenté recordar todas las lecciones que me dieron de medicina y estas parecieran haberse borrado porque no lograba recordarlas, mi cabeza era un caos ante la imagen yaciente en mis brazos. Traté de levantarla para ingresarla a la casa, mas un ahogado grito emergió de ella destrozando mis nervios.
—No más… —susurró enronquecida entre doloridas lágrimas disueltas por la lluvia.
—Lo siento amor, lo siento lo siento.
Me paralicé, mis nervios acababan conmigo y una terrible culpa se apoderó de mí al haber incrementado su dolor obligándome a dejarla en este lugar.
—Ragnar... necesito...
—Calla cielo, guarda esa energía que pronto vendrán por ti y vas a estar bien, solo quédate conmigo —maldita impotencia, malditos aquellos que le hicieron esto.
—¿¡Dónde está esa jodida ambulancia!?
No sabía si les gritaba a ellos, a la nada, a quien sea que me ayudara a salvarla, yo no podía usar mi auto ni el de Ismael porque alguien había reventado las llantas el día anterior y el cuerpo tampoco me respondía para moverla nuevamente solo de pensar en cuánto sufriría una vez más.
—Ragnar, amor... por favor... prométeme algo —mencionó con dificultad, su voz parecía más apagada.
—Te prometo lo que quieras Helena, pero quédate a mi lado, te lo suplico.
Le decía acunando una mano cerca de su rostro, no quería lastimarla nuevamente, pero este dolor en mi ser estaba aumentando con cada segundo que pasaba.
—Prométeme... que cuidarás de él.
—Te lo prometo Helena, te prometo lo que sea, lo que sea cielo, te amo Helena, te amo, por favor no te vayas te lo suplico —dejo un beso en sus labios con tanto dolor, ella sabía a sangre, a sufrimiento... a muerte…
—Ragnar…
—Por favor perdóname, sé que dije que te mantendría a salvo pero te pido que resistas, te amo Helena, no quiero perderte —una leve sonrisa se dibujó en su fracturado rostro.
—Te amo...
Mi cuerpo se paraliza y mis ojos se abren aterrorizados ante la realidad que no deseo en nuestras vidas, al ver su mirada estática… vacía.
—¿Helena…? Helena despierta… Helena no me hagas esto —intento sacudirla para hacerla reaccionar, pero no pasa nada.
—Por favor Helena; te amo, te lo prometo, pero despierta por favor; quédate conmigo.
Me aferré a ella con todas mis fuerzas pensando que en el dolor que provocaba a su cuerpo la traería de regreso conmigo.
—Te lo suplico, no me dejes, no te vayas.
Parece imposible y aun así era capaz de aferrarme a su piel a la vez que la vida se desvanecía en mis manos… en mi ser...
—Te amo, por favor regresa Helena… regresa…
Besaba su rostro y sus fragmentados labios gritando entre mi fluvial lacrimoso y dolorido cuánto la amaba, suplicándole que volviera a mi lado, pero mi cuerpo lo sabía, mi corazón lo sentía, ella se había ido y este maldito dolor era lo que quedaba…
Las luces rojas y azules iluminaron mi alrededor indicándome que, muy tarde, llegó la policía y la ambulancia, las manos de Isma estaban en mi cuerpo, su voz se perdía entre la colisión raudal contra el pavimento y mis desgarradores gritos suplicantes por el regreso de la mujer que iluminó mi vida con su amor, su belleza y las sonrisas que no volveré a ver.
—Pequeña tienes que dejarla ir.
—¡No! ¡No! —en quebrantada voz la aprehendí con más fuerza.
Intentaron separarme de ella, pero no quería apartarme de su lado ¿Cómo hacerlo si ella es mi amor y la mujer que me abrió las puertas a una vida diferente? Ismael tomó mi cintura y en cada brazo estaban Matt y Peter sosteniéndome los tres en este infierno e impidiendo que fuera tras los hombres que llevaban el cuerpo de la mujer que amaba. No podía soportarlo, esto me superaba como nunca nada lo había hecho hasta ahora. Ismael tiró de mí con tanta fuerza, que me hizo girar haciendo que terminara en su pecho y me aferré dejando salir todo esto que me ahogaba, en lo que él me abrazaba impidiendo que lo poco que quedaba vivo en mí se fuera con ella.
—Llora pequeña que no me iré de aquí, deja salir un poco tu tormento —susurró en mi oído como si comprendiera el dolor que abarcaba mi alma.
¿Por qué tenía que pasar esto? Se suponía que estaba haciendo todo bien, ella era una buena persona y una mujer increíble, jamás hizo daño a nadie.
¿Acaso su único pecado fue amarme?
¿Acaso yo fui la causante de su muerte?
Tan solo me queda este inmenso dolor, una ausencia que no se llenará con nada y el horrible recuerdo de verla morir en mis brazos llevándose mi vida, mi alma y mi corazón con ella…
Ahora mi luz se apagó igual que una vela…