Max
Todavía no puedo creer que me quedaré una semana en su casa, jamás había venido por mucho que se lo pedí y ahora que había salido ese viaje de mi tío, no iba a desaprovechar la oportunidad, me tomó una noche completa convencerlo, pero bien valió la pena.
Me termino de arreglar para ir a dormir vistiendo una camiseta y sudadera azul ya que está haciendo un frío más fuerte en este otoño, al salir, veo a Ragnar sirviendo una infusión de menta, me ofrece con un poco con miel y acepto encantado. Poder verla de esta forma es increíble, no por la ropa, ya que lleva un buzo y sudadera negra, sino por estar en un ambiente más personal, hablamos un poco y luego cada uno va a su habitación para dormir.
Creo que se veía más emocionante todo cuando lo pensé, hasta creí que no me pasaría, pero aquí estoy sin poder descansar, ya es media noche, tengo de nuevo ese ataque de ansiedad y no sé qué hacer, no quiero molestarla, pero estos pensamientos están torturándome como lo hacen siempre en mis pesadillas.
Salgo con un poco de temor, no sé si a su reacción o al cúmulo de recuerdos, me quedo en la puerta viéndola dormir de espaldas a mí, no sé cuánto tiempo pasa, pero me siento muy mal, mis manos están temblando y tengo miedo.
—¿Te quedarás como una estatua toda la noche viéndome o vas a hablar? —su voz fue mi salvación.
—Lo siento, es que no puedo dormir —intento no sonar tan nervioso, por no decir asustado.
—¿Qué ocurre?
Ella se sienta haciéndome señas para que entre y me acerque, menos mal porque cada vez soporto menos.
—Es complicado, simplemente no puedo dormir —no quiero hablar del tema, pero tampoco quiero estar solo. —Sé que te pido mucho, pero… ¿podría… podría dormir contigo? —te lo pido, di que sí.
—Espero que no vayas a patearme o te tiraré de la cama y en el peor de los casos te pondré a dormir en el balcón.
No lo pienso dos veces, me acuesto de inmediato a su lado antes de que se arrepienta y cubro un poco mi rostro con el cobertor para evitar llorar.
—Si quieres puedo traerte leche tibia con canela, eso te ayudará a conciliar el sueño.
—No gracias, así estoy bien —intento sonar firme, pero mis nervios no ayudan mucho.
—No lo estás, tiemblas bastante y tu voz es ahogada ¿Sufres de terrores nocturnos?
—Solo es un mal recuerdo, intento que no me afecte pero a veces no puedo controlarlo y sí, ya sé que soy un tonto por eso, no es necesario que lo digas.
—No lo iba a hacer, mírame —lo hago y ella acuna su mano en mi mejilla, es tan suave y cálida aun siendo tan fría.
Nos quedamos mirando en silencio, sin palabras, sin tiempo ni espacio, solo los dos, ella me da una caricia con su pulgar y yo me pierdo en sus místicos ojos color noche, no sé en qué momento sentí que todos mis miedos desaparecieron y mis ojos fueron cerrándose poco a poco hasta perderme de todo.
…Esos gritos otra vez, el olor a alcohol, tabaco y algo más, escucho sus pisadas, se está acercando.
Me despierto agitado, ella está frente a mí sin decir nada y la abrazo con fuerza y me tumba de nuevo en la cama sin soltarme. Solo quiero olvidarlo todo, no quiero volver a recordar ese momento, quiero dormir en paz.
—Tranquilo, todo está bien ¿quieres decir lo que soñaste? —niego con mi cabeza aun teniéndola escondida en su cuello.
No tengo voz para decirle nada, no quiero recordar nada, sé que está a mi lado acompañándome, pero hablar es lo último que deseo hacer en este momento.
—No te preocupes, me quedaré despierta hasta que vuelvas a dormir.
Ella acaricia mi espalda y cabello con suavidad haciéndome sentir a salvo, el olor de su cuello a menta y lavanda es relajante, no sé cuánto tiempo pasa, pero me dejo llevar por todo esto quedándome nuevamente dormido.
Está todo oscuro, no puedo ver nada, me siento tan solo y perdido, no sé dónde están todos.
—Mírame —es su voz, la busco por todas partes pero no logro verla. —Mírame.
—No puedo verte ¿en dónde estás noche?
—Mírame.
—No puedo verte —empiezo a llorar como un niño pequeño.
—Mírame Max.
Recuerdo que ella suele estar frente a mi cuando dice esa palabra, alzo la vista y aunque no puedo verla, levanto mi mano como si tocará su rostro y ella aparece, sus ojos de sirena están ahí… mi noche.
Abro mis ojos dándome cuenta que sigo en su cama, me siento buscándola alrededor con la mirada y la encuentro sentada en un sofá leyendo junto a la ventana.
—¿Pudiste descansar?
—Sí, gracias —respondí avergonzado. —Ragnar yo...
—Si no quieres hablar del tema no lo hagas, tus motivos tendrás, cuando quieras hacerlo te escucharé.
—Seguro tu vida sería mejor si no estuviera en ella —reflejé cabizbajo.
—No sé si mejor, pero sí diferente.
—¿Prefieres que salga de tu vida? —susurré.
Ella se acerca sentándose junto a mí y levanta mi rostro al tomar de mi barbilla, siento que moriré solo de pensar en su respuesta.
—Primero, nunca bajes la cabeza ante nadie, siempre con la frente en alto y segundo... —hace un corto silencio meditando esas palabras que me angustian más.
—Si haces un buen desayuno, quizás no te deje durmiendo en el balcón por la noche.
Sonrío al darme cuenta que solo sus palabras pueden hacerme el hombre más feliz o más desdichado del mundo. Tomo su mano que seguía en mi barbilla y dejo un suave beso en su muñeca.
—Te haré el desayuno más delicioso que hayas probado jamás.
No volvimos a tocar el tema de anoche, desayunamos y nos fuimos al taller, luego de saludar a todos me quedé con Liam y Robert que estaban arreglando unos autos e iban explicándome sobre el daño que tenían y otras cosas más. Entre todo eso me dio algo de curiosidad sobre el pasado de ellos, ya sabía que eran hermanos de Ragnar y que ella y Rob fueron adoptados, pero quería indagar un poco más.
—¿Cómo era Ragnar cuando estaba pequeña? es decir, ¿siempre fue así o era más alegre?
Ellos se quedan viendo entre sí y de nuevo ese aire de tristeza aparece, sobre todo en Liam, es como si recordara algo malo.
—Ella siempre fue muy seria ¿por qué la pregunta? —dice Rob.
—Curiosidad, ella no suele hablar de su pasado, algunas veces los ha mencionado al igual que a sus padres y tíos, pero no dice la gran cosa.
—Max, eres un gran chico y te agradecemos mucho por estar en la vida de nuestra hermana, pero hay cosas que es mejor no tocar, si quieres saber más deberás preguntarle a ella, por nuestra parte no es mucho lo que podamos contar —contesta Liam conflictuado.
—¿Lo dices porque pasó por algo muy malo?
—Siempre he dicho que eres demasiado inteligente —responde en lo que me regala una ligera sonrisa que parece más una mueca y pasa su mano por mi cabello.
—A ella le gusta mucho leer, pero más le gusta que le lean cuando ve por la ventana, es algo que la relaja —manifiesta Rob sorprendiéndonos a ambos. —¿Sabes? tal vez sí podamos contarte algunas cosas de ella, solo no le digas que te dijimos —asentí con una gran sonrisa y me sienta en el capó de uno de los autos.
Ellos se acomodaron a mi lado y comenzaron a contarme de las veces que iban a acampar y se tiraban de una cascada, entre otros paseos familiares, también, Rob me recomendó algunos libros que eran los favoritos de ella, Liam por su lado me contó sobre algunos de sus dulces favoritos y las veces que cocinaba con su mamá. Poder saber todas esas cosas me hizo sentirme más cercano a ella, quise indagar un poco sobre ese evento oscuro de su pasado, pero ellos se negaron rotundamente a decírmelo, espero que algún día ella pueda contarme todas esas cosas de su vida, incluso de los malos momentos, lo que me hizo pensar que quizás si le comento un poco de lo mío ella me cuente algo.
Al salir del trabajo dejamos a Vero en su casa y luego seguimos a la de Ragnar, hicimos la cena entre los dos y cuando estábamos comiendo me quedé pensando en todo lo ocurrido anoche, si ella es mi amiga al menos debería tener la confianza de contarle esto, creo que se lo debo después de haberme ayudado.
—Noche, creo que te debo una explicación de lo que pasó.
—Ya te dije que no tienes que forzarte a decir algo que no deseas.
—Pero sí quiero hacerlo, al menos a ti quiero decírtelo.
Ella me dijo que esperáramos hasta después del baño y así lo hice, cuando ya estaba arreglado para ir a dormir ella preparó una infusión para los dos con manzanilla, limoncillo y miel, nos sentamos en el sofá y le conté que desde muy pequeño he tenido esas pesadillas donde sueño con mi progenitor, de hecho, es el único recuerdo que tengo de él y es un poco borroso. En ese entonces vivía con Helena en otro lugar, recuerdo que él entró a la casa tirando todo, olía a tabaco y alcohol, pero también hay otro aroma que es similar al hierro, aunque no estoy seguro, ella lloraba y temblaba mucho, había muchos gritos y golpes, lo último que viene a mi mente es cuando ella me envolvió con una manta, me puso en sus brazos y salió corriendo conmigo a toda velocidad.
—Creo que algo más pasó esa noche, algo muy malo, pero no me atreví a indagar más y le dije a mi tío Dániel que mejor en unos años usáramos la hipnosis o algún otro método para saber, pero no quería perturbarme más con eso, sin embargo, no puedo evitar tener esas pesadillas.
—¿Estás seguro que realmente deseas saber lo que pasó?
—No lo sé, pero creo que si llego a recordarlo, entonces será más fácil intentar superarlo.
Ella no opinó nada sobre eso, solo dijo que pensara bien esa pregunta y más adelante tomase una buena decisión. De hecho, unos años después lo hice y gracias a esas sesiones de terapia pude saber la verdad de todo, pero nunca le dije nada a ella ni a mi tío y mucho menos al terapeuta, llegué a mentirle para que no le dijese nada, ese sería un secreto entre mi madre y yo.
Al llegar el momento de dormir no sentí ansiedad por esos pensamientos, sino que la carga se había aligerado, aunque una terrible necesidad de verla descansar surgió de mí, como si quisiera proteger su sueño de la forma en que ella hizo conmigo, fui a su habitación y me quedé en el marco de la puerta viéndola dormir unos minutos, se veía tranquila.
—Pequeño pervertido… ¿Sí sabes que eso es acoso? —solo ella me saca una sonrisa con comentarios así. —¿Otra vez las pesadillas? —fui a su lado a pesar de no tener su permiso para ingresar.
—¿Puedo dormir contigo? —entrecerró sus ojos inquisitivamente.
—Tengo el presentimiento de que me harás comprar una cama más grande.
—Eso lo puedo solucionar —me acosté quedando abrazado a ella perdiéndome en el aroma de su piel al esconder mi rostro en su cuello.
A la mañana siguiente despierto sin soñar nada por primera vez, la veo dormida frente a mí y aún siento su aroma, su brazo rodea mi cintura, se le ve muy tranquila y su respiración es calmada, alcanzo a ver que su camiseta se ha subido un poco así que decido bajarla con cuidado para abrigarla.
—Pequeño pervertido —diablos, no puede ser.
—No es lo que piensas noche, de verdad, yo solo estaba bajando tu camiseta —eso no se escuchó nada bien.
—Me acosas desde la puerta ¿y ahora intentas tocarme? Tu tío en serio es una muy mala influencia —se sienta estirándose un poco y lo que era un bonito momento ahora se ha vuelto malo. —Buenos días pervertido.
Me basta con ver sus ojos en cuanto los abre para saber que va a molestarme el resto de la semana con eso.