Ragnar
La noche es agradable y se siente mejor desde este balcón acompañado con un buen café, al menos tengo que admitir que Marcus tiene excelente gusto. No puedo evitar recordar lo que pasó en ese parque, justo cuando pensaba en todo lo ocurrido el último mes aparece él, dudé un poco si dejarlo acercase o no, pero al final accedí y en ese instante que lo tuve frente a mí pude detallarlo como no lo había hecho en estos días, ni punto de comparación a la foto, tiene el cabello castaño oscuro un poco largo y con rizos en las puntas, su piel es muy blanca, incluso más que la de ella, tiene facciones muy bellas en su rostro y sus labios son ligeramente gruesos y rosados.
Realmente no tiene mucho de Helena, de hecho, no tiene casi nada, pero lo que más me impactó fueron sus ojos azules, estos no son como el cielo, sino como el océano con un azul degradado, son oscuros e intensos, en el borde se podía apreciar incluso una tonalidad casi negra, nunca vi unos ojos como esos, es increíble las combinaciones que se pueden encontrar en alguien con heterocromía.
En el momento que lo vi sonrojarse al decir esas dos sencillas palabras “a ti” tuve una sensación extraña, era un poco gracioso verlo de esa forma, pero me preocupa su poco cuidado con los desconocidos, se nota que es un chico inteligente, la forma de expresarse e incluso la frialdad con la que habló denota los problemas de la niñez, prácticamente debió ser un adulto siendo un niño.
Solo espero no arrepentirme de esto, pero ya la moneda está en el aire.
(...)
Parqueo la moto cerca del lugar, decidí llegar media hora antes por si cambiaba de parecer y así daría cualquier excusa por muy simple que fuera, me voy acercando al banco cuando escucho su voz.
—Hola noche.
Giro y veo que está con esa gran sonrisa en el rostro, la misma que me dio al despedirse, tiene un jean azul y una camiseta verde con zapatillas azules.
—¿No dijiste que nos veríamos sobre las tres?
—No me gusta hacer esperar a nadie, prefiero ser yo quien espere y así puedo hacer otras cosas mientras tanto, y lo mismo podría preguntarte ¿qué haces aquí tan temprano? —chico astuto.
—Tampoco me gusta hacer esperar a otros ¿Qué traes allí? ¿recién sales de la escuela?
—Ah, no, es solo un cuaderno de dibujo, así pasaría el tiempo en lo que te esperaba, las cosas del colegio están en casa.
—¿Y tus tareas?
—Ya están hechas así que no hay problema, no me gusta quedar con pendientes, el señor de los helados aun no llega así que si quieres podemos quedarnos aquí, dar una vuelta o ir al café que está en la esquina ¿Qué te gustaría? —parece que alguien se encargó no darme la oportunidad para usarlo de excusa.
—Tú estás invitando y esta es tu zona, así que guíame.
De nuevo lo veo poner esa gran sonrisa de ilusión y... ¿Acaso yo...? No, imposible.
—De acuerdo, entonces vamos a la cafetería en lo que baja el sol y luego regresamos, podemos comer un postre y luego el helado, a menos que estés a dieta como otras chicas.
—Solo estaré a dieta si tu bolsillo no puede pagar mi cuenta enano.
—Oye, no soy enano, tengo excelente estatura para mi edad, quizás no tenga el físico pero no soy enano.
—Eres un enano para mí, así que sigue o terminaré siendo carne asada por tu culpa, enano.
—Ash, bien, sígueme —es gracioso verlo voltear los ojos, al menos podré entretenerme molestándolo un poco.
Llegamos a una cafetería que efectivamente estaba en la esquina, se veía acogedora, nos sentamos en una mesa un poco apartada y él ordenó un capuccino de vainilla con torta de limón y helado de vainilla para cada uno, según dijo, era uno de sus postres favoritos y una gran recomendación en ese lugar. Siento como si ella le hubiese dicho algo sobre mí, pero lo dudo, él no sabe ni siquiera mi nombre.
—Y dime noche, ¿qué tal estuvo tu día? —...de nuevo ese apodo.
—Nada interesante, trabajo, estrés y algunos regaños, lo habitual ¿y el tuyo?
—Tampoco nada interesante, clases aburridas, profesores idiotas y estudiantes con problemas en casa que solo quieren hacerse los chulos y duros.
—Básicamente como cualquier otra escuela ¿y qué pensabas dibujar mientras me esperabas? —tras eso, lo veo tensarse reluciendo el sonrojo en sus mejillas.
—Bueno, era solo una tontería para pasar el rato, ya sabes.
—Mentiroso, si fuese una tontería no te habrías tensado ni estarías sonrojado —abre sus ojos con su mirada fija en mí.
—Amm... bueno... yo...
—Relájate o me vas a mal acostumbrar con esas provocaciones —tensión y sonrojo ¿acaso este chico es así de tímido para todo?
—Lo siento... yo... quería terminar un dibujo que empecé a hacer en clase.
—¿Puedo verlo? —otra vez su combo por dos, creo que esto será muy entretenido.
—¿Prometes no burlarte como los demás? —dice apenas cabizbajo.
—Te lo prometo.
Abre su block enseñándome una página y me percato que fue de ayer en el parque desde la perspectiva de él. Es increíble el talento que tiene con solo once años, sus trazos son perfectos y es bastante realista, me encuentro sentada mirando al cielo con una perspectiva de perfil.
—Tienes talento, de verdad es muy bueno.
—¿En serio te gusta?
—Sí, es impresionante que alguien de tu edad haga una imagen tan realista con solo un recuerdo, esa memoria fotográfica no suelen tenerlo muchos.
—Gracias —vi en sus ojos un brillo de ilusión, uno que conocía bien.
Seguimos hablando de sus dibujos y demás cosas triviales. Alrededor de las cuatro volvimos al parque a caminar un poco, él hablaba de muchas cosas sobre su escuela, su familia y lo solitario que se sentía al no tener a alguien con quien compartir de su edad, prácticamente era muy niño para los adultos y muy adulto para los niños. Yo apenas y hacía alguna pregunta, me causaba curiosidad todo lo que tenía por decir, al aprender más de él conocía a su vez la otra vida de Helena, pero sobre todo la de su hijo, veía el mundo a través de sus ojos, algo que poco a poco me resultaba más fascinante.
—Buenas tardes ¿qué sabores tiene de helado?
—Buenas tardes joven, hay chocolate, fresa, vainilla con galleta, mora, pistacho y caramelo.
—A mí me da uno de pistacho y mora por favor ¿Tú qué quieres noche?
—Que sean dos iguales por favor.
Nos entregan los helados, cual prometido él cancela y nos dirigimos a una mesa a comer.
—¿Dónde aprendiste a comer de esa forma? porque los niños no suelen pedir sabores así.
—¿Sorprendida? Fue por mi madre, a ella le gustaba preparar postres de todo tipo, así que aprendí a degustar diversas combinaciones gracias a ella —dice con altivez y orgullo.
—Interesante, debieron tener una excelente relación al hablar tan bien de ella —rápidamente salió a relucir esa cara de melancolía.
Todo esto ya me estaba dando una mala espina, estoy segura que debe haber algo más allá de su partida.
—No en realidad, ella prácticamente estuvo alejada de mi vida, llamaba todas las semanas y me visitaba dos veces al mes, pero nuestra relación no era tan cercana. Sin embargo, cuando ella cocinaba la hacía feliz, en especial al hacer cosas dulces —hace una pausa quedando un poco triste y con la mirada perdida. —Ahora que lo pienso, este último año y medio incluso llegaba más feliz, supongo que tendría a alguien mejor con quien estar.
Ese sentimiento lo entendía bien y lo peor es que ambos éramos causantes de ese mismo dolor en el otro. Lo pensé un segundo y decidí hacer una jugada rápida para hacerlo olvidar ese tema.
—Sabes, para ser tan inteligente sigues siendo un enano que se ensucia fácilmente, avísame si debemos ir a comprar pañales —con mi pulgar limpio el helado de sus labios y lo pruebo.
La verdad no pensé en nada malo fue algo que nació de manera espontánea, pero igual se sonroja por completo, al menos de esa forma no pensará de nuevo en ese sentimiento tan melancólico. Luego de unos segundos, cambia su semblante a uno más serio como si lograra controlarse.
—No soy un enano y no necesito pañales, además... —se inclina hacia mí y repite el mismo proceso con su dedo en mis labios. —tú también tienes helado en los labios, así que quizá debamos conseguir un babero para ti.
Demonios, si ese chiquillo tuviera varios años más esta escena se vería extremadamente erótica, lo más increíble es que una vez pasa la lengua por su dedo saboreando el helado, se atreve a alzar la ceja sonriendo victorioso, sin duda el mocoso sabe jugar sucio.
(...)
Max
—Gracias por venir, la verdad por un instante creí que no lo harías.
—Me pediste que lo hiciera y aquí estoy, además de que estabas dispuesto a invitarme a un helado y no pensaba rechazarlo fácilmente.
—Al menos ya sé cómo atraparte de aquí en adelante, si quieres podemos vernos el miércoles, puesto que el lunes y martes estaré haciendo algunos trabajos en la tarde y no creo que alcancé a llegar temprano a casa.
—Está bien, ¿en el mismo punto del parque?
—Mejor en la cafetería a mediodía, te invito a almorzar y va con postre incluido.
—Nos vemos a mediodía, hasta entonces enano.
—Hasta entonces noche.
Voy a la puerta del edificio preparándome para abrir, pero escucho de nuevo su voz que me detiene en el acto.
—Ragnar —giro mirándola extrañado porque no entiendo a qué se refiere con eso.
—¿Qué?
—Mi nombre es Ragnar Wintar.
De repente mi corazón late rápido, no sé cómo logra hacerlo, pero sea una hechicera o una sirena me hipnotiza por completo y esbozo una gran sonrisa al saber al fin su nombre, así que bajo nuevamente algunos escalones, apenas para quedar a la altura de ella y estiro mi mano.
—Mucho gusto Ragnar Wintar, soy Massimo D'Porti, pero dime Max.
Ella se queda viéndome con sus ojos color noche y toma mi mano provocando una corriente en todo el cuerpo, y sin control alguno, con mi pulgar doy una leve caricia sintiendo la suavidad de su fría piel.
—Descanse joven D'Porti.
—Usted también señorita Wintar.
Ya en mi habitación, me quedé pensando en todo lo que pasó ese día soñando con el momento del helado, sentí que mi corazón se saldría y a la vez, no sé de dónde saqué esa valentía para hacer lo que hice, ella me impulsa a hacer cosas que no creí que haría nunca, solo espero seguir viéndola de ahora en adelante.
No sé si son sus ojos, su mirada o la forma en que me hace sentir bien y feliz, pero sea lo que sea no quiero que salga de mi vida.