Verónica
En las dos semanas que llevo junto a Ragnar he aprendido bastante de ella sobre el manejo del taller, desde lo administrativo hasta lo operativo e incluso me tiene mucha confianza como para llevarme a reuniones con clientes importantes para que aprenda a hacer las negociaciones y sepa cómo manejar a cada tipo de persona en este mundo, algo que también alegra mis días en el trabajo es el miedo que genero en estos hombres y cuando es posible, las maldades que puedo hacerles bien sea que ella esté o no en el taller.
Alguien a quien he ido cogiendo cierto cariño es Max, siempre que viene me trae algún caramelo y me trata con mucho respeto y amabilidad, me he dado cuenta que su relación con Ragnar es bastante particular, pero aún no me atrevo a definir de qué tipo, de todas formas, él es muy feliz cuando está a su lado y aunque ella no muestra ninguna emoción se le ve tranquila.
Desde ese día que me recibió en su casa hemos tenido una buena convivencia, hablamos de trabajo, algunas cosas de nuestras vidas e incluso llegué a comentarle cómo terminé en esta ciudad, no parecía sorprendida, pero sí llegó a decirme que contaba con su apoyo. En cuanto a aquellas bolsas que recogimos ese día, resultó ser algo de ropa que me había comprado para trabajar, no fue mucha pues quería que fuese yo quien la escogiera, pero me serviría en lo que llegaba mi salario. No sé cómo pagarle por todo lo que está haciendo por mí, pero estaré feliz de retribuirle el día que ella más me necesite, por ahora basta con esforzarme cada día para ser la mejor y apoyarla en lo que requiera.
Ya era de noche y estábamos cerrando, ella regresó a la oficina por unos papeles en lo que Liam y Robert salen del taller listos para cerrar. Esos dos juntos son como agua y aceite, pero lo sorprendente es que se tienen mucha confianza, según tengo entendido son hermanos pues el padre de Liam adoptó a Robert y Ragnar hace unos años bajo circunstancias especiales.
—¿Ya lista para irte Vero?
Me dice Liam con ese habitual tono seductor, lleva todo este tiempo intentando que salga con él, pero no me interesa para nada.
—Sí, solo estaba esperando a Ragnar para irnos, con permiso y que tengan buena noche.
Por suerte Ragnar sale en ese momento, se despide de ellos y nos vamos en la moto. Al llegar a casa me encargo de preparar la cena en lo que ella sale por una hora a hacer una diligencia que había olvidado. Al terminar todo voy a darme una ducha antes de que llegue y procedamos a cenar.
Termino de darme el baño y para mi desgracia olvidé recoger las toallas esta mañana, me escurro tanto como me es posible para evitar dejar toda la casa mojada y me atravieso la sala para llegar a la zona de lavado.
—No sabía que te ponías de traviesa en mi ausencia Verónica —me sobresalté al escuchar su ronroneante voz cuando iba en mitad de la sala.
¿A qué hora llegó que no escuché la puerta? Intento cubrirme inútilmente, pues ya sé que me ha visto hasta la consciencia y de paso mis cicatrices.
—Lo siento, no es lo que parece, olvidé recoger las toallas que puse a lavar y bueno, tu apareciste —me excusé rápidamente.
La veo dirigirse a la zona de lavado y regresar con una toalla, ella se queda mirándome fijamente y no sé por qué me siento atraída, como si estuviera hipnotizada por sus ojos, me rodea con la toalla y comienza a secarme con cuidado, poco a poco retira mis brazos que cubren mi intimidad y extrañamente no la detengo. Al tocar mi vientre un cosquilleo se hace más fuerte en esa zona y mi respiración comienza a agitarse un poco.
—No te preocupes, no haré nada que no quieras, no es mi estilo.
—No pensé nada de eso.
—Lo sé, pero quizás sea mejor hacerte pensar en otra cosa en este momento.
—¿A qué te refieres? —se queda en silencio y se arrodilla para secar mis piernas.
¿Acaso se puede estar más expuesto a alguien? Pero más importante aún ¿por qué rayos no la detengo? Siento cómo se pasea por mis piernas de una forma normal, sin morbo y cuando va a secar la parte interna de mi pierna le doy el espacio suficiente para que siga el camino a lo que ella se queda viéndome silenciosa. Al terminar de secarme noto que le hizo falta mi intimidad y la parte de mis senos, así que me entrega la toalla para que sea yo quien termine.
—Creí que eras de las que hacía el trabajo completo —¿qué rayos fue eso? ¿en serio salió de mi boca?
Noto algo extraño en sus ojos, pero no sabría decir qué es con exactitud, tras unos segundos de pensar mis palabras, ella extiende la toalla en sus manos y comienza a pasarla por mis senos generándome una sensación placentera. Luego coloca un lado entre mis glúteos, el otro en mi intimidad y sus dedos se desplazan a través de la toalla, siento como si mi cuerpo se encendiera en llamas, el aire me es insuficiente y cierro mis ojos dejándome llevar por esta sensación tan increíble.
Cuando ella termina, abro mis ojos visualizándola frente a mí, esos labios que parecieran llamarme y no sé de dónde sale ese impulso, pero la besé, nunca me entregué a nadie de esta manera y aun así, aquí estoy besándola. Al comienzo ella no se inmuta, pero poco a poco va respondiendo al acto suavemente hasta que nos separamos unos centímetros.
—¿Estás segura de que esto es lo que deseas?
En parte sé que debo decir que no, pero ahora no tengo control de mi cuerpo, así que asiento con la cabeza y vuelvo a besarla en lo que voy retirando su ropa, empiezo por tirar su campera en alguna parte, abro su pantalón y mis manos se pasean entre la tela y la piel, asciendo por su abdomen encontrándome con unas cicatrices en el camino, no las veo, pero las reconocería donde sea y en la piel de quien sea.
—Olvidémonos de todo Ragnar, esta noche no quiero pensar, no quiero analizar, no quiero recordar, solo hazme sentir.
Nuestras respiraciones eran agitadas y ella, al escuchar mis palabras, muerde mi labio inferior sin separarse mucho de mi rostro dejándome percibir la oscuridad en sus ojos.
—Si algo no te gusta, dímelo, si hay algo que te encante, dímelo, disfruta y déjame disfrutarte Verónica.
—Haz lo que quieras conmigo, mi única condición es que todo sea placentero.
Una sonrisa maquiavélicamente lasciva se dibuja en su rostro, jamás la vi sonriendo y solo eso bastó para generarme un cosquilleo en el vientre. Retiro su camiseta para recorrer su cuello con mi lengua y un gemido se hace presente en la sala, ella toma mi cintura y me guía hacia atrás hasta mi alcoba cayendo en la cama de rodillas. Es como si ninguna quisiera ceder el control, aunque sé que ya se lo he dado, sigo recorriendo su cuerpo, mis manos se pasean por su espalda para atraerla más a mí y beso sus senos con necesidad, me deleito con cada uno y sus gemidos me hacen saber que lo disfruta, entonces ella toma mi cabello y tira hacia atrás de un movimiento.
—A mí no me provocan sin pagar las consecuencias —pronuncia dominante, pero yo estaba extasiada y más que ansiosa en ser devorada por sus labios.
—Ya sabe a dónde enviar la cuenta de cobro señorita Wintar.
Tiró mi cabeza hacia atrás con más fuerza, me veía con tanta oscuridad que mi respiración se agitó y sentí el placer bañar los labios en mi intimidad, sus besos fueron con fiereza en mi lóbulo, descendió a mi cuello y mordió mi labio con fuerza para volver a ese agujero en mi cuello que le da la bienvenida al escote, su lengua repartía deseo y su aliento era fuego en mi ser.
Me dejé caer en la cama a medida que ella iba bajando, era una locura tan deliciosa la que invadía mis pezones, era ella mordiendo, besando, chupando, mi espalda se arqueaba para ella y mis piernas se abrieron dándole paso para que se acomodara entre ellas. Se separa un momento de mí para retirar los zapatos, las medias y el pantalón, iba retirar también la braga, pero la detuve al sentarme en el borde de la cama, sus manos acariciaron mis hombros y mis mejillas, mis manos se metieron entre el pantalón y lo bajé repartiendo besos en su abdomen.
A veces nuestros ojos se encontraban, sentí su mano hacer presión en mi nuca y mordí su vientre al agarrar sus nalgas con fuerza enterrando mis uñas, hecho que la deleitó demasiado. Fui bajando entre más besos por su vientre, ahora solo una pequeña braga nos dividía por completo y mis dientes la tomaron alejándolo un poco de su piel, entonces la solté, ese pequeño sonido la hizo gemir y a mí sonreír. Ella pasó el pulgar por mis labios y negaba con su cabeza, no dejé de sonreír y menos al verla hacerlo con maldad, esa expresión en su rostro me prendía hasta las entrañas.
Introduje su dedo en mi boca y succioné, mis manos de nuevo se paseaban entre sus piernas y sus nalgas mientras mis uñas dejaban huella del recorrido. Retiré la braga y subí una de sus piernas a la cama, las abrí liberando su dedo de mi boca para besar el interior de su pierna, enredé mis brazos en su cuerpo cual serpiente deleitándome profundamente con el aroma del pecado entre sus piernas, sus gemidos incrementaban mi placer y yo sedienta buscaba la fuente que lo intensificaría.
Cruzamos miradas una vez más y ambas sonreímos pensando en lo mismo, posé mi boca en sus verticales labios, mi lengua se deslizó entre sus pliegues encontrándome con aquel c*****o obscenamente inflado de placer, descubrí que el dolor en ella es placentero igual que lo es para mí, pero solo con la persona indicada.
Luego de deleitarme en esa bella sonrisa vertical y provocar otra en su rostro, Rag me besó haciéndome caer en la cama, levantó una de mis piernas colocándola en su hombro y el roce de nuestros húmedos pliegues me hizo estremecer, los gemidos ahora salían de mí, ella se deleitaba no solo con mi cuerpo, sino también con mis gestos, mis sonidos, mi placer.
—Eres toda una exquisitez Verónica, abre tus ojos para mí.
La miré dejándome llevar por ese tono seductor, ella controlaba cada parte de mi ser, su movimiento se hizo más agitado, la presión en nuestros pecados era más intensa, más asombrosa.
—Te lo suplico, no te detengas.
—Me encanta que supliques, aunque esta noche no tengo intención de detenerme.
No sé qué hizo, pero solo con sus caderas abrió más mis piernas y nuestros clítoris entraron en una guerra constante, su mano presionó mi cuello cortando de manera controlada mi respiración y su boca besaba y mordía la pierna que tenía a su alcance. El infierno fue lo que me presentó en las siguientes horas haciéndome saborear uno a uno cada pecado y yo encantada aprendí de todos ellos en muchas formas tan exquisitas, dolorosas, rápidas, lentas, intensas, la villanía de sus actos no tuvo límites y tampoco los quise, pues se acoplaron perfecto con mi locura.
Ya entrada la noche nos encontrábamos acostadas en la cama, la veía por la luz externa y paseaba mis dedos recorriendo sus cicatrices, verla de esta forma me hacía sentir que no estaba sola, que tenía a alguien que me comprendía y ahora creo saber por qué supo parte de mi pasado el día que nos conocimos.
—Ragnar, sé que esto no debía ser y quizás no quieras que pase de nuevo, pero no me arrepiento, igual te aseguro que no va a cambiar en nada nuestra relación hasta ahora.
Ella me mira y deja una caricia en mi rostro llevándome de nuevo hacia sus labios donde vuelvo a ver las puertas del infierno, uno al que creo me he hecho adicta gracias a ella.
—Eso espero, puesto que no puedo ofrecerte nada más que esto y una amistad Verónica.
—Y con esas dos cosas ya me ofreces demasiado, no quiero ni siquiera entender nada de lo ocurrido, pero me encantó, así que mejor nos dormimos que debemos trabajar mañana y hay mucho por hacer —le sonrío para hacerle saber que en verdad todo está bien y dejo un beso corto en sus labios.
Nunca me gustó que la gente me tocara y mucho menos dormir junto a otra persona, pero con ella me sentía a salvo, la vi como una amiga de verdad y alguien de confianza. Me quedé abrazada a ella en lo que el sueño me iba ganando poco a poco ante sus caricias en mi cabello.
—Ragnar ¿en verdad serías mi amiga? ¿no te importa nada de lo ocurrido en mi vida?
—No te tengo en mi casa por quien fuiste Verónica, pero sí te tengo a mi lado por quien eres, siempre que seamos honestas la una a la otra y nos respetemos, todo estará bien —sonreí por sus palabras abrazándola muy fuerte.
—Gracias por recibirme en tu vida Ragnar, estoy muy feliz de haberte conocido.
Desde esa noche hice la promesa de que la cuidaría, me convertiría en su aliada y confidente, sé que no tenía ese afecto romántico por ella, pero sí sentía que la quería como una amiga, o quizás como una hermana, porque sé que ya no volvería a estar sola nunca más y que ella me protegería y cuidaría de mí como lo ha hecho hasta ahora, creo que en su infierno encontré mi hogar y en su oscuridad hallé la libertad de mi locura.
(...)
—Vero ¿qué tal te has sentido trabajando en el taller con todos?
Estábamos Max y yo comiéndonos un helado que me había invitado mientras tomaba un receso.
—Bastante bien, por fin encontré el sitio al que pertenezco.
—¿Y no has tenido problemas para vivir con Ragnar?
—No, ella es una persona increíble y la considero una gran amiga.
—Te envidio, ojalá yo pudiera quedarme en su casa, pero hasta ahora no me lo ha permitido y menos porque no le he dicho nada a mi tío sobre nosotros.
Lo lindo de Max es que es bastante sincero con sus sentimientos y todo un caballero de los que ya no se ven.
—Max, ¿por qué te gusta estar con ella?
—Sé que no es como otras mujeres, es reservada, tranquila y muy inteligente además de hermosa, pero sobre todo, siento que ella realmente me ve por quien soy y le importo, así como tú también lo haces —es imposible no sentirse querido con él.
—Eres muy bello Max, gracias.
—No, gracias a ti por ser tú, creo que me siento bien con ustedes porque son las mujeres más locamente fascinantes que he conocido en mi vida, además que comparten algo… no sé bien cómo decirlo ¿oscuro tal vez? y eso es genial.
Esa sonrisa que me regala es hermosa, dice eso con tanta honestidad e inocencia que ahora creo entender por qué ella lo aprecia tanto, puesto que si no fuese así, ni siquiera lo tendría cerca ni haría todas esas pequeñas cosas en secreto por él. Quizás sea solo una loca idea, pero en un futuro sería bueno verlos juntos, al menos sé que él siente ahora algo por ella, pero ya veremos si en unos años seguirá siendo así, tal vez las cosas se pongan más interesantes.