Regresé con todo mi ánimo a la escuela en la siguiente semana. Estaba decidida a encontrar a la Elia de la que hablaba Mario.
Pasé ansiosa cada una de mis clases hasta que llegó la hora de clínicas quirúrgicas, y llegué 5 minutos antes, los suficientes, para tirar mi buen ánimo a la basura.
Al llegar a la sala encontré a mis compañeros ya ahí y a Elia hablando con una chica que no había visto, y no tenía la menor idea de donde había salido, llevaba ropa blanca al igual que todos nosotros, así que supuse que seria una estudiante, pero ¿por qué una chica guapa que no era yo hablaba con Elia?
La miré como si me estuviera traicionando, aunque pareció no notarlo, y me senté en un lugar lo mas lejos posible de la residente y la extraña chica.
¿Por qué yo no podía ser ella? Elia se veía tan tranquila, despreocupada y relajada con ella que moría de celos por el simple hecho de verla.
Elia ¿Por qué me haces esto?
Si mi corazón fuera un órgano que siente, seguro estaría hecho pedazos en ese mismo momento.
Bajé la mirada para evitar seguir sintiéndome mal y no puse atención hasta que llegó el profesor con quince minutos de retraso.
Dos de mis compañeros prepararon todo para comenzar la clase y ellos dieron el tema, Elia cambió drastiticamente de humor y comenzó a hacer sus preguntas que tanto odiábamos.
Lo único bueno, era que la chica extraña ya no estaba.
Hizo quedar mal a mis compañeros de la clase con una pregunta tras otra hasta que llegó a una que no supieron responder y se aseguró de hacerlos sentir como unos totales perdedores.
¿ Cómo es que ella y mi Elia podían ser la misma persona?
Mientras pensaba en eso, me perdí bastante de la clase, solo escuché cuando el profesor me llamó.
- ¿Si?
-¿No piensas contestar a la pregunta que te acaban de hacer?- preguntó con tono molesto.
Lo miré con pánico esperando que un milagro me salvara, pero obvio no paso. Elia negó con la cabeza mientras me miraba esperando.
- ¿Nos explicas la fisiopatología de la hipertensión endocraneana?- repitió Elia finalmente, la miré y maldije bajito.
- No lo recuerdo, profesor- dije refiriéndome al doctor, evitando la mirada asesina de Elia.
- Deberías estudiar mas- me dijo con tono reprobatorio y Elia me miraba molesta por no contestarle a ella.
Tenía mis razones, seguía bastante enojada, y si ella podía hablar con una tonta, yo tenia derecho de ignorarla, ¿no? Si... Quizás no, considerando que era la residente y podía hacer de mi vida un infierno.
La clase terminó y guardé mis cosas lo más rápido que pude, necesitaba salir de la sala cuanto antes.
- Abril- me habló Elia bastante seria.
- ¿Si?
- ¿ Por qué no contestaste? No eres tonta.
- Estaba distraída.
- ¿Por qué?
Por ti y la tonta estudiante.
- No lo se, solo eso.
- Estudia más, eres de la persona que más espero de tu clase, ¿sabes?- me dijo algo decepcionada.
- ¿Mario sigue en el hospital?- pregunté aún molesta intentando desviar el tema.
- Si, y estará ahí un largo tiempo. ¿Iras a visitarme a guardia esta semana?- preguntó sonriendo de lado.
- No- dije seca y me fui.
Odio mis impulsos estúpidos que hacen que haga cosas de las que luego me arrepentiré.
Decidí ir a ver a Mario, Elia debia estar ocupada conotras cosas, así que tendría una un tiempo para estar ahí antes de encontrarla.
Camine por el largo pasillo que dividia el espacio administrativo del area para pacientes, viendo por si Elia estaba al rededor, no quería encontrarla. Por fin tenía algo de progreso con ella y me había enojado por una tontería.
Llegué a la habitación, toqué y entré, afortunadamente, Mario estaba solo y sonrió al verme.
- Abril, es bueno verte por aquí.
- Estoy aquí todos los días, todo el día- bromee.
- Nunca te veo- dijo como si creyera que estaba mintiendo.
- Bueno, no vengo por aquí, normalmente me quedo en la escuela.
- Bueno, y ¿qué haces hoy aquí?
- ¿Recuerdas lo que me dijiste el viernes?
- Eh, si, tengo mil enfermedades pero no amnesia, o no aun- dijo riendo.
- No creo que exista la versión linda de Elia- dije mirándolo frustrada.
- Ah ¿no? Chica, la conozco, te lo aseguro. Dale tiempo para que te deje conocerla- bufé y lo mire esperando que dijera algo más, pero no lo hizo.
¿Y si solo tenia esa linda versión para sus pacientes y nadie más?
- Odio que me guste- comencé por explicar- hoy la vi platicando con una chica y te juro que moría de celos.
- Entonces esto va en serio, ¿eh?
- Supongo, pero solo para mi.
- Te diré algo...- dijo, pero abrieron la puerta y lo interrumpieron.
- ¿Qué le dirás?- preguntó Elia divertida mientras entraba a la habitación.
- Nada que tu debas escuchar- respondió de inmediato.
Elia lo miró confundida, supongo que no esta acostumbrada a que la gente no haga lo que ella pide.
- ¿Intentas robar mi paciente?- preguntó Elia con una ceja alzada.
- No- intente decir seria, pero, a quien engañaba, no podía actuar así con ella, así que termine por sonreirle.
- ¿Qué haces aquí?- me preguntó- creí que no vendrías esta semana- me dijo inexpresiva.
- Si, bueno, solo vine a hablar sobre algo con Mario- me miró con los ojos entrecerrados- ya estaba por irme- dije mientras daba vuelta sobre mis talones para salir.
- ¿No te despides?- me preguntó.
- Nos vemos pronto, Mario- volteé para verlo y me sonreía, como si con eso me diera ánimos- Nos vemos Elia- volví a girar, pero ella me tomó del brazo.
- Nos vemos- me dio un beso en la mejilla y abrió la puerta para que saliera.
No podía creer lo que ocasionaba en mi sus labios sobre mi piel.
Regresé a mi casa con la sonrisa tonta que Elia causó en mi.
Me quedé unos minutos pensando; yo estaba totalmente segura de que por alguna razón, quizás masoquista, me encantaba Elia, pero sabia que a menos de que hiciera algo al respecto, Elia me seguiría tratando igual, cuando le viniera en gana se portaría linda conmigo y cuando no, seria justo la residente que Samuel había descrito.
Así que decidí que antes de estudiar, podría regresar un momento al hospital. Me arreglé un poco antes de salir de mi casa y fui a la cafetería donde había comprado el café que a Elia le había gustado, compré dos capuccinos y volví al hospital. Menos mal vivía solo a 10 minutos a pie.
Subí al piso 11 por las escaleras, no tenía ganas de esperar el elevador.
Genial idea, Abril, no puedes subir ni 5 pisos sin estar agitada y con las piernas temblando por el esfuerzo y ¿creías que podías subir 11?
Después de lo que me pareció una tortura eterna, llegué al piso y encontré a Elia en la sala de residentes escribiendo algunas cosas en los expedientes. Al verme dejó lo que hacía y me sonrió.
- ¿A que debo la segunda visita del día?
- Para empezar, la primera no vine contigo así que no en teoría no es mi segunda visita- dije con una pequeña sonrisa.
- Uy, discúlpame, ¿a que debo tu visita?- corrigió.
- Te traje café- dije pasandole el envase- Creí que te gusto el de la vez pasada y te traje uno igual.
- Que linda, gracias, Abril- otra vez mi tonto estómago.
- No es nada, Elia, podría traértelo todos los días- ¿Qué acababa de decirle?
Ay, Abril, tu y tu boca.
- Ah ¿si?- dijo alzando una ceja- ¿quieres entrar? Solo estoy llenando papeles.
- Claro- dije reprimiendo mi emoción.
Siguió llenando los expedientes y me miraba de vez en cuando, hasta que decidí romper nuestro silencio.
- En serio eres la persona más aburrida- dije bromeando.
- Pues... Abril, si no lo has notado, tu solo me miras llenando papeles, ¿quién crees que es la más aburrida?- preguntó siguiendo mi juego.
- Pero es lindo estar aquí- le expliqué.
- Lo que digas- me respondió con sarcasmo- de que... ¿De qué viniste a hablar con Mario?- preguntó curiosa.
- Ya luego lo sabrás- intenté quitarle importancia.
- ¿Qué podrías hablar con alguien a quien viste una sola vez?- preguntó.
No respondí a su pregunta y cambiamos de tema, hablamos como por media hora más, hasta que me di cuenta de la hora y que debía regresar.
- Me encanta verte hacer lo que sea que haces, pero debo volver a mi casa, tengo bastantes cosas por estudiar.
- Claro que si- dijo recordando lo de esta tarde, supuse.
- Solo por aclararlo, claro que se la fisiopatología- dije antes de despedirme.
- Seguro que si- dijo sonriendo de lado.
- Te veo mañana- le respondí con una gran sonrisa.
- Claro- me dijo, me dio un beso en la mejilla y me acompañó a la puerta.
- Gracias por el café, guapa- dijo antes de cerrar la puerta.
Oh, dios, ¡Elia! No se si lo hace consciente, pero me esta matando.