Mi padre se materializa frente a nosotros, no lo escuche llegar pese que ahora arrastra una bala de oxigeno y se que escucho lo ultimo que le dije a mi madre. Llevo con esa voz acida y petulante exigiendo salga Sofia, debo confesar que la petición me toma por sorpresa. Ella al escuchar la peticion que hace mi padre respiro aliviada y sin mayor oposición hace una señal para que me quede donde estoy mientras ella da unos pocos pasos hacia la puerta, en donde esta el gurdaespalda con gesto rigido y preparado para accionar si algo ocurre. Mi padre lo observa y se que se debate en dejarlo dentro de casa o lo hace salir también, para al final optar que se quede en el lugar, tal vez piensa que solo hace su trabajo.
Camina de forma pesada hasta la silla que probablemente siempre usa y parece un trono mientras Sofia de forma escurridiza abandona la casa, me quedo solo con un guardaespaldas bien armado. Me concetro en mi padre, parecemos vaqueros del viejo oeste, antes de poder decir cualquier otra cosa nos miramos fijamente, en el momento pareciera que las respiraciones de todos quedaran suspendidas mientras nuestras miradas se entrecruzan y en ese intante develo todo su dolor transformado en odio, una vida perdida y oculta en el alcholismo.
—¿Quieres saber porque te odio tanto? —dice en el mismo tono irónico y áspero de siempre.
—Tu no lo odias — dice mi madre casi gritos en una voz chillona —tu siempre me ha dicho que lo amas, igual que a nuestros otros hijos.
—Liz, no le mientas más, lo odio tanto como te odio a ti, él no es mi hijo, tú a mí solo me diste tres hijos, no cuatro como fingimos frente a todos, tampoco somos la familia bonita y unida que quieres mostrar al mundo, odio mi vida y por lo tanto los odio a ustedes.
—Pero siempre me ha dicho que me amas — dice mi madre en tono indignado —siempre me has dicho que me amas.
—Claro, esa es la típica mentira que se le dice a las mujeres para llevarla a la cama, aunque tú y yo sabemos porque no puedes irte.
Ella asiente y es como si le hubiese dado una orden que solo ella entiende, respiró profundo y se limpió las lágrimas sin decir nada más.
—Mamá, tengo el dinero para mantenerte, ven conmigo, déjalo aquí, ya dijo que no te amaba.
—Puede que no me ame, pero no puedo irme —dice en voz firme.
—Mamá por favor dime ¿Quién es mi padre? ¿Por qué no te puedes ir conmigo?
Ella asumió la postura de siempre y es como si yo fuese una piedra en este momento, como si dejara de existir para el mundo, como si ese secreto fuera un condicionamiento extraño de ella. Entonces le hablo a quien hasta hace unos minutos consideraba mi padre, le hablo por su nombre.
—Abelardo, ¿Quién es mi padre? — y me atrevo a mirarle a los ojos.
—Ese dato solo lo sabe la perra de tu madre que llego a mi pidiendo protección, al principio me mintió me dijo que él bebe que llevaba en su vientre era mío, hasta que un día confeso la verdad, y ese día entendí que el amor es una mierda y date por bien servido, tienes un apellido que usar y agradezco que lo hubieses convertido famoso.
—Abelardo no digas eso, por favor — dice mi madre suplicante — no digas esas mentiras.
— Jamás había sido más sincero en mi vida, ya que él está aquí y la muerte esperándome, que mejor momento de poner los puntos claros, eso sí, como se te ocurra abandonarme te mueres, de aquí te vas el día que yo me muera, si es que yo no te llevo conmigo, además que tú sabes más que yo las razones por las que no puedes abandonarme.
—Díganme que ocurre —suplico casi a gritos.
—Lo siento Hijo, debes irte —dice mi madre como un autómata mirándome a los ojos, te amo mucho.
Y sin más se pone de pie, camina hasta la puerta y antes de poder reaccionar me abre la puerta de par en par.
—Por favor vete — su voz es fria y distante, como quien le habla a un extraño.
—Pero necesito respuestas, ¿Quién es mi padre entonces? —pregunto suplicando.
—Lo siento hijo, eres huérfano de padre ahora, y espero que algún día podremos hablar.
Al ver que aquí no tenía más que hacer y ante la negativa de información de parte de mi madre, me pongo de pie, camino hasta la salida que ella me señala, volteo a ver a quien considere mi padre por veitisiete años.
—Gracias por la verdad, es bueno saber que no soy su hijo ni compartimos ni un tipo de genes. Solo tengo de ti un apellido que por un montón de términos legales no podre cambiar, digamos que es un apellido típico de famoso que no me representa, buena suerte y espero que la muerte te alcance pronto para que descanses de tanto dolor y odio.
—Para mí también es liberador, buena suerte y espero no volverte a ver nunca más, ni en peliculas — dice esto último sonriendo.
—Mamá… — suplico buscando su mirada y de paso una respuesta.
—Por favor vete y no vuelvas nunca más, yo te busco — resonde sin mirarme a los ojos.
Apenas nos despedimos con un silencioso y corto abrazo, para luego sin más preambulos ni palabras dulces, empujarme por la salida mientras sus ojos se llenan de lágrimas. El guardaespalda se mantiene pegado al umbral de la puerta, evitando que esta se cierre conmigo adentro. No alcazo a terminar de salir cuando un fuerte golpe anuncia que la puerta fue cerrada, mi guardaespalda camina junto a mi hasta el auto en completo silencio, y otro par cubre los laterales. En este momento me gustaría saber que piensa de todo lo que ha visto de mi este fin de semana, creo que he dado un espectáculo que si se llega a filtrar generaría millones para la prensa y mi vida quedaría en la boca de todos.
Cansado y abatido regreso al auto donde para mi sorpresa esta Emma esperándome junto con Sofia, mi primer pensamiento es que por fin fue valiente y huyo, pero también se me ocurre que esta intercediendo por mi madre, un poco nervioso subo al auto y no tengo mas remedio que escuchar lo que tiene para decirme.