El domingo en la noche llego a la mansión acompañada de Gabriel, solo traigo conmigo un par de maletas llenas de ropa, unas pocas cajas con algunos recuerdos. La mayoría de los muebles eran del apartamento y las pocas cosas que compré no le vi sentido traerlas si acá ya están incluidas, seguramente a otra persona le servirá.
No he tenido el tiempo de ver el apartamento, simplemente me enumeraron lo que contenía y asumí que era similar al que estaba viviendo en ese momento, nunca imaginé tener un jefe tan generoso con sus empleados. Igual el solo hecho de no tener que pagar arriendo, servicios y el consumo de la gasolina diaria del carro para mi es perfecto, en este momento lo que más necesito es ahorrar para dejar de ser empleada de servicio.
Para mi sorpresa es el doble de tamaño de en donde vivía antes, son tres habitaciones grandes y cómodas, con cocina e incluso en el piso superior hay una terraza donde el niño podrá jugar, realmente no me lo esperaba. Y ahora me asalta una nueva pregunta ¿Por qué me dieron esto a mí? debo ser sincera mis compañeros tienen más tiempo que yo trabajando aquí, y muchos de ellos han hecho las cosas bien por años y seguramente este espacio para vivir les caería igual de bien que a mí.
Ese tipo de ideas de sentirme menos es algo que me asalta continuamente, aunque en este momento tengo mucho tiempo para pensar en otros, por ahora esto es perfecto para mí y es una completa bendición del cielo. Joan me está dando las indicaciones del apartamento y las de mi nuevo cargo. A partir de mañana me encargo de ayudar a Sandra, la chef, a servir las comidas que el señor haga en casa, así como la posterior limpieza, seguiré encargada de las habitaciones en uso, y a media tarde tengo el tiempo libre para descansar para el siguiente turno, lo malo es que tengo un teléfono directo con el jefe, en caso que requiera algo a media noche deberé estar disponible para atenderlo, igual que deberé organizar los fines de semana de forma diferente, sin embargo, ruego al cielo que no suceda, es mas ahora que lo pienso ¿Qué pasara cuando me vea?
Luego de organizar las cosas en lo que ahora será mi nuevo hogar me duermo abrazada con Gabriel, mañana será un nuevo día, para él será un nuevo colegio, nuevos amigos y nueva experiencia. Para mí, aunque es el mismo trabajo tendré algunas nuevas funciones, aunque nada diferentes a lo que he hecho antes.
El lunes en la mañana el día empieza tan temprano como de costumbre, organizo la merienda de Gabriel y su desayuno. Dejo todo listo en la entrada a cargo de una de las personas de seguridad, en donde deberá esperar su ruta junto con la hija de Sandra, mientras que empiezo mi día laboral pensando en como le ira, hasta que alguien nos informa que los niños se fueron a su colegio.
Sirvo la mesa en completo silencio, ahora soy una persona visible, y aunque intento pasar desapercibida él me ve, me detalla, y se que debe ser muy tonto para no darse cuenta de mi presencia, aunque ruego que no me reconozca, que al estar en uniforme sea un ser invisible. Respiro aliviada cuando puedo retirarme a limpiar las habitaciones, según su rutina habitual debe salir a trabajar, por lo que me dirijo a su habitación, la cual esta inusualmente ordenada para un lunes.
Empiezo por abrir las ventanas, quitar las sabanas sucias para poner unas limpias, coloco algo de música en mis auriculares. Un toque suave a mi mano me saca de mi concentración, mi primera idea es que debe ser Mariela, pero para mi sorpresa es Nick, mi querido jefe quien está sonriendo ampliamente pidiendo que lo acompañe a su oficina.
Mi corazón palpita con fuerza, tengo miedo, no quiero que me despida de mi trabajo, en serio me gusta lo que hago aquí, mi cabeza es un revoltijo de ideas que chocan con las emociones de mi cuerpo mientras camino ligeramente cabizbaja tras él. Con un gesto en su mano me hace pasar y me siento en la silla que señala, tiemblo de una manera descontrolada. Estoy esperando el grito de su parte, aunque nunca le he visto alzar la voz, he escuchado historias en el pasillo, las cuales no se si son reales o inventadas por los empleados.
El se acomoda en su silla mientras me interroga. una parte de él se siente traicionado por no contarle la verdad cuando nos volvimos a ver, o peor aún, el fin de semana que paso, pero honestamente después de verlo con esa mujer yo era feliz con ese poco de su atención y lo ultimo que quiero es perderla. Cuando me atrevo a alzar la mirada, me topo con una ligera sonrisa burlona en su rostro, me doy cuenta que quizás se esta divirtiendo mas de lo que imagino y es cuando por fin la calma llega a mi cuerpo y no puedo evitar ver lo apuesto que es, el color de sus ojos, su cabello perfecto, su piel, su sonrisa... mejor pienso en otra cosa antes que mi cerebro se desconecte.
Nos despedimos con la promesa de vernos mas tarde, obviamente, yo soy la que va a estar sirviendo la siguiente comida que quiera hacer. Cuando salgo de la oficina limpiando las pocas lagrimas que aun quedaban, siento ligeramente su olor, ese hombre tan inalcanzable me gusta mucho, lo otro es ¿a quién no? es un actor de Hollywood que me está dando la mejor oportunidad de todas, así que lo mejor que tengo que hacer es trabajar juiciosa para no darle motivos para sacarme. Cuando vuelvo a la habitación me encuentro a Mariela con gesto preocupado.
— ¿Estas bien Sofí? — pregunta preocupada.
—Si, solo que hubo un tema que al señor no le gusto y me asusté mucho, pensé que me iba a despedir, y empecé a llorar… — miento buscando mirando hacia otro lado.
—¿En dónde? ¿En su habitación o sirviendo el desayuno esta mañana? —pregunta con cara de evidente preocupación.
—En su habitación… — digo soltándolo con un suspiro.
—¡Hay Sofí! – Exclama preocupada — ¿Qué no le gusto al señor? — pregunta curiosa.
—Que deje cosas mal acomodadas en su habitación, pero ya le dije que no volvía a ocurrir.
—Me alegro mucho amiguita que todo este solucionado — dice con gesto de no creerme mucho, pero aun así cambia de conversación — ¿y qué tal tu nuevo apartamento? Cuéntame todo, yo he entrado al de Sandra y es tan espacioso…
—Siii, me sorprendió mucho su tamaño y lo bien equipado que esta.
Nos vamos hablando del apartamento y del fin de semana, le cuento que estuve en el zoológico, pero omito la persona que me invito, no creo que sea una información que deba estar de boca en boca, se que no soy la mujer mas estudiada, pero tonta no soy, además desde que llegue a este país es la primera vez que veo la posibilidad de ir a casa y visitar a mis padres.
—Sofia, ¿Qué harías si el jefe te pide una noche de pasión? —pregunta mientras caminamos a la cocina, si el jefe no salió se supone que debo servir el almuerzo.
—¡Mariela! no digas esas cosas… — le respondo tensa.
—Pero si es la verdad, que tiene de raro, tienes un hijo se supone que no eres virgen… — me queda mirando detalladamente —ese niño no es tuyo ¿cierto?
— Si es mío, pero… digamos que yo no lo… en fin, su madre murió cuando ingresaba al país y nada, yo lo he criado… —y me doy cuenta tarde que di más información de lo que debía.
—Que buen trabajo haz hecho entonces, pero también te has encerrado mucho, hagamos una cosa— dice mirándome fijamente —pidámosle a Sandra que lo cuide algunos sábados en la noche y salimos en plan de chicas.
—Yo nunca salgo — digo en apenas en un susurro — me dedico a trabajar y cuidar a Gabriel.
—Si, yo sé, pero ya que te dieron la oportunidad de vivir en una mejor casa, podemos organizar algunos fines de semana, ya es hora que salgas y porque no, consigas un novio, es mas en tu hora de descanso hacemos cambio de look.
—Mariela…
—Mariela nada, vamos a consentir un poco a Sofia, si las cosas son así vas a encargarte de servir directamente al jefe y debes verte como tal.
Luego del almuerzo, es mi hora de descanso, Mariela corto el cabello, cambio su color, peino, arreglo mis cejas y yo le cuento un poco de mi historia, siendo la primera persona con la que lo hago, para cuando termina y me veo en el espejo no me reconozco.
—Mariela, ¿Dónde aprendiste todo esto? — pregunto sorprendida.
—Digamos que estudie para ello, y ando buscando mi oportunidad.
—Pues no sé, por lo pronto quedas contratada por mi —digo mirándome nuevamente en el espejo — parezco otra persona.
—Cuando gustes – dice dándome un abrazo.
Me observo de forma detallada en el espejo una y otra vez, para darme cuenta que es la primera vez que cambio el color de mi cabello y lo corto de una forma diferente, siempre lo use largo hasta la cintura de color castaño oscuro casi caoba, ahora lo tengo por el mismo largo, pero en capas y de color rubio oscuro, se ve más liviano y parece que me hubiese quitado algunos años o más bien, parece que tuviera mi edad. Cuando vuelvo a la casa a encargarme de los detalles de la cena, Mariela luce orgullosa mientras yo me llevo los halagos, y los demás trabajadores se despiden para ir a sus casas.
Lo bueno de estar en casa es que una de las personas de seguridad recoge a Gabriel de la ruta, lo que será su nueva rutina, me tomo un tiempo para atenderlo, pero a él pareciera que no le afecta. Esta feliz con su nuevo colegio que mas bonito y grande que el anterior, además que no espera fuera.
Cuando entro al comedor el señor está esperando su cena mientras lee algo que tiene en la mano, está concentrado en ello así lo atiendo sin que me observe, o es lo que creo porque cuando estoy en la puerta de servicio, sin alzar la vista de lo que está leyendo me habla.
—Sofia, ¿te puedes quedar?
Miro confundida a Sandra que escucho todo desde la cocina, como esperando que me diga algo, pero ella está igual que yo, al parecer no es algo usual, así que no tengo más remedio que seguir la indicación, por lo que vuelvo sobre mis pasos mientras la puerta de servicio es cerrada.
—Señor— digo en voz tranquila.
—Sofia, te vez muy bonita con ese cambio, ¿en qué momento se lo hizo? — me mira fijamente.
—En mi tiempo de descanso, lo hizo Mariela — digo en un susurro.
Me mira como queriendo encontrar algo dentro de mí, como buscando una mentira en mis palabras.
— Felicite a Mariela de mi parte, muy buen trabajo y espero que no descuiden sus labores por jugar al salón de belleza.
—No señor, fue solo un ratico en el almuerzo….
— Tome un plato y siéntese en la mesa, hoy no quiero comer solo y dile a Sandra que puede ir a casa a descansar.
—Si señor.
Camino hasta la cocina, tomo un plato ante la mirada atónita de Sandra y hago lo que me dice.
—Sofia, por favor sírvete— dice en tono autoritario.
Mientras el suelta lo que estaba leyendo, sonríe de forma extraña para luego volver a hablarme.
— ¿y Gabriel? ¿está solo en casa?
—Si, señor, lo deje haciendo las tareas.
—Cuando estemos solo los dos llámame por mi nombre por favor… Creo que nos tenemos la suficiente confianza y por favor trae a Gabriel antes de empezar a comer
Asiento ligeramente.
— Desde que vivo aquí no han llegado niños ni de visita, pero siempre que no tenga visita puedes dejar a Gabriel correr por el terreno, puede usar la piscina e incluso comer lo que guste, por lo general sobra mucho, con eso descansas un poco y no creo que el chef se moleste, ella le lleva a su propia hija.
—Pero… señor, ¿No quiero tener problemas?
—Sofia, Yo soy el jefe de esta casa — dice en un tono creído — si yo digo que él puede correr por la casa, puede hacerlo.
—Si señor, como usted diga
—Sofia, para ti Nicholas…
—Si y ya vengo por Gabriel…
—Deja y llamo alguien de seguridad que se encargue de ese asunto.
Y sin más pasamos conversando al punto que olvido que es mi jefe. Es Nicholas, el hombre que se sentó de forma despreocupada en una destartalada sala de estar, quien me regalo flores y llevo pizza para los tres, con quien fui por primera vez al zoológico, un hombre interesante lejos de las luces y reflectores de Hollywood, riéndose abiertamente y para mi sorpresa tenemos la misma edad. Cuando la cena se termina me pongo de pie recogiendo los platos de la mesa.
—Sofia, ¿mañana me pueden volver a acompañar a cenar?
—Si señor – respondo sonriente – Que tenga buenas noches.
Se acerca y me da un beso suave en la mejilla mientras Gabriel esta corriendo por todo el jardín sonriendo, es hora de descansar, mañana hay colegio.