Capitulo diecisiete. Sofia.

1325 Words
No me quita la mirada mientras alcanza su celular que tiene en la mesa de noche y teclea rápidamente un mensaje, para luego de unos minutos mirarme sonriente. —Listo, ya informé que tienes el día libre e informe que iba a estar fuera de casa y Sandra puede irse ya, ¿hay algo para cocinar aquí? —Si, en la cocina hay algo para hacer desayuno… —Perfecto, ahora tu descansa. No entiendo nada de lo que está sucediendo, primero me da un beso uno de los hombres más sexis del mundo, me sostuvo en sus brazos, me dio el día libre y si entendí bien, va a prepararme algo de desayunar, creo que no he despertado y estoy alucinando, porque realmente que otra cosa podría ser. A los pocos minutos regresa con una bandeja en la mano, con dos platos y dos vasos tintineando. —No encontré mucho, pero hice algo bastante decente —dice sonriendo con suficiencia —pero creo que en un rato mando por mercado para ti — esto último lo dice como hablando para él. —¿Qué preparaste? — Digámoslo en tono elegante —dice mientras me pasa un plato —un omelet con pan tostado y café. —Eso me gusta —respondo sonriendo. —¿Y Gabriel sigue dormido? —Si, dice que es sábado y quiere descansar, lo que no es usual. —Que extraño — dice sorprendido— pero hagamos silencio para que no se despierte, luego preparamos algo rico para él. Y para mi sorpresa cocina muy bien, así que pasamos los siguientes minutos desayunando y hablando de todo un poco, como dos personas que se conocen de siempre. Cuando terminamos de comer él recoge los platos y a los pocos minutos vuelve a mi lado, y aun sin más ropa que sus interiores, un calzoncillo tipo boxer, de esos que parecen como si fuese modelo de revista; se acomoda a mi lado, mientras yo enciendo el televisor. —¿Vemos una película? —pregunto sonriendo. —Pensé que querías dormir, pero si eso quieres está bien, solo te pido que sea una donde no salga yo… —Lástima, estaba pensando que quería verte actuar, pero no sé, casi nunca tengo esta oportunidad y hay varias cosas que hace rato quiero ver. —Entonces escoge alguna y yo te acompaño, con eso cumplo mi objetivo, hacerte descansar. —¿Acaso creer que si te vas me dedicaría a hacer otra cosa menos descansar? — pregunto con una falsa indignación. — Estoy totalmente seguro de ello, casi creo que si te dejo vas a levantarte a hacer cosas y en verdad necesitas descansar… —Parece que me conocieras de toda la vida —digo riendo. —No, pero creo que en poco tiempo he aprendido a conocerte bastante bien, y ahora la película. Honestamente no vi nada de la película, la sensación de estar en sus brazos, el calor de su piel, la forma como me mira, como sonríe, las pequeñas arrugas que se forman a un lado, la barba que empieza a salir, realmente es un hombre hermoso y es imposible no sentir algo por él y ahora temo que realmente me esté sintiendo solo como amiga, de caer en la famosa friendzone. Lo peor es que en algún momento mi cuerpo me hizo una mala pasada y termine dormida en sus brazos, no sé en qué momento de le película mis ojos se cerraron, lo último que recuerdo fue que me pregunto si quería que trajera algo de la cocina porque iba por agua o algo así, creo que en ese momento asentí. Lo siguiente que recuerdo es despertarme con la voz de él y Gabriel desde afuera de la habitación, donde Gabriel decía que se iba a duchar, para después él regresar a mi lado totalmente vestida. —Hola —digo en un susurro —creo que me dormí. —Si, dormiste tres horas… —¿Qué hora es? — pregunto aun adormilada. —Es temprano, apenas son las once de la mañana. —Pensé que había dormido más… —¿Qué quieres hacer ahora? el plan es descansar —pregunta decidido. —No sé, tal vez quedarme aquí en la cama un rato más, sabes, nunca he tenido la opción de descansar y no sé qué hacer con mi tiempo libre, en verdad si no estuvieras en casa ya estaría haciendo algo, aun enferma estoy haciendo cosas. —¿Qué haces de forma regular? ¿Cuándo eras niña que hacías? ¿Qué te apasiona? —Mis padres viven del campo, así que desde que tengo memoria siempre les ayudé en todo, desde sembrar y recoger la cosecha hasta limpiar, organizar y vender, así que siempre estuve trabajando. Mi rutina mientras estaba en casa y desde que tengo memoria era ir al colegio, regresar a casa, ayudar con los quehaceres o ayudar con el trabajo, siempre hice las dos cosas y dependía del día, así que no recuerdo mucho tiempo de ocio, a veces jugaba con mis hermanos y mis primos, éramos muchos, pero eso era solo después del trabajo. —¿Trabajas desde niña? —pregunta sorprendido. —Si, no había mayor opción, hay mucho que hacer y pocas manos, y las mías estaban disponibles… aunque no lo veíamos como trabajo, sino como algo que todos hacíamos, como una tarea familiar. —¿Eras feliz? —Si, amo a mi familia profundamente, me gusta mucho la calma que da el campo, el olor a tierra mojada, la fruta y verduras recién cosechadas, la leche recién ordeñada, los huevos frescos, el amanecer tranquilo. —Entonces… ¿Por qué decidiste emigrar? ¿Cuántos año tenías? —Créeme que me lo pregunto mucho en especial en los días donde no tenía que comer, pero es que quería más, quería ver el mundo, que había afuera y ayudar a mis padres —veo su gesto de no comprenderme, por lo que continuo hablando — Claudia, mi prima emigro antes que yo y empezó a enviarle dólares a mis tíos y yo empecé a querer saber que se sentía eso. Me costo decidirme, hasta que una día hubo un incendio y la casa se quemó, perdimos todo, pero afortunadamente todos con vida, así que hable con mi prima, juntamos algo de dinero y me arriesgue, quería volver a levantar la casa de mis padres y tenía dieciséis años cuando emprendí ese camino. —¿Qué paso? ¿Por qué se quemó? ¿ya construyeron la casa? — pregunta de forma atropellada. —Paso que la casa era de paja y madera, y cocinábamos con leña, un día se salió una chispa y se llevó el techo y luego la casa completa, así que te podrás imaginar que quedo muy poco, con lo que yo trabajo envió siempre un porcentaje a casa y tengo entendido que ya llevan una gran parte construida, mis padres quieren que vuelva para que vea el fruto de mi trabajo. —¿Y en el camino hasta acá te encontraste con Gabriel…? —Si, mi pequeño angelito, no sé qué sería de mi vida sin él. — ¿Hace cuanto no vas a casa? —Diez años, y cada día solo sueño con regresar, pero tengo tanto miedo de perderlo todo, de perder todo lo que he trabajado todos estos años, en especial a Gabriel. Nos quedamos en silencio un rato mirándonos a los ojos, él se acerca a mí, toma mi cara con cuidado y me da un beso en los labios, realmente no me lo esperaba, sin embargo, instintivamente le respondo, sus labios son cálidos, sus besos son suaves y dulces, para luego susurrarme frente a mi boca. —Eres valiente Sofia y te admiro por eso. La voz de Gabriel entrando a la habitación rompe la magia del momento y por algún motivo que no entiendo lo único que se me ocurre es reír mientras abrazo al pequeño.
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