Capitulo quince. Nick.

1338 Words
No me sorprende saber que su hijo es adoptado, ni que este indocumentada, pero una gran parte de mi siente una tristeza profunda al pensar todo lo que ha pasado con ese pequeño niño y aun así lo ama como si lo hubiese llevado en el vientre y eso hace que quiera protegerla aún más, incluyendo al pequeño Gabriel, quien al final solo la tiene a ella, y quien sabe qué tipo de vida hubiese tenido. Sin embargo, lo que más me sorprende es la calma con la que me habla, la forma como cuenta lo que ha vivido, sin titubear, ni dudar, sin que se le rompa la voz, solo es una voz de resignación, como si para ella no hubiese otro camino que el que esta atravesando, como si todo lo que ha vivido fuese una maldición que no podría evitar, como quien se resigna y asume su pena. Una leve estela de tristeza queda suspendida entra nosotros, así que lo único que se me ocurre es sacar el arma de conquista más lamentable de todas, hablarle de las constelaciones y las estrellas, y me sorprende saber que en verdad está interesada, que le gusta lo que le cuento y hace preguntas que solo respondo con la ayuda del celular, pero no me puedo negar que me muero por hacer una sola cosa, besarla. — Sofia, empezó a hacer frio, ¿caminamos? ¿entramos a la mansión? —No me gusta dejar al niño mucho tiempo solo, y más que hoy fue el primer día que decidió dormir solo en otra habitación como niño grande… —Entonces entremos a tu casa, pero en silencio, no quiero que Sandra mañana te recrimine por eso. — ¿Cómo lo sabe? —pregunta confundida. —Lo oí esta mañana sin querer, iba a entrar a la cocina cuando escuche que estaban hablando sobre eso… lo siento Sofia, no quiero que te metas en problemas con tus compañeras, ni quiero que se creen chismes de pasillo, pero realmente me gusta hablar contigo, me ha ayudado a controlar la ansiedad. —Nicholas, no te preocupes por eso, yo soy mayor de edad y yo tomo mis propias decisiones, además no veo que este haciendo algo… —Creo que si se ve extraño que estés entrando a tu casa a media noche, además que te pida comer conmigo cada noche, y hablemos pese a la regla explicita que existe de no conversar con los empleados al menos que algo suceda. —¿Quién puso esa regla? — pregunta intrigada. — Mi manager. Se queda en silencio como pensando en lo último que le dije, para luego ponerse de pie, y caminar hasta la puerta de la casa, me pongo de pie en un salto, recojo la manta y la sigo sin decir ni una palabra. Cuando entramos al pequeño apartamento camina hasta la cocina donde pone a hacer un té mientras yo me siento en el sofá esperando que se siente a mi lado. —¿Por qué tu manager pone las reglas de tu casa? — pregunta mirándome ceñuda. —Porque se lo pedí en algún momento… —¿Por qué alguien pediría algo así?— pregunta confundida dándome una taza de té caliente y humeante, sentándose en la silla de enfrente. —Porque no supe que hacer con tanto dinero que me llego de una sola, me volví loco, empecé a ver mujeres, licor, drogas, cada noche una fiesta nueva, apenas tenía veintitrés años cuando la fortuna toco a mi puerta. —¿Cómo fue eso? yo llevo años esperando ese día, el famoso sueño americano y lo que más he llegado es a hablar contigo, un actor famoso. —Pues me honra saber eso, pero a la vez no, me gustaría que tuvieras la vida que sueñas, pero en ese momento fue algo raro, aun estoy armando partes del rompecabezas de mi propia vida. —Pues cuéntame lo que me puedas contar… —En resumen, hui de casa, luego de andar por ahí sin norte ni futuro, después de incluso bailar en algunos clubes nocturnos me llegó el chance de un casting para hacer de un bailarín, que casualidad… —digo con ironía— luego de eso me llamaron para otro rol más grande y un día, de la noche a la mañana golpee el éxito a los veintitrés años, me llamaron para una comedia romántica, a todos les gusto y desde ese día no paran de llegar propuestas. —Ya entiendo… — dice pensativa— de alguna forma se cruzó todo esto en tu camino, el punto es que lo supiste aprovechar. —Si, así es, no lo solté, me aferré a ello con todas mis fuerzas, pero no sabía que hacer, así que mi manager me dijo que comprara un lugar donde vivir y eso hice, inicialmente compre un pent-house, luego esta mansión, me dijo que comprara un auto decente, y también lo hice, y así como otras cosas, que contratara a alguien, que invirtiera mi dinero en una u otra forma, para tener un tipo de colchón y no despilfarrar todo, en fin, me dijo que hacer… —Y entonces él puso las reglas. — Así es, yo no sabía que hacer, y lo dejé hacerlo, confié en él… —¿y tu familia? —No sé qué es de ellos, desde que hui de casa jamás volví a hablarles… —digo en tono melancólico, casi triste. — ¿Y si los buscas? —No quiero, o bueno si — respondo confundido— pero no se ni por dónde empezar, mi padre me dijo que no lo volviera a buscar nunca más y mi madre, después que nos golpeó toda la vida al final lo defendió a él, y la verdad tengo tanto miedo de parecerme a él… — ¿es alcohólico? — pregunta en un susurro. —Si — respondo con lágrimas en los ojos —mi padre se emborrachaba cada día, cada noche, y al llegar a casa nos golpeaba… Por algún motivo se pone de pie, da los dos pasos que nos separan y se sienta junto a mí, haciendo algo que quizás, incluso mi madre, no hacia desde que era niño muy pequeño, me abraza. Siento sus brazos envolver mi cuerpo, su cuerpo cálido estrechando al mío, mi cabeza cae sobre su hombro y antes de poder ser consciente de lo que estoy haciendo empiezo a llorar, es como si de alguna forma extraña abriera un grifo y todo ese dolor contenido saliera a borbotones, mientras ella acaricia con cuidado mi espalda, como si fuese un niño pequeño. Cuando me siento mejor me separo un poco, siento un poco de vergüenza por la forma como lloré, sin embargo, ella me sonríe ampliamente, tiene los ojos ligeramente mojados como si hubiese llorado también, le sonrió de vuelta de forma tímida y creo que nunca en mi vida había sido tan sincero con una persona, jamás le había contado tanto de mi a alguien, ni siquiera a mi terapeuta le puedo contar las cosas de esta manera. —Sofia, ¿puedo quedarme contigo esta noche? —pregunto tímido. —Pero aquí no hay tanto espacio — dice tímida… — Lo se, pero no quiero pasar la noche solo allá, es tan grande esa casa… — Si quieres puedes quedarte en mi cama, yo dormiría con el niño en la otra habitación. —Está bien… — digo resignado— ¿tienes un cepillo de dientes adicional? Honestamente desee dormir con ella, pero soy consciente que debo respetar las reglas y el límite que ella me impone, sigue siendo mi empleada, aunque esta también sea mi casa. Me acuesto en la cama principal y ella me arrulla como a un niño pequeño, me da un beso en la frente y se va a descansar a la otra habitación. Me quedo dormido mirando el techo y pensando en qué momento mi vida cambio tanto, para ahora solo desear un poco de paz y de sensación de hogar.
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