Capitulo cincuenta y tres. Sofia.

1509 Words
Le hace una seña al guardaespaldas quien se apresura a soltarla y camina muy pegado a nosotros, evitando que ella se nos acerque. Al entrar a casa la misma joven que abrió la puerta está limpiando un pequeño charco de sangre y es cuando vemos que la madre de Nick tiene el labio roto. — Mamá, ¿Qué te paso en el labio? — pregunta preocupado. —Nada, lo mismo de siempre — dice en tono resignado. —Si solo pasaron unos pocos minutos entre mi salida de casa y que tu llegaras a buscarme al auto. —Por eso, en el afán me golpee. —No mamá, lo sigues cubriendo,él esta enfermo — dice gritando y enfurecido. — Hijo, tu padre tiene cáncer, cualquier día se nos muere, déjame que este tiempo lo pase tranquila con él — dice suplicante. -—No hay nada de tranquilidad aquí, y cualquier dio de estos te mata, y después no me pidan ayuda para los gastos funerarios. La joven al escuchar que la voz empieza a alzar sale corriendo a esconderse en la cocina, su mirada es asustada e insegura, y al parecer este tipo de discusiones siguen siendo la cotidianidad en esta casa. La madre de Nicholas nos invita a sentarnos y por primera vez la veo lejos de la altivez de hace un rato, ahora simplemente se muestra frágil y abrumada con su vida y antes de poder reaccionar está llorando en brazos de su hijo, y como si fuese uno de esos eventos históricos que vives una sola vez, de esos que es como si estuviera viviendo algo increíble pero a la vez de las cosas que no puedes contar, estoy yo aquí sentada escuchando como ellos por fin después de tantos años empiezan a hablar, es una escena para tomar una fotografía y guardar en el álbum familiar, sin embargo, lo único que puedo hacer es quedarme quita mirando la escena como si de una película se tratara. Hablan en susurros, hablan pegados al oído, hablan con lágrimas en los ojos y desde el corazón, apenas alcanzo a escuchar palabras sueltas y una parte de mi quisiera saber qué es lo que está sucediendo, que es lo que dicen, pero por otra parte creo que es tan privado el momento que me pongo de pie con cuidado y doy unos pasos atrás para ahora observar el momento de pie junto a la puerta en donde está el guardaespaldas que también observa atento la escena, como quien ve una película de las que Nicholas ha sido protagonista muchas veces, y aunque esta conmovido no se me escapa que sostiene ligeramente un arma escondida entre su ropa. La joven que nos abrió la puerta pasa sigilosa por nuestro lado, apenas se percibe su movimiento, sube las escaleras al tiempo que la sigo con la mirada hasta que se encierra en una de las habitaciones. Es tan aterrador estar aquí, todos tienen miedo al padre que está falleciendo, pero se ve más fuerte que ellos, nadie es capaz de decir las cosas y sanar los corazones rotos, simplemente caminan sigilosos y huyen con miedo, y ahora Nicholas está aquí intentando hacerle frente a su pasado, no me sorprende que estuviera al borde del precipicio tantos años, emborrachándose para no recordar lo vivido en esta casa, solo unos veinte minutos aquí y estoy desesperada, me quiero ir de aquí. No sé cuánto tiempo llevo de pie observando la escena cuando el padre de Nicholas llega arrastrando los pies, se escucha el golpe del bastón de madera contra el piso, el arrastre de la bala de oxígeno y una pisada arrastrada, pero su mirada es maliciosa igual que su sonrisa, no pareciera que la enfermedad le hubiese enseñado algo, el odio lo sigue comandando, camina hasta nosotros acompañado con su risa maquiavélica y retorcida. —Como caes tan bajo — dice señalando a su esposa — te dejaron un cheque de veinte mil grandes y te vendes a tu hijo que no le importo abandonarnos. —Es hora que hablemos los tres —dice ella con determinación— aunque sea una vez, no se cuando vuelva a ver a mi hijo, tal vez no lo vuelva a ver nunca más y quiero hoy tenerlo cerca. —Está bien, yo también quiero hablar con él, pero si ella sale de casa — suelta la mano donde tiene la bala de oxigeno para señalarme con un dedo. Le hago una señal a Nicholas para que no se oponga, se quede y hable con ellos, aunque su mirada es insegura y un poco asustada, le hago señas para que entienda que todo va a estar bien, se siente horrible dejarlo solo adentro, bueno, se queda con el guardaespaldas que ahora sostiene el arma con más fuerza, pero creo que en este momento es lo mejor, que hable con ellos a solas y se digan todo lo que tengan que decirse, aunque seguramente serán palabras cargadas de odio y resentimiento. Salgo de casa un poco nerviosa y tensa, apenas ha pasado media hora desde que tocamos el timbre y siento que hubiese pasado un día entero. Siento el cuerpo totalmente tensionado, no puedo creer que esta mañana despertáramos feliz, desnudos y abrazados, para ahora tener que dejarlo solo en el sitio que más miedo le da en todo el mundo. Es casi mediodía y el sol está en lo alto en un sábado que parece calmado, sin embargo, me doy cuenta que la calle no está nada calmada y por lo tanto no es un día habitual, porque al igual que yo todos los vecinos están a la expectativa de lo que ocurra dentro de esa casa, saben que Nicholas es famoso y está de vuelta, además no es normal en una calle de esta ver dos autos parqueados llenos de guardaespaldas que por más que quieran lucir casual se ven totalmente fuera de lugar. Veo a los vecinos pasar con cámaras, con los celulares encendidos se acomodan a los lados de la calle para poder capturar alguna imagen que se pueda vender, incluso me toman fotos a mí, pero seguramente por ahora no tendrá ningún valor hasta que salga en todos los medios que efectivamente somos novios. Lo bueno de los guardaespaldas es que tienen la particularidad de parecer invisible en algunos momentos, así como oler los problemas antes de tiempo, por lo que saber que no se quedo solo adentro me da un poco de paz y calma a la culpa que siento por tener que abandonarlo de esa manera, aunque la intranquilidad no se va de ninguna manera, no puedo parar de mirar la puerta y espero que en algún momento se abra que él salga y suba al auto junto conmigo. Se siente la tensión dentro del auto, hace un silencio extraño donde apenas somos consiente de nuestras respiraciones, sonido que llega de forma leve y es lo único que da indicio que seguimos con vida. Cuando nos damos cuenta que tenemos compañía, el conductor apenas cruza mirada conmigo por el retrovisor cuando la joven que nos abrió la puerta toca con los nudillos el vidrio de la ventana. —Hola, ¿puedo hablar contigo? —dice en apenas un susurro. Uno de los guardaespaldas que va en el otro auto, camina hasta donde ella y espera una respuesta de mi parte, así que doy la orden asintiendo y es la primera vez que me doy cuenta que me volví su jefe, porque en otro momento esperaríamos la instrucción de Nicholas, ahora soy yo la que acepto si la dejo seguir o no. Ante mi señal de asentimiento hace una pequeña requisa a sus cosas, le abre una maleta que lleva al hombro y revisa ligeramente su cuerpo, seguramente para verificar que no lleve armas. Para minutos después la puerta del auto ser abierta para dejar que ella suba al auto, y miles de preguntas pasan por mi cabeza, ¿Qué querrá hablar ella conmigo? Nos miramos a los ojos, ella se intenta esconder de alguna manera, pero en el auto es imposible, solo somos ella, yo y el guardaespaldas, que se acomodo junto a la puerta del auto y mirando hacia la puerta exterior de la casa. Estamos las dos en silencio, pero se que en algún momento una de las dos deberá romper el silencio, y es ella. —Sofia… — dice en apenas un susurro — por favor sálvame, no me dejes aquí. Al escuchar sus palabras me doy cuenta que en este momento siento lo mismo que cuando la madre de Gabriel me lo dejo a cargo, no tengo más opción que hacerlo, aunque muchos de mis planes se vengan abajo. —Cuentas conmigo, no dejare que algo malo te suceda, pero deberás comprender que necesitare para muchas cosas la aprobación de Nicholas… ¿Cuál es tu nombre? — Mi nombre es Emma y soy la hermana de Nicholas, y no puedo vivir más en esa casa… —Te entiendo, y por mi parte, estas a salvo.
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