Capitulo trece. Sofia.

1751 Words
Caminamos hasta la casa, entramos por la puerta del jardín y me acompaña a la cocina. Es una noche muy iluminada y llena de estrellas, acá si se ven. mientras enciendo las luces de la cocina veo los puntitos plateados en el cielo y pido un deseo, me gustaría un milagro, que mi vida fuese otra, que esta fuera mi casa y no estar atendiendo a mi jefe, sino a mi príncipe azul. Cenamos en la cocina mientras conversamos, no dejo que le sirviera en platos, y solo calentamos lo que nos comeríamos en la noche, lo demás lo dejamos guardado, mañana los demás trabajadores de la casa se lo comerán con mucho gusto. Mientras conversamos no volvió a relucir el tema del alcoholismo, hay cosas que es mejor dejarlas lejos. Me conto su día de trabajo y yo termine contándole el mío, obviando algunos detalles que no me parece apropiado que él sepa, al final sigue siendo el jefe y dueño de esta casa como me lo recuerda cada vez que no quiero sentarme en el comedor usando uniforme. La semana pasa en relativa en calma, y el viernes llega más rápido de lo previsto, Cada noche cene con él, en estos días le toco trabajar hasta bastante tarde, así que luego de dormir a Gabriel lo esperaba despierta para servirle la cena y comer en la mesa de la cocina mientras hablábamos, eso si cada mañana me llevaba alguna advertencia de Sandra o Mariela para que no cayera en las garras de mi jefe, pero que lo disfrutara igual, quien la entiende. Como cada tarde estamos con Sandra preparando la cena, cuando nos informan que el señor acaba de llegar y quiere cenar temprano, así que sin dudarlo empezamos a acelerar el proceso de preparación, mientras que los demás trabajadores empiezan a ir a casa a descansar su fin de semana, cuando sin previo aviso él entra a la cocina haciéndonos sobresaltar. —Hola, ¿podrían acompañarme con sus hijos en la mesa esta noche? No quiero cenar solo… Nosotras intercambiamos miradas confundidas, siendo Sandra quien rompe el silencio. —Señor ¿está bien? — No, no estoy bien, hace mucho tiempo vengo luchando con el alcoholismo y estoy decidido a no dejarme caer, así como que no necesito un terapeuta cada noche, pero no quiero estar solo y si bien es cierto, agradezco la compañía de Sofia, no quiero generar malos entendidos… —Si señor, podemos cenar con usted —me apresuro a decir— y no tengo problema con Gabriel, creo que el estaría feliz. —Perfecto, las espero entonces en la mesa. Cuando el sale intercambiamos miradas tensas, pero ninguna es capaz de decir algo al respecto, es como si ellas empezaran a comprender la razón por la que hemos compartido cada noche en la mesa y algunos desayunos, aunque ese no sea mi lugar. Así que tal como él indico ponemos la mesa cinco personas, incluyendo la hija de Sandra, Micaela y Gabriel, quienes ahora dicen ser los mejores amigos. Nos sentamos un poco tensas y si no fueran por los niños que empezaron a parlotear hubiese sido una cena desastrosa, así que pasamos la siguiente hora conversando de muchas cosas que a los niños se les ocurría, incluso jugamos en la mesa y vi a Nicholas reír como un niño más, tranquilo y relajado. Al terminar de cenar mientras recogemos los platos y los niños corren por todos lados, en un momento de descuido él me deja un pequeño papel en la palma de la mano, el cual me apresuro a guardar en el bolsillo del delantal y cuando estoy sola cargando los platos en la máquina, aprovecho para abrirlo con cuidado. “Esta noche espérame en el jardín como aquella vez y a la misma hora” Me apresuro a guardarlo ahora en el bolsillo de mi pantalón y continuo con los últimos quehaceres del día, junto con Sandra dejamos la cocina y comedor limpios para luego irnos a dormir, los niños se adelantaron y se fueron hablando felices a casa, al parecer tienen plan de ver una película. Una hora después cuando entro a casa Gabriel me está esperando con una mirada seria que al principio me preocupo. —Mamá, tenemos que conversar. —Si claro hijo, ¿Qué paso? — Mamá, te amo mucho, pero me mudo para mi propia habitación. —¿Paso algo hijo? —No, pero si… — ¿Cómo es eso? — pregunto mirándole a los ojos. — Es que me gusta Micaela y no quiero decirle que duermo contigo, quiero que sepa que duermo en mi propia habitación, la de ella está totalmente decorada a su gusto, si la vieras, ella me pidió ver la mía, pero le dije que aún estaba desordenada… —No te preocupes hijo, si quieres múdate a tu propia habitación, no tengo problema con ello y decórala a tu gusto. —Gracias mamá — para luego decir muy bajito —pero si tengo miedo puedo pasarme contigo. —Si claro, puedes pasarte conmigo cuando quieras. Me da un abrazo y se va feliz a organizar su nueva habitación, ahora debo comprar algunas cosas para decorarla a su gusto. Una sensación de nostalgia se instala en mi pecho, Gabriel está creciendo muy rápido. Cuando el niño se duerme bajo al jardín, pongo una manta para luego dejarme caer en la hierba fría mientras miro la luna, creo que lo mejor de este cambio es este espacio con el que antes no contaba, donde podemos correr, saltar y relajarnos con un poco de verde, creo que no me recostaba en el pasto de esta manera desde que me fui de casa y en ese momento era tan solo una niña. Veo a Nicholas llegar con un andar suave y pausado, pero a la vez seguro, es como si en cada paso que da estuviera replanteándose su vida entera, se deja caer junto a mi colocando su brazo bajo su cabeza. —¡Sabes que es lo mejor de que hoy sea viernes? — pregunta sin dejar de ver el cielo. —No — digo mientras muevo la cabeza. —Que mañana no tienes que madrugar y Sandra como cada fin de semana sale temprano los sábados y tengo la casa para mí solo. —¿No has pensado contratar personas para el fin de semana? —Si, se supone que esa eres tú, en teoría tu día libre es el domingo u otro día de la semana que escojas… —No tenia conocimiento de eso — digo sin pensarlo mucho. —Joan tuvo que haberlo informado… —No, no lo hizo, pero no hay problema, igual no tengo muchos lugares donde ir, y si Gabriel puede correr por el lugar sin restricciones yo podría llevarlo a algún centro comercial o a un parque de juegos a dar una vuelta se da por bien servido y no debo ir lejos, igual no tengo donde dormir los fines de semana, claro si no le molesta. —Eso está resuelto y no me molesta que estés aquí el fin de semana — dice sonriendo — sabes… a mí también me gusta ver la luna, y las estrellas, en especial cuando las luces de la ciudad están apagadas como ahora. —Es bonito estar aquí, tiene una linda vista al cielo nocturno y me relaja mucho, me ayuda a organizar mis pensamientos. —Lo sé, yo también busco estos momentos, aunque cuando estaba bajo el efecto del alcohol no podía ver nada, era como si mi mente estuviera siempre nublada. —Yo solo me emborraché algunas veces cuando estaba joven en el pueblo donde crecí, aquí siempre he tenido tantas responsabilidades que no está entre mis opciones. —Admiro esa firmeza y fuerza de voluntad para hacer las cosas, para no caer… — La admiras porque tienes la misma firmeza y fuerza de voluntad. —Probablemente —dice pensativo —Sofia, ¿te puedo hacer una pregunta muy personal? y esta vez la hago entre el hibrido de jefe y amigo. —Si, ¿Qué quieres saber?— pregunto con voz relajada. — ¿Tu estas indocumentada? No me esperaba esa pregunta, lo volteo a ver sin saber que responder, así que respiro profundo mientras organizo mis pensamientos, varias preguntas me saltan una y otra vez por una parte creo que si le cuento me puede despedir por otra parte pienso que me puede ayudar, pero a la vez tengo miedo que me denuncie o algo así, y creo que él ve mi indecisión y miedo, así que me vuelve a hablar. —Sofia, puedes confiar en mí, Joan me pregunto hace unos días que hacíamos contigo, te faltan documentos y no le dije que por ahora lo dejáramos así, pero quiero oír de tus labios la verdad, para poder ayudarte de alguna forma, tengo dinero, lo demás es fácil. Luego de mucho pensarlo, de darle vueltas una y otra vez a lo que me dice, de sopesar sus palabras, decido que puedo confiar en él. —Si, estoy indocumentada… — digo en un susurro — llegue aquí hace diez años, tenía dieciséis cuando me metieron en un camión con más personas, muchas de ellas murieron, yo sobreviví y aquí estoy. —¿Cómo es esa experiencia? – pregunta haciendo un gesto preocupado. —Horrible, aún tengo pesadillas con esos días, aun lo veo una y otra vez en mis sueños, sin embargo, sobreviví y aquí estoy. —¿y Gabriel? —Gabriel es mi hijo, pero su madre no sobrevivió el viaje. Se queda en silencio como pensando las palabras que acabo de decir, para al final girar a mirarme a los ojos. —Entiendo, para mí es tu hijo y eso no se discute. —Gracias por entenderme — digo en un susurro. Volvemos a quedarnos en silencio viendo el cielo estrellado, para luego él volver a hablar. —Sabes, para un papel me toco trabajar con un astrologo y me enseño todo lo de las constelaciones… —Entonces cuéntamelas, siempre he querido saber de eso. Nos acomodamos el uno junto al otro y escucho su voz muy diferente a la que me llega en las películas, es una voz más cálida y familiar, la de un hombre cualquiera feliz y tranquilo lejos de los estereotipos impuestos, y honestamente me siento tan bien a su lado que el miedo de enamorarme hace presencia en mis pensamientos junto con las voces sobreponiéndose de Mariela y Sandra.
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