Estoy por salir de casa cuando veo a Sofía caminando por el jardín , su paso es distraído. Miro el reloj y son un poco más de las nueve de la noche, no es tan tarde, pero conociendo sus hábitos ya debería estar dormida, y tal vez un ángel guardián la puso aquí para mí, tal vez algún ser celestial ilumino a Joan para que fuese ella la persona que ocupara este nuevo cargo y no cualquier otra, así que me aferro a la posibilidad que tengo, Sofia.
Corro para alcanzarla, y me doy cuenta que todo es demasiado grande para mi solo. Corro para alcanzarla antes que se vaya a dormir, y ruego que hablar con ella, me ayude a no perder en una noche todo el trabajo que he hecho los últimos meses. Atravieso el jardín con afán, la sensación de ansiedad sigue en mi cuerpo.
La alcanzo y ahora tengo ansiedad por no saber que decirle, soy su jefe, no debería tener este tipo de acercamiento, yo debería lidiar solo con mis adicciones y mi oscuridad, no arrastrarla a ella, a quien apenas conozco a este pozo profundo.
Ella me ve primero a mí y saluda de forma tímida, provecho para saludarla con la mano y correr un poco hasta donde ella. Y ahora no sé porque me siento tan nervioso en cuanto estoy frente a ella, le sonrió de forma tímida y no sé qué decirle.
—Hola Sofía, pensé que ya estabas dormida… — digo lo primero que se me ocurre.
—No podía dormir, así que salí a caminar un rato —dice cabizbaja.
— ¿Algún problema?— pregunto intrigado jamás la había visto tan pensativa y nostálgica.
—No como tal, es más, es la primera vez que siento que mi vida tiene algo de suerte desde que llegue al país.
—Hace cuanto fue eso…
—Diez años, hace diez largos años que parecen una vida entera.
—Es decir, el niño llego contigo recién nacido, ¿a qué edad fuiste madre?
—Discúlpame, sé que eres mi jefe y todo eso, además que hemos hablado mucho fuera del trabajo, pero no quiero hablar de eso ahora — dice en un tono tosco.
—Lo siento, ¿de qué te gustaría hablar?
—No sé, de lo que sea, tal vez debería irme a dormir… — dice mientras da media vuelta encaminándose a la puerta de la casa de los trabajadores.
— Por favor Sofía, no entres, necesito ayuda, no me dejes solo, no quiero volver a caer…
—¿Está bien señor? —pregunta dando la vuelta y mirándome por fin a los ojos, y la máscara de empleada perfecta se desplomó.
—Por favor Sofia, llámame por mi nombre, sin el señor, sin apodos famosos y pomposos, solo el hombre que ya conoces, el que fue al zoológico contigo, con quien te ríes sin mascaras.
—Sofia, ¿recuerdas el viaje que te conté la primera vez que fui a tu casa?
— Si, el que duro como tres meses…
—Sofia, no fue ni un viaje, estaba en rehabilitación, soy alcohólico, y Elton el que viste muchas veces en casa, igual que Paula, son mi terapeuta y ella una enfermera para que me ayudara con algunos temas de medicación, y hoy, aunque me tome la medicación, la ansiedad no cede. Y Sofia —digo mirándole a los ojos con voz suplicante — y no quiero recaer, no esta noche, me gusta tener el control sobre mi mente y cuerpo.
— ¿Quiere pasar? — pregunta abriendo la puerta.
—Si, claro.
Camino tras ella hasta su apartamento en completo silencio. Ella entra a revisar al niño y luego vuelve a donde estoy, esta sonriente y mucho más tranquila, ahora que la veo bien, ya no tiene el uniforme de trabajo, tiene ropa cómoda que permite ver sus curvas. Prepara algo de té y nos sentamos en el pequeño sofá que hay frente al televisor.
— Ahora si Nicholas — dice suspirando y mirándome a los ojos fijamente —¿Qué hace que quieras estar tomando? si honestamente yo veo que lo tiene todo, es un hombre apuesto, tiene una carrera de ensueño, vive en una mansión hermosa, puede tener a la mujer que quiera a sus pies…. ¿Qué le podría faltar?
— Paz — digo en un susurro — pero ahora solo quiero hablar con alguien de otras cosas, quiero no pensar en nada por esta noche, mañana hablare con mi terapeuta del tema.
—Entonces hablemos, a mí me gusta mucho hablar.
— Y yo soy bueno escuchando.
Pasamos la noche conversando, de tantas cosas, pero ninguno de los dos tocamos nuestros miedos y ahora veo que ella esconde algo, desde el instante que me dijo que no quería hablar del niño, así que prefiero evitar algunos temas, ya tendremos tiempo para ello si es que me gano su completa confianza, la que hasta hace unas horas pensé que tenía y bueno, porque no, ella la mía. No soy capaz de contarle lo que me atormenta y quiero callar con licor en mi cuerpo, pero cada momento que paso sentado en ese sofá una sensación de calma me invade, el sonido armonioso de su risa me da una paz indescriptible, es como si fuese el único sonido que quisiera escuchar por el resto de mi vida.
Es más, de media noche cuando salgo de su apartamento, camino en silencio, no sé qué tan prudente sea que me vea alguien salir de la casa de mis trabajadores, pero ya lo hice, y no creo que alguien se oponga, al final, aunque suene mal, yo p**o sus sueldos.
En mi habitación duermo pensando en ella, es un placer cada encuentro con Sofia, es una mujer hermosa y maravillosa que permite hablarle sin ningún fin especial más que pasar un rato agradable y hacernos compañía, amo solo hablar con alguien sin nada de licor o alguna droga en mi cuerpo o el de la otra persona, se siente más vivo, aunque a quien miento, esa mujer me fascina. Me despierta el sonido del celular, mi terapeuta acabo de ver mi llamada perdida.
—Hola Nick, ¿estas bien? acabo de ver tu llamada perdida.
— Si, estoy bien, solo que por un momento pensé que caía otra vez, la ansiedad recorriendo mi cuerpo, el corazón palpitante, las ganas de tomar licor hasta embriagarme…
— ¿Tomaste algo? — pregunta preocupado.
—No, cuando salí de casa con las llaves del auto en las manos, me encontré con una de las chicas que trabaja en casa y estuvimos hablando, hasta que se me paso y luego volví a dormir.
—Que bien — dice aliviado— creo que deberíamos retomar la enfermera, con eso si te vuelve a pasar puede aplicarte la medicación y yo podría volver a la casa, aunque sea en las noches… —dice acelerado.
—No, todo lo contrario, yo puedo, no necesito niñera ni carceleros de noche, con unas cuantas sesiones a la semana podría seguir manejándolo bien, y la medicación, creo que esta bien, solo me asuste un poco ayer al ser la primera noche solo desde que decidí estar sobrio
—¿Estás seguro? me acabas de contar que anoche casi recaes.
—Si, pero no lo hice…
— Ya voy en camino, hablamos y luego yo decidiré.
Reviso la hora y apenas son las siete de la mañana, tomo el tiempo de levantarme para luego pensar que Sofia estaría a la hora del desayuno y por algún motivo una emoción desconocida se instala en mi pecho. Cuando llego a la mesa la observo servirme, poner las comidas recién preparadas en la mesa, sin embargo, esta vez no puedo pedirle que me acompañe, desayunare con Joan mientras revisamos la agenda del día, y luego estará por llegar mi terapeuta quien me acompañara al estudio al tiempo que conversamos, no obstante, me pierdo mirándola, moviéndose de un lado al otro, hablar en voz baja con las otras personas.
Hasta que Joan hace que vuelva a la realidad con un tema que le preocupa y después que me lo conto se volvió en mi prioridad.
—Señor, tengo un pequeño problema y no sé qué hacer, necesito tu autorización para resolverlo…
—¿Qué paso? — digo mirándola por primera vez.
— Me acabo de dar cuenta que Sofia, la chica nueva, no tiene permiso de trabajo, ¿Qué hago? ¿la despido?
—No, por favor no, no creo que se den cuenta y en la medida de lo posible ayudémosla a organizar sus documentos.
—¿Estás seguro?
—Si, igual luego hablo con ella y por favor no le cuentes a nadie.
— Si señor.
Y por primera vez entiendo que es lo que tanto esconde y porque protege tanto al niño, esta indocumentada y eso podría significar problemas para ella y para mí, sin embargo, por ahora estoy dispuesto a correr el riesgo, solo que Jack no se entere.