Dos vuelos en avión en menos de un mes, y no me puedo acostumbrar a esta sensación. No me puedo quejar, voy en vuelo privado y es algo maravilloso, es un espacio cómodo, con la comida que desee y puede entretenerme con lo que desee, pero mi mente está en otra parte, apenas cruzamos palabras, pienso en posibilidades, en futuros inciertos, y otros en los que sueño, esa sensación de incertidumbre plantada en mi pecho no se quita desde que me volví novia del famoso Nick Bolton, y la ansiedad es mas grande cuando siento que vivo una vida muy alejada a lo que era mi pasado y el pánico de volver a la vida anterior me atrapa, en especial por Gabriel.
—¿estas bien? — pregunta Nicholas tomando mi mano, el esta sentado frente a mí, apenas separados por una mesa.
—Si, solo que por mas que quiera no me acostumbro a volar en estos aparatos.
—Ya pasara, volaremos tanto que serán parte de tu rutina — dice riendo con tranquilidad.
—¿y tu como estas? — pregunto para tener algo en que pensar.
—Un poco nervioso, ayer estuve hablando mucho tiempo con Elton, y por poco me arrepiento de hacer este viaje, pero creo que es lo mejor en este momento si es verdad el informen del investigador.
—¿Lo de la enfermedad de tu padre?
—Si, pero sabes que lo que mas temo es que muera y mi madre quede desprotegida, ella es solo una victima más de todo esto.
—¿Por qué crees que quede desprotegida?
—Porque siempre vivimos de la caridad del otro, la casa donde crecí no era de mi padre, un tío se la dio para que viviera mientras tenia hijos pequeños, y hace mucho tiempo crecimos, es más, tengo entendido que en casa solo queda mi hermana menor.
—¿Cuántos hermanos son?
—Somos cuatro, tres hombres y mi hermana.
—¿cuatro? son poquito, nosotros somos nueve— digo riendo — y yo soy la mayor, tanto que mi hermana menor nació poco antes de irme de casa, así que te podrás imaginar.
—¿y como hacían?— pregunta sorprendido.
—No lo sé, pero en lo personal me parecen muchos niños para vivir con tan poco dinero.
—¿Cuántos hijos quieres tener? —pregunta tranquilo.
—La verdad después de ver tantos niños en casa y tener que ayudar a cuidarlos a todos, lo último que quería era tener hijos, pero después de Gabriel me gustaría tener uno y si puedo adoptar otros, es muy bonito el proceso… ¿y tú?
—Nunca lo había pensado, pero contigo me imagino con tres más, sin incluir a Gabriel, me imagino con tres pequeños corriendo por todos lados, tener unos pequeños para viajar y pasarla rico, alguien con quien compartir todo lo que tengo.
— ¿Y sin mi? ¿Cuántos hijos serian?
—No tendría hijos — dice muy serio — entiende que muchas de las decisiones que he tomado en las ultimas semanas van de la mano a lo que siento por ti, es como si fueras esa persona que llevo toda la vida esperando, eres la persona que quiero a mi lado…
—No me lo esperaba— digo en apenas un susurro — pero hay muchas cosas que he pensado desde que llegaste a mi vida.
—¿Cuándo piensas empezar a tomar sesiones con Elton? — pregunta cambiando de conversación.
—Cuando regrese de este viaje, prometido, por cierto, ¿A dónde vamos? Nunca quisiste darme la ubicación.
—Vamos a una pequeña ciudad en Dakota del norte llamada Williston…
Conversamos un rato más, hasta que el avión empieza a descender, los oídos se tapan y el vacío dentro de mi empieza a sentirse, por lo que aferro a su mano y cierro los ojos, aunque él intenta entretenerme no puedo pensar en otra cosa. Cuando siento que el avión toca tierra, es como si la realidad y el presente me golpearan, estamos aquí por Nicholas, para empezar a sanar su pasado, para que el recuerdo de su infancia no le impulse al alcoholismo.
Siento el tacto cálido de su mano acariciando mis nudillos lo que hace que abra los ojos y volteé a verlo, su mirada es la de un niño asustado, acaricio suave su cara mientras sonrió para luego darle un beso en los labios, y es como si en este momento todo en mi vida encajara, como si todo empezara a estar bien, mientras estoy con él todo es perfecto, como si mis fantasmas e inseguridades se espantaran.
Cuando salimos un auto nos estaba esperando para llevarnos al hotel, y es la primera vez que soy consciente que vamos acompañados de guardaespaldas.
—¿Por qué tanto frio? — pregunto buscando algo para abrigarme.
— Siempre es así, aunque en unos días empezara a calentar como el infierno mismo.
—¿Y ahora para dónde vamos?
— Para el mejor hotel del lugar.
Por la ventana veo una ciudad pequeña que me hace pensar en las películas de vaqueros, es apenas mediodía, pero el cielo está nublado dando la sensación que es más temprano o tal vez de tarde. Al bajar del auto siento el ambiente frio a pesar que estamos entrando al verano, y pienso en la niñez de Nicholas.
El hotel es bastante sencillo en comparación a los lugares a los que hemos ido, la gente nos mira extraña, creo que no acostumbran a tener este tipo de visitantes, aunque los guardaespaldas llevan ropa cómoda y bastante normal, hay algo en todo ello que hace que todos los que nos miren volteen, o tal vez lo reconocen.
La habitación es un reflejo del lugar donde estamos, no hay decoración como tal, la pared blanca con ligeros toques de gris, apenas hay una cama dispuesta en la mitad del lugar, un baño a un lateral, un televisor empotrado con los controles amarrados junto a la mesa de noche y un closet que huele a viejo y si esto es lo mejor del pueblo no quiero imaginar lo demás. Volteo a ver a Nicholas para hacerle algún comentario de la habitación para darme cuenta que está totalmente pálido y temblando de la cabeza a los pies.
— ¿estas bien? —pregunto acercándome a abrazarlo.
—Ahora si estoy bien — me envuelve en sus brazos— sabes, esto no es fácil para mí, no es fácil para mi ir donde mis padres o donde Jhony…
—Si quieres pasamos esta tarde en el hotel y mañana salimos.
—No, hagámoslo ahora, no quiero perder el impulso.
—¿Quién primero? — pregunto sin dejarlo de abrazar.
—Vamos donde Jhony, creo que es el más fácil.
—¿Comemos primero?
—No, no me pasa la comida, pero si quieres comer algo te acompaño.
—Mejor no, vamos de una buena vez y salgamos de esto.
Siento como tiembla ligeramente entre mis brazos, sus músculos tensarse, su corazón palpitar con fuerza y su respiración entrecortada.
—Vamos Sofia, y por favor no me sueltes la mano, no ahora.
Subimos nuevamente al auto, el guardaespaldas esta tenso y habla en clave con el conductor, pero esta vez me concentre en hablarle a Nicholas, en ayudarlo a aligerar la carga, en que piense en otra cosa al punto que no veo el camino, solo siento que duramos mucho tiempo en el trayecto, para un lugar tan pequeño pensé que el viaje sería más rápido.
Cuando parqueamos frente a una casa de dos pisos un poco desaliñada color verde menta, con el pasto alto. Él asiente al observar fijamente el lugar al que acabamos de llegar, respira profundo para tenderme la mano izquierda, y luego de hacerle la seña al guardaespaldas quien baja primero y le abre la puerta.
Caminamos lento, uno junto al otro con nuestros dedos entrelazados, con el guardaespaldas detrás de nosotros, para luego adelantarse a tocar el timbre y volver a su lugar.
— ¿Está seguro que están en casa? — le pregunto en un susurro tímido.
—Si, la persona que se encargó del tema me aseguro que hoy estarían en casa.
—¿Qué persona?
Mi pregunta queda en el aire en el momento en la puerta se abre y una mujer de cerca unos sesenta años, tal vez más, quien se ve que fue muy hermosa hace unos años mira atónita a Nicholas, se queda paralizada observándolo, no dice nada, solo lo mira y una lagrima empieza a correr por su rostro, para luego hacernos seguir.
La casa huele a humo de cigarrillo esta sucia y desgastada, una mujer joven aparece de la cocina y al reconocer a Nick, cubre la cara ahogando un grito de sorpresa, tres pequeños niños corren de un lado al otro quienes se frenan a ver al inusual visitante, un hombre salta de un sofá donde veía un partido de beisbol para ver con la misma mirada de confundido a la persona de pie en la puerta.
La mujer joven llama a los niños ante la señal de quien me imagino es su esposo para luego hacernos seguir a una desgastada sala de estar.
—Nico, ¿eres tú? – pregunta el hombre — perdón, Nick, creo que así te llaman ahora.
—Si, soy yo, puedes llamarme como quieras Jhony.
Y antes de poder reaccionar él suelta mi mano y ellos dos están en la mitad de la sala de estar abrazados y con lágrimas en los ojos, se hablan al oído susurrando algo, y ahora soy consciente que el discurso que sé que preparo y repaso cientos de veces en su cabeza fue innecesario al momento de estar frente a su amigo de infancia.
Cuando se sueltan busca a tientas mi mano mientras baja la mirada, respira profundo conteniendo las lágrimas, me arrastra hasta uno de los viejos sofá y nos sentamos muy juntos y por primera vez veo al joven que fue, lo que vivió en esa casa, escuche en una única ocasión la historia de sus labios, y sé que él se siente culpable que Jhony lo botara de su casa y ahora veo que su amigo se lamentó por lo mismo muchos años.