Capítulo 3: “¿Dónde ha quedado la princesita?”

2458 Words
El olor a sexo desenfrenado se metió en las fosas nasales de Draco al entrar en la habitación principal del ático de Eros, un lugar tan oscuro como su jefe. Habían famosas obras de arte repartidas por las paredes dando una decoración sombría a la estancia. Se veían reflejados ángeles, demonios, dioses, los siete pecados capitales y lo principal, sexo. Draco no tuvo que tomarse mucho tiempo para encontrarlo, desde la puerta vio a Eros vestido apenas unos bóxers negros que cubrían su desnudez, sentado en el bordillo de la terraza con una botella de brandy al lado. El serbio cruzó la habitación despacio sin hacer ningún ruido. Lo último que le apetecía era despertar a las dos chicas que dormían desnudas en la cama y otra que estaba tirada en el sofá agarrada a una camisa de hombre, probablemente de Eros. —¿Has pasado la noche en este lugar? —Indagó Draco extrañado, pues Eros jamás dormía con una mujer y mucho menos en su ático. —Te pregunto porque si es así necesitas un médico con urgencia. —No he dormido, jamás podría cerrar los ojos aquí. Todo en este lugar huele a sexo, a putas y perversión. No importa cuantas veces vengan a limpiarlo, este olor ya está impregnado en las paredes. —Escupió Eros sin mirarlo y Draco se fijó en las cicatrices de su espalda, hechas visiblemente por un cinturón o látigo. Marcas profundas de distintos tamaños, y tiempo… algunas se veían más recientes que otras. —Por el estado de las chicas que están adentro no les diste descanso en toda la madrugada. — Habló Draco entendiendo a lo que se había dedicado y Eros le echó un ojo a las mujeres que olvidaría aquel mismo día. —Pasé la mayor parte de la noche con la polla metida en alguna parte y viendo como se follaban entre ellas. Necesitaba tener la cabeza ocupada…bueno, las dos. —Declaró sin ninguna emoción en su voz. Eros estaba tan asqueado de todo que hasta el sexo le empezaba aburrir, siempre era más de lo mismo. Alguna mujer físicamente hermosa, pero con poco cerebro que lo trataba como si fuera un dios con la intención de conquistar su corazón, uno que Eros no poseía o por lo menos no admitía poseer. —También estuve trabajando. —Continuó Eros empujando hacia su asasino una carpeta que Draco miró con curiosidad. —Un empresario en Valencia, tiene una pequeña flota de barcos pesqueros. —¿Y qué pasa con eso? —Preguntó Draco con interés. —No me digas que quieres hacer otra expansión en los negocios, sería la tercera en el mismo año. —Hace unos meses ese don nadie estaba en bancarrota, pero hace poco duplicó su flota de barcos. Supuestamente hizo buenas inversiones, pero claramente está transportando droga por el Mediterráneo. —Explicó Eros y Draco entendió su interés en el hombre — Quiero que lo investigues. —¿Arranco su cabeza o quieres tener el honor? —No me ensucio las manos con cualquier basura, así que vas a darle dos opciones. Trabajar para los Oliveira o morir. También debes dejarle claro que si elige la primera opción deberá revelar el nombre de la persona que está contratando sus servicios. —Contestó Eros antes de tomarse un trago de la botella. —¿Me imagino qué debo matar a esa persona cuando sepa quién es? —Indagó Draco y Eros suspiró con cansancio. —No, con ese sí quiero tener el gusto de matarlo, para qué sirva de ejemplo. Por eso debes avisarme de inmediato una vez que lo tengas y yo lo llevaré a juicio. Todos saben que las rutas del Mediterráneo, del Mar Cantábrico y los Pirineos son nuestras. No pueden pasar nada por la Península Ibérica sin la maldita autorización de un Oliveira y él que lo haga es un puto traidor. —Afirmó Eros con asco. —¿Entonces supongo qué serás su juez y verdugo? —Cuestionó Draco con sarcasmo y Eros esbozó una media sonrisa. —Me da más placer ser verdugo, pero eso ya lo sabes. —Respondió Eros y miró lo que tenía Draco en la mano. —¿Has traído lo que te pedí? —Sí, pero te confieso que me has sorprendido. ¿Cómo es posible qué lleves tantos años sin ver a tu hermana? Si no me equivoco, lleva mucho tiempo fuera, pero sí estuvo en el país unas cuantas veces. —Estuvo un par de veces en Madrid con mi padre, pero fueron visitas fugaces y no estuve presente en ninguna de ellas. —Contestó.—Y no vuelvas a llamarla así, Adriana no es mi hermana, Misha. —Lo reprendió molesto y Draco inclinó la cabeza disculpándose. Eros había estado evitando verla y no soportaba que lo relacionaran con la chica de esa manera. Tener una hermana era para Eros como sumar otra debilidad a su vida, que podrían utilizar sus enemigos para atacarlo, entre ellos su propio padre. Eros sentía un cariño especial por Adriana, pero prefería mantener eso en secreto. Draco le entregó el sobre que tenía en la mano y Eros vaciló antes de abrirlo. —Fotos actuales de Adriana, pero no ha sido fácil conseguirlas. La señorita parece tener una aversión por las cámaras de fotográficas. Tuve que pedir a sus escoltas que le hicieran un par de ellas a escondidas. —Reveló Draco y se dio cuenta de que Eros se quedó hipnotizado mirando la chica en las imágenes. Eros se había despedido de una niña dulce y tímida hacía ocho años, de la cuál decidió apartarse. Llevaba años evitando verla, pero la mujer de las fotos solamente conservaba la mirada inocente, ya no era la pequeña que había protegido durante tanto tiempo. Todo en Adriana parecía una creación hecha para atraer la atención de cualquier hombre sobre la tierra. —Ya es toda una mujer. —Murmuró Eros fascinado con la belleza de Adriana. —No puedo creer que haya cambiado tanto. Eros tragó en seco disimulando su impresión, pero Draco se dio cuenta. —¿Qué es lo que te preocupa Eros? Sé que el regreso de esa chica te tiene sin dormir y viendo lo hermosa que es presiento que es un problema. Todos sabemos que tienes una debilidad por las mujeres que tienen puesta en la frente la palabra “PROHIBIDO”. —¡Ten mucho cuidado con lo que dices Misha!–Le reprochó. –Jamás en la vida la miraría de esa manera. Para todos los efectos es mi “hermanita”. Adriana es especial para la familia y eso es lo que me preocupa de verdad. —Confesó Eros sin poder apartar sus ojos de las fotos y pensó que su rostro perfecto también era un jodido problema, “¿dónde ha quedado la princesita?” se preguntó. —Por lo menos mis hermanos son como yo, pero ella siempre ha sido tan pura. Es nuestro mayor tesoro…uno que debe ser protegido. Por eso te pedí sus fotos. El rostro de Adriana debe estar clavado en la cabeza de nuestros aliados de la misma forma que lo hicimos en Alemania, y todos deben saber lo que significa su vida. Sí algo le llega a pasar, España arderá. ¿Ha quedado claro? —Como el agua, jefe. Todos estarán al tanto de que la princesa está regresando a su castillo. —Contestó Draco guardando las fotos de Adriana, pero Eros le quitó una de ellas que decidió guardar para sí mismo, “por sí acaso” se dijo internamente justificando su necesidad de conservar aquella foto. En el jet de la familia Oliveira, Adriana escuchaba a Becca roncar tirada en el sillón y se rio viendo como babeaba con la boca abierta llamando a Chris Hemsworth en sueños. Adriana le había robado a su amiga la revista del día anterior, para leer la entrevista de la modelo trepadora que contaba su encuentro íntimo con Eros. Lo cierto es que Adriana no se creía nada de lo que estaba leyendo, pero no pudo resistirse a apretar sus muslos imaginando a Eros haciendo todas aquellas cosas que la modelo mencionaba. En la revista había una foto de Eros, como siempre muy bien vestido. Era un empresario reconocido y muchos diseñadores famosos tenían una debilidad por el gallego. Todos se ofrecían para diseñarle los mejores trajes que solo destacaban más lo jodidamente atractivo que era, Eros los lucía mejor que cualquier modelo. Adriana se mordió los labios y su piel se erizó cuando sus pezones rozaron la fina tela de su camiseta. Otra vez esas ganas, ese deseo y la puñetera humedad en sus bragas. Ella arrancó la página con la foto de Eros y se metió en el baño estrecho del avión para tener algo de intimidad o para esconder su vergonzosa excitación. —Joder Adri estás como una gata en celo. —Murmuró para sí misma con frustración metiendo la mano dentro de sus jeans y se mordió los labios al empezar a darle atención a su clítoris. Ella miraba la foto de Eros mientras se tocaba a la vez que ahogaba sus gemidos. En un dado momento hasta se descalzó sin querer una de las deportivas blancas por retorcerse tanto. Ella necesitaba terminar… necesitaba liberar la presión en su abdomen… estaba casi. La fuerza del orgasmo tensó su vientre e iba a explotar cuando… —¡Adri hemos llegado! —Avisó Becca golpeando la puerta como una loca por el entusiasmo que tenía y Adriana cayó sobre sus rodillas sufriendo por su orgasmo frustrado. —¿Adri qué estás haciendo? ¿No me estás escuchando? ¡Hemos llegado! Adriana suspiró antes de levantarse del suelo y mirarse en el espejo. Sus mejillas se sonrojaron al volver a mirar la foto de Eros, como si pudiera saber lo que estaba haciendo. Ella no era de las chicas que se dejaba llevar fácilmente por sus instintos más primitivos, pero en el último año su cuerpo parecía gritarle que necesitaba una grande y enorme pol… —¡Adriana! —Volvió a llamar Rebecca y Adriana abrió la puerta con una mirada de asesina en serie. Becca la miró de arriba abajo y arqueó las cejas. Su amiga tenía la camiseta levantada, las mejillas como tomates y los labios rojos de tanto morderse que solo podían significar una cosa. —Honey, la virginidad tiene fecha de caducidad. Si no te la quitas de encima tendrás que cargar con una libido que te volverá loca. —Déjame en paz Becca. —Exigió Adriana molesta mientras salía del baño y le echó una mirada de reproche a Rebecca que no podía dejar de reírse. —Por lo menos cómprate un Satisfayer. —Se burló corriendo detrás de su amiga para seguir molestándola. Dentro del Sedán n***o en el cuál las había recogido uno de los hombres de Rodrigo De Oliveira. Adriana jugaba con sus dedos sobre su regazo, ansiosa. Había pasado años de su vida suplicándole a su padre poder regresar a casa y se sentía aterrada a tan sólo unos minutos de volver a cruzar el umbral de la mansión Oliveira, su hogar. De repente el sonido del claxon y las protestas del chófer la sacaron de su ensimismamiento. Adriana y Becca miraron por la ventana buscando ver que había ocurrido, pues de la nada se había formado un atasco caótico. —¿Qué ocurre Kike? –Preguntó Adriana preocupada. —Un accidente justo en el puente señorita. Por lo menos es lo que puedo ver desde aquí. — Contestó el chofer. Adriana se echó hacia adelante y efectivamente, a unos metros de ellos, justo delante, un coche estaba volcado y al lado un camión que se había quedado atravesado en mitad del camino impidiendo el paso de los coches. —Por lo que veo desde aquí están sacando la conductora del coche accidentado. —Pero ¿dónde está la policía, ya deberían de estar aquí? —Cuestionó Adriana mirando de un lado a otro. —Con perdón de la palabra señorita, pero esta carretera es una porquería, solo tiene dos carriles y es muy estrecha. Con un accidente de esta magnitud es difícil mover los coches para que llegue la ayuda y la guardia Civil tiene que moverse en motos, pero aquí hay muy pocos agentes. Hasta que lleguen tardarán bastante. —Explicó el hombre con cansancio. —Lo siento señorita, pero vamos a tener que esperar. Adriana no estaba preocupada por la espera, solo estaba pendiente de la mujer que habían sacado del coche. Ella se veía desesperada y parecía intentar regresar al automóvil, pero las personas que la habían sacado la sujetaban. Las chicas escucharon como el chofer se comunicaba con los guardaespaldas de Adriana que le comunicaban que se habían quedado atrás por el tráfico. Becca ponía toda su atención en lo que decían los hombres y se sobresaltó cuando Adriana abrió la puerta del Sedán. Entonces agarró el brazo de su amiga para saber que pensaba hacer. —¿A dónde vas Adri? —Quiero saber que está ocurriendo Becca, esa mujer parece estar muy afectada. —¡Señorita Adriana por favor no se baje del coche, su padre me mata si llega a pasarle algo! — Pidió Kike nervioso, pero la chica pensaba que su padre no era capaz de matar una mosca. —Tranquilo Kike estaré bien. —Respondió Adriana cerrando la puerta del coche, pero el chofer decidió seguirla y Becca también se bajó. —¿Se encuentra bien, en qué le puedo ayudar? —Preguntó Adriana acercándose a la mujer que no dejaba de gritar, se veía el terror y el desespero en sus ojos. —¡¡Mi hijo!! –Rugió la mujer con la frente ensangrentada y con la pierna fracturada. Entonces Adriana siguió su mirada hasta el pequeño de unos cuatro años que lloraba en el asiento de atrás. —¡Hay que sacar al niño del coche! –Vociferó Adriana corriendo en dirección al automóvil volcado. —¡No chica no te acerques a ese coche, hay fuego cerca del tanque de gasoil y puede explotar en cualquier momento! Adriana no hizo caso a las protestas y tampoco a Kike o Becca que estaban asustados por aquella situación, nadie se atrevía a acercarse al coche, pero Adriana no pensaba dejar a aquel niño allí para morir. Lo que no pasaba por la cabeza de Adriana es que en la misma carretera a unos pocos metros de ellos estaba Eros en una limusina con Dionisio y Paris. Sin saber que la joya de la familia Oliveira, esa que debían proteger a cualquier coste se estaba poniendo en peligro solita.
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