”–Tu hermanita Eros, hermanita piensa… no hay nada de sexy en esa palabra, nada que debería llevarte a pensamientos lujuriosos. Sí eres un maldito animal en celo que no puede ver una hembra hermosa que ya te entran ganas de montarla, pero no estamos hablando de una hembra… es Adriana, ¿recuerdas a tu princesita? Esa es Adriana y aunque ahora sea una mujer hermosa, con una mirada tan pura que incluso te dan ganas de robar esa inocencia, mancharla con cualquier espíritu perverso que lleves dentro, no puedes… ¡No debes hacerlo! Prohibida… prohibida… prohibida.” —¡Eros! –Lo llamó Dionisio exasperado trayéndolo de vuelta a la realidad, lejos de la discusión mental que estaba teniendo consigo mismo. —¿Decías algo? –Preguntó tragando saliva, odiaba cuando sus dos cabezas entraban en conflicto