Capítulo 2: Lo más sagrado que tenemos.

3836 Words
Odio, ira, rabia y el deseo de sangre. Eran lo único que Eros sentía, su cuerpo parecía una bomba lista para explotar y destruir todo a su paso. Él necesitaba buscar una manera para aliviar la tensión, canalizar el caos que había en su interior. La única manera que encontraba para hacerlo era matando o… Eros suspiró antes de liberarse en la boca de una de las dos secretarias que estaban arrodilladas delante de él mirándolo con expectación, cuando de repente alguien llamó a la puerta. —¡Pasa! —Dio el permiso y su asistente personal entró girando los ojos, llevaba años trabajando para Eros y conocía bien sus adiciones. —Por favor Chelo no me vengas con malas noticias justo ahora que acabo de correrme. La secretaria se fijó en como su jefe se abrochaba el cinturón y las otras dos mujeres se limpiaban la comisura de sus labios. Chelo sabía bien como ser discreta, por eso Eros valoraba su trabajo. Las chicas salieron de la oficina y Eros se centró en su asistente. —Antes de que empieces la mañana diciéndome que hacer, dime por favor. ¿Cómo se encuentra tu padre? —Se interesó Eros y se dio cuenta de que su asistente parecía contenta. —Está muy bien señor, no sé cómo usted ha conseguido que le hicieran esa operación. Ahora mi padre podrá seguir con una vida normal, con su nuevo corazón. Además, lo están tratando como un rey en el hospital, después de que médicos pasaron meses ignorándolo. No sé cómo ha logrado ese milagro señor Oliveira. —Contestó la chica agradecida y Eros sé sintió satisfecho. —Solo tuve que utilizar mi educación y esta hermosa sonrisa que no falla. —Respondió Eros recordando cómo amenazó al cardiólogo que se estaba encargando del padre de Chelo, y que tenía la intención de dar el corazón para el trasplante del hombre a un millonario, todo por dinero algo que a Eros le sobraba. —¡Así me gusta empezar la mañana Chelo, con buenas noticias! Ahora dime cuál es la mala y bájame de esta nube de paz y tranquilidad. — Suspiró con fastidio. —Pues la primera del día señor es que su prometida está afuera y no tiene buena cara. — Comunicó la asistente y Eros autorizó la entrada de Tamara, después se levantó para recibir a su prometida desde hacía cuatro años. Eros no tuvo tiempo de pronunciar una sola palabra, pues sin molestarse en saludarlo la mujer lanzó sobre la mesa una revista. —¡Otra vez Eros, te has vuelto a meter con otra bocazas que ha decidido contar detalles de vuestro encuentro íntimo!—Lo acusó Tamara en cólera por volver a ser el chiste del país. Eros leyó lo que había en la entrevista exclusiva de la modelo y esbozó una media sonrisa. —Ha exagerado un poco los detalles, ahí dice que le hice sexo oral y eso es mentira. Yo no hago eso a cualquier mujer. —Se defendió Eros y Tamara lo miró molesta pues a ella tampoco se lo había hecho. —Yo resolveré el asunto no te preocupes. Ya sabes que para mí la que come callada come más veces y esta señorita no sabe lo que significa eso. —Todos se están riendo de mí Eros, pasé una mañana horrible en el club porque mi prometido ha decidido involucrarse en otro escándalo con una modelo que busca fama. —Reclamó Tamara caminando de un lado a otro mientras que Eros miraba el techo pensando que no vendría mal otra remodelación en su despacho. —¡¿Me estás escuchando Eros?! —Por supuesto… que no. —Respondió con sarcasmo. —Siempre sueltas el mismo discurso cada vez que pasa esto y todavía sigues a mi lado porque no quieres que otra mujer lleve ese anillo —apuntó a su dedo –con tal de seguir siendo mi prometida aguantas cualquier cosa, así que hazme el puto favor y ve a hacer un viaje con tus amigas hasta que la prensa encuentre otro escándalo más interesante, estoy seguro de mi hermano Paris protagonizará el siguiente. Tamara suspiró con cansancio y dio la vuelta a la mesa para sentarse sobre el escritorio delante de él. —Lo que más me duele es seguir siendo tu prometida, quiero casarme Eros y tener hijos. — Expuso Tamara haciendo un puchero. —Sabes que estoy dispuesta a compartir tu atención con Saray, pero no con esas perras. Demasiado tengo con tener que soportar una amante. —Saray es mucho más que mi amante y bien lo sabes, así que no la metas en nuestros asuntos y por amor de Dios, deja de estar haciendo tratos con ella para elegir las mujeres que quieres en mi cama. Sabes perfectamente que solo confío en las que ella elige y las que salen mal pues son los calentones momentáneos que me han dado. —Aclaró Eros con impaciencia y Tamara se sentó en su regazo. —Yo solo quiero estar contigo cariño, llevas meses sin tocarme y voy a ser tu esposa. No es posible que antes del matrimonio nuestra relación ya se esté enfriando. —Habló Tamara con su drama de siempre y Eros hizo una mueca. —La última vez que tuvimos sexo fue en Noche Buena. —Para que te hagas una idea de lo que será tu vida a mi lado. Esos bebés que quieres tener serán hechos con inseminación artificial Tammy, porque no tengo ganas de volver a tocarte. —¡¿Será una broma verdad?! —Se ofendió Tamara con su respuesta tan insensible, Eros no tenía mucho tacto para tratar con su prometida. —Me dijiste cosas muy lindas cuando empezamos esta relación y me aseguraste que nuestra unión sería perfecta. —Perfecta para los negocios querida. —La corrigió Eros. —Llevamos cuatro años juntos y pasamos los dos primeros como conejos. Por lo tanto, como podrás imaginar me cansé de follarte a más y no poder. Ahora esta relación solo sirve para mantener un lazo entre nuestras familias… nada más. Eros se puso de pie y dejó un beso en la frente de su prometida que seguía enojada, algo que le hacía gracia. Estaba harto de su insistencia en intentar conquistarlo. –Compórtate como la señorita que eres y algún día serás mi esposa. —Quiero serlo ya. —Demandó Tamara. —Quiero tomar el lugar que me pertenece a tu lado. —Eros la miró con interrogación. —Tu padre no ha vuelto a casarse desde que la perra de Teresa se fugó con su amante, tu hermana Marina ha desaparecido con ese mafioso armenio y Adriana… —¿Qué pasa con Adriana? —La increpó Eros. —Ella está regresando al país y yo quiero tener mi lugar antes de que ella decida ser la señora De Oliveira, la mujer de la familia. Ese lugar es mío que seré la esposa del heredero de Rodrigo De Oliveira, no de la bastarda que él decidió recoger. Eros la tomó del cuello y apretó con fuerza. Tamara se llevó las manos a las suyas para aflojar su agarre. —Nunca más vuelvas a llamar bastarda a Adriana o no respondo por mis actos.— Ordenó y ella asintió nerviosa, entonces la soltó mirándola con desprecio. —Adriana es la joya de mi familia, lo más sagrado que tenemos y más ahora que Marina decidió darnos la espalda por un miserable. Le debes respeto desde ya y acepta que jamás tendrás en nuestra familia el mismo valor que ella. Tamara lo miró con odio, pero no se daba por vencida. Ella podía haber roto la relación y haberse olvidado de su padre que también se lucraba con su compromiso, pero se negaba a hacerlo pues le estaría dando el gusto a muchas que deseaban a Eros. Ella sería algún día su esposa, la señora Oliveira y ni siquiera Adriana pasaría por encima de ella —¡Ahora márchate, tengo reuniones pendientes y después debo regresar a casa para preparar la recepción de mi…—Eros vaciló antes de decirlo pues todavía le costaba aceptarla de aquella manera, pero debía hacerlo ante todos —¡Tengo que estar listo para recibir a mi hermana! Su hermana… Para Adriana que le dijeran que era hermana de Eros también la dejaba con un mal sabor de boca. Adriana miró la ciudad de Berlín desde la ventana de su lujoso departamento en el centro, después bajó la vista a la entrada donde estaban los escoltas que la seguían a todas partes. Ella suspiró y apretó en la mano el collar que Eros le había regalado, después caminó hasta el espejo para verse. Los ojos verdes que daban un brillo especial a su mirada dulce y los mechones ondulados de un castaño claro que brillaban con los rayos del sol. Todos le decían lo hermosa que era, pero cada vez que Adriana se comparaba con las mujeres que Eros desfilaba en las noches gallegas, la chica se sentía como un cero a la izquierda. —¡Hostias la modelo esa dice que tu hermano le ha comido el…! —Exclamó Rebeca la mejor amiga de Adriana con la cuál ella compartía su departamento, que se interrumpió cuando Adriana le echó una mirada asesina. —Perdón, ya sé que no te gusta escuchar los chismes a cerca de tu familia, pero es que esto está buenísimo. La tal modelo ha sido muy explícita. —¡Es todo mentira Becca! —Replicó Adriana quitando la revista de las manos de su amiga. — Estoy segura de que Eros sería incapaz de engañar a su prometida con otra mujer. —Pues si estás en lo cierto menuda desgracia para ti, honey (cariño). —¡No empieces con tus tonterías Becca! —La regañó Adriana caminando hasta su armario para terminar de preparar las maletas. —No es ninguna tontería y lo sabes perfectamente virgencita. —Rebatió Rebeca y Adriana le apuntó con el dedo de forma amenazadora. —Estás loca por Eros desde que naciste Adriana De Oliveira y cuanto antes lo aceptes mejor para ti. —Eros es mi hermano, yo lo quiero de la misma manera que quiero a Perseo, a Paris y a Dionisio. —Aseguró la chica y Becca puso los ojos en blanco. —Claro, claro… por eso tienes esa especie de altar en tu armario con las fotos de todos tus hermanos… ¡Ah no, espera! Ahora recuerdo que solo hay fotos de Eros ahí. Adriana abrió su armario y vio todos los recortes de revistas y periódicos donde salía alguna noticia a cerca de la vida de Eros, que ella había estado coleccionando durante los últimos años. Entonces Becca se puso a su lado y apoyó la barbilla en su hombro. —Honey sabes que tengo razón, mira todo esto. Entiendo que dices que no puedes tener pareja porque tu padre no lo permite y bueno… también porque esos guardaespaldas te siguen a todas partes, pero si Marina ha logrado relacionarse con otros hombres tú también podrías haberlo hecho… Pero no, aquí estás. Reservando tu sagrada virginidad para Eros. —¡No vuelvas a decir algo así nunca más Becca! —La advirtió girándose para verla. —Y menos ahora que vendrás conmigo a España, debes meter en tu cabeza que esas bromas están prohibidas en la casa de mi familia. Además, yo no estoy enamorada de Eros. Es solo que llevo años sin verlo desde que me enviaron al internado. —Becca la miró por el rabillo de ojo, sabía que su amiga estaba mintiendo. —¿Me estás diciendo qué has montado ese altar para adorar a un hombre que se ha olvidado de ti? —No me gusta pensarlo así. Papá dice que Eros está muy ocupado y cuando mis hermanos vienen a verme me cuentan lo mismo. —Dijo Adriana con tristeza. —Sé que me quiere y que jamás me dejará sola, al igual que siempre seré su princesa. Él me lo juró cuando nos despedimos. Becca la arrastró hasta el espejo otra vez y ella miró el reflejo de su amiga detrás de ella. Becca era una chica muy coqueta de largos cabellos rubios y ojos castaños. —Ya no eres una princesa honey, eres una puta reina… la reina del Imperio de los Oliveira. La última reina de los magnates gallegos. —Afirmó Becca y Adriana suspiró, ella no veía una reina. Solo una chica insegura y asustada. —Puede que tú no veas esa belleza que tienes, pero estoy segura de que Eros la verá y sabrás que tengo razón. La niña que él vio hace años ya no existe, ahora eres una mujer… una hermosa mujer. —Eso es una exageración por tu parte Becca. —Respondió Adriana con firmeza. —Yo no soy ninguna reina, solo soy la hija adoptada de Rodrigo De Oliveira, yo sé cuál es mi lugar y Eros también lo sabe. —¿Por eso no admites que lo amas? —No lo hago porque es una estúpida ilusión creada por la cabeza de una niña soñadora y como tú bien dijiste, ya no soy esa niñita. Ahora soy una mujer y tengo que bajar mis pies a la tierra. Eros no es para mí. —Habló con decisión y Becca sabía que como de costumbre se estaba auto engañando otra vez. —Ahora deja de decir bobadas y ayúdame a preparar todo que mañana a primera hora regresaré a mi casa y la que también será tu nuevo hogar. —¡Ay voy a estar rodeada de los papasitos Oliveira! —Gritó Becca dando saltitos y Adriana la miró con reproche. — Dios no sé cómo voy aguantar llevar las bragas puestas. —¡Ya basta Becca! —Demandó Adriana y Becca soltó una risita. —¡Vale amargada, no hace falta que te enojes tanto! Pero de todas formas llevaré mis mejores conjuntos de lencería. —Bromeó Rebeca. —¡Ya sabes que durante la madrugada siempre me entra el apetito…de cualquier tipo! —Hizo un guiño y Adriana comenzó a reírse de las locuras de su mejor amiga, que para ella era una versión más tranquila de su hermana Marina, que se había marchado a Estados Unidos con un mafioso del cuál se había enamorado dando la espalda a su familia o eso le había contado su padre. La chica se sentía un poco mejor cuando pensaba en su hermana. Para Adriana era inconcebible enamorarse de un asesino, ella no podía tener a Eros, pero por lo menos estaba segura de que era un buen hombre. Mientras que Adriana daba vueltas en su cama ansiosa por su regreso a España, sus hermanos empezaban a prepararse para tenerla en casa otra vez. —Sabes que estando cerca será imposible que no se de cuenta de toda la verdad y aunque papá la quiera no será capaz de controlar el monstruo que es. Terminará convirtiendo su vida en un infierno. —Opinó Dionisio caminando junto a su hermano por uno de los muelles de la familia Oliveira que estaba pegado al mar. —Buscaré la forma de mandarla lejos otra vez, por lo menos hasta que podamos destruir al viejo. —Expuso Eros y Dionisio cerró su abrigo abrazando su cuerpo para protegerse del duro frío que hacía en el norte de España en aquellas fechas. —Ya no es una niña Eros, no podremos mantenerla alejada por más tiempo. —Recordó Dionisio y Eros gruñó. —Lo sé, pero no puedo tenerla cerca ahora. Demasiado tengo con tener que proteger a mis hermanos, como para también tener que sumar a una que ni siquiera lleva mi sangre. —Afirmó Eros, no es que no quisiera a Adriana, la quería… pero no podía sumar más debilidades que podrían utilizar para atacarlo. –Después que sea el nuevo líder de la Garduña mataré al viejo y todos seremos libres para hacer con nuestras vidas lo que queramos, acabaré con su tiranía. —Para empezar la tuya. —Agregó Dionisio y Eros soltó una carcajada. —La mía será más divertida, de eso puedes estar seguro. –Bromeó viendo como sus empleados movían unos enormes contenedores marítimos negros. —¿Esos son los contenedores de Adriano Ferrer? —Sí, hay en total ciento cincuenta toneladas de la cocaína de ese catalán avaricioso. —Contó Dionisio y Eros escupió al suelo solo de recordar la cara de su mayor rival en los negocios ilegales de Europa. —Eso es muy poca mercancía, Adriano suele transportar mucho más. Ese cabrón estará haciendo negocios con alguien más. —Saben que no pueden hacerlo Eros, todo lo que entra en Europa, Asia y África debe pasar por nuestras manos antes. Es el acuerdo, nosotros somos los transportistas de todo el mercado ilegal de los tres continentes. —Aclaró Dionisio, pero Eros no estaba muy convencido de que todos recordaban eso. —Ni siquiera pueden mover su dinero sin nuestra autorización. —Motivo suficiente para que intenten traicionarnos. Por eso debemos andar con los ojos bien abiertos. —Advirtió Eros, después miró a su hermano de reojo. —Por cierto, ¿ya has atrapado a nuestro ratón? —Sí gatito y está listo para que puedas jugar con él todo lo que quieras. —Notificó Dionisio y Eros se frotó las manos con una sonrisa maliciosa en su cara. Dionisio llevó a Eros hasta unos contenedores que estaban apartados y vacíos. En la entrada se encontraron con Draco, el asasino de Eros o su sombra como preferían llamarlo. —Misha.—Dijo Eros saludandolo con confianza. Draco se llamaba Mijaíl Dracović, todos le decían Draco, pero Eros lo llamaba “Misha” cariñosamente. El serbio fornido, rubio y de ojos azules contestó con un gesto de cabeza y lo llevó al interior de uno de los contenedores donde un hombre rogaba por su vida. —Pero mira esto hermano, yo pensaba que era una rata y resulta que es un cerdo.—Se burló Eros abriendo los brazos. —Menuda putada, cuando más grande el cuerpo más difícil desaparecerlo. —¡Señor, señor yo no hice nada malo! —Se defendió el hombre desesperado. —No seas mentiroso cerdito. Me han contado que eres gitano, ¿verdad? —Preguntó Eros sentándose en otra silla delante de él y se encendió un puro con mucha calma. —Sí señor, soy de Sevilla… —No pregunté más. —Lo interrumpió Eros. —Sé que para los gitanos la familia es muy importante, y que muchos hacen prácticamente todo juntos. Has entrado a trabajar aquí, te hemos acogido… ¿y para qué? Para que nos robaras descaradamente. —¡Muy mal cerdito!— Dijo Dionisio con desagrado como si estuviera hablando con un niño. —Empezaste robando los contenedores normales, hasta que te enteraste que teníamos mercancías más especiales. —Lo acusó Eros. —Me has robado muchas cosas y sé que no has podido mover todo eso solo, tu familia… tu clan, como prefieras llamarlos, te han ayudado. Así que seré benevolente y te mataré perdonando la vida de los demás. —¡No, no se lo ruego, no me mates! —¡Cállate porque no soy un hombre paciente y no soporto las súplicas que no sirven para nada, porque no me harán cambiar de idea! —Demandó Eros sacando una moneda del bolsillo de carísimo abrigo y el hombre empezó a temblar. —¿Cara o cruz? —¿Qué… qué? —¿Cara o cruz cerdito? —Repitió Eros. —Es simple, cara te corto las piernas para que te desangres y cruz te meto un tiro entre las cejas para que mueras bien rápido. Elige, ¿cara o cruz? El hombre sabía que no tenía salida y solo quería morir lo más rápido posible, sin sufrir. —Cruz señor… elijo cruz. —Pidió con la voz temblorosa. Eros lanzó la moneda al aire y la dejó caer sobre la palma de su mano, sin mirar la pasó a la otra… cruz. El hombre respiró aliviado mirando la moneda, iba a morir, pero sería una muerte rápida y de cierta forma piadosa. Eros soltó una carcajada por su alivio y dio la vuelta a la moneda. —¡Cara, gané yo! —Exclamó Eros contento, Drago y su hermano empezaron a aplaudir. —¡No… no ha sido cruz… cayó cruz y usted lo vio! —Dijo el hombre sudando frío. —¿Me estás llamando tramposo? —Eros se hizo el ofendido. —Yo vi claramente que ha caído cara, ¿alguien ha visto otra cosa? —Preguntó mirando a sus hombres. —Ha caído cara señor, yo lo vi. —Respondió Draco encogiendose de hombros. —Hermano creo que por el atrevimiento de acusarte de hacer trampa deberías cortas todas sus extremidades. —Aconsejó Dionisio que quería ver la sangre correr, era el más tranquilo de los cuatro hermanos, pero igual o más sádico que Eros. —No me dejas otra opción cerdito, yo quería lo mejor para ti… que eso quede muy claro, pero no has cooperado. —Eros se levantó pegando una patada a la silla en donde estaba sentado y dio la orden. —¡Que el cerdito pase por el matadero! —Después miró a su hermano mientras que el gitano suplicaba por su vida. —Ahora vámonos que tengo hambre y tanto trabajo me ha dado ganas de echar un polvo. Eros era todo lo opuesto a lo que la chica soñaba. No solamente estaba enamorada de su hermanastro, sino que también de un peligroso mafioso. Al parecer las mellizas Oliveira tenían el mismo gusto para los hombres. En sus últimas horas antes de volver a ver a su “príncipe encantado” Adriana daba vueltas en su lado de la cama, porque Becca se había quedado en su habitación. —Tengo miedo Becca. —Confesó Adriana y su mejor amiga se dio la vuelta para verla. —¿Tienes miedo de volver a tu casa… con tu familia? —Tengo miedo de que las cosas hayan cambiado. —Adriana apretó el dije en su mano. — Tengo miedo de que Eros ya no sea el mismo y que no me quiera. —No honey, de lo que tienes miedo es precisamente de que te quiera. Adriana la miró con incomprensión y Becca de sentó en la cama para mirarla. —No quieres que Eros te vea como su hermanita, deseas otro tipo de cariño por su parte. — Opinó Becca y Adriana apoyó la espalda en respaldo de la cama. —Él no se fijaría en mí. Además, Eros tiene su prometida y para todos los efectos somos hermanos. —Contestó Adriana con tristeza. —No puedo esperar nada más de él y menos cuando se ha olvidado de mí. Eros De Oliveira es un hombre prohibido en mi vida.
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