Sus labios besan los míos y yo no me quejo ni tampoco le impido continuar porque de otra forma sabría que durante todo este tiempo he estado fingiendo, así que solo cierro los ojos mientras su lengua acaricia la mía con dulzura y devoción. Mientras sus manos me sostiene de una forma que me estremece y causa que mi piel se erice.
—D-debemos regresar—le recuerdo cuando sus labios comienzan a recorrer la piel de mi cuello y de mis hombros—L-los invitados esperan...
—Que sigan esperando—me susurra en el oído mientras sus manos me alzan en el aire y yo doy un pequeño grito al ya no sentir el piso bajo mis pies.
—¿Adónde me llevas?—le reclamo, pero no hace falta que me lo diga, yo tengo una ligera sospecha, ya que ha tomado el camino hacia el invernadero, pero la pregunta que debí hacer fue:
