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Mis manos tiemblan mientras el carruaje avanza. Arrugó la falda de mi vestido para tratar de controlar este miedo que me recorre el cuerpo, el cual provoca qué a penas logre respirar con normalidad, siento que algo me oprime el pecho, es sofocante, es aterrador. —Majestad—escucho la voz del general Keith, quien me hace volver a mi realidad. Levanto la vista y finalmente lo encuentro sentado a no más de un metro de distancia, luciendo un nuevo uniforme blanco con detalles plateados sobre el pecho qué tienen la forma como de pequeñas hojas de laurel—¿Se encuentra bien? De pronto el corazón se me hace pequeño y siento que las lágrimas se empujan unas a otras para poder liberarse, se me nubla la vista, pero me niego de demostrarle cuanto me duele esta situación, aunque después de todo soy hu