La velada qué prometía ser la mejor inauguración hotelera, termino siendo un fiasco, al menos para Roberto, quien no podía creer que el clima había jugado en su contra.
Luego de media hora, el servicio del hotel comenzó a repartir lámparas y tarjetas de acceso a algunas habitaciones, estas últimas para ofrecerles a los invitados de la fiesta un poco más de comodidad ya qué, sin música ni luz eléctrica, la mayoría de ellos se habían sentado a esperar que la lluvia se detuviera sin saber que esa noche no podrían salir de ahí.
Alejandro y Roberto se habían ido del lugar hacia la oficina de gerencia, solo ahí Roberto pudo sentirse derrotaron y exteriorizarlo. Se puso a beber vaso tras vaso de whisky mientras su amigo lo observaba.
—¿Qué?—le reclamo Roberto a su amigo quien lo miraba con desánimo ya qué no sabia como animarlo en esa extraña situación, nada se podía hacer más que ofrecerle una disculpa a sus invitados y rogar porque la prensa no lo terminará de sepultar—¿Me vas a dejar beber solo?
Alejandro suspiro, tenia las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y estaba apoyando sobre un muro desde el cual podía ver a su amigo y también, de vez en cuando miraba el paisaje lluvioso qué afuera aún reina a.
—No sé si deberías tomar de esa manera, Roberto. Tus invitados te esperan y supongo que esperan qué demuestres qué tan bueno es tu hotel—le indico al no haber otra solución más que esa.
—¿Vas a beber conmigo si o no?—se quejo Roberto con un tono de voz torpe qué indicaba qué el alcohol ya estaba en su torrente sanguíneo.
—Sirveme—expresó Alejandro soltando un suspiro y luego camino hasta el escritorio para tomar siento frente a su amigo mientras este le servía un buen trago—¿Acaso pretendes embriagarme de un solo trago?
Roberto alzó la mirada del vaso qué servía para Alejandro, lo miro con cierto desdén y solo por decir esas palabras, Roberto se prometió a si mismo que su amigo no saldría de esa oficina a menos que fuera en calidad de bulto, se iban a necesitar un par de hombres para llevárselo de ahí.
—Bebe—insistió Roberto mientras le plantaba el vaso a su amigo sobre el escritorio.
—De acuerdo—dijo Alejandro diciéndose a si mismo que solo beberia ese vaso y lo haría muy lentamente para engañar a su ebrio amigo.
—Ahora sé lo que se siente—declaró Roberto de pronto.
—¿Él qué?—preguntó Alejandro siguiendole la corriente para engañar a su amigo.
—Cuando algo que planeabas no sale como quieres—expresó con cierta decepción mientras le daba un gran trago a su bebida sin importar el ardor de su garganta.
—¿Porque lo dices?—cuestiono Alejandro algo intrigado mientras se llevaba el vaso de whisky a los labios.
—Por Victoria—escupió intencionalmente, para hacer sentir mal a su amigo de la misma forma en que él se sentía y así obligarlo a beber.
Hubo silencioso en la habitación, un silencio qué ni la misma lluvia pudo interrumpir.
Alejandro agacho la mirada levemente hacia su vaso, lo tomó y entonces lo meneo levemente en el aire para agitar los hielos del interior.
—¿Quieres desquitar tu decepción conmigo, Roberto?—finalmente expreso Alejandro, intuyendo qué su amigo estaba tan enfadado como para hacer algo tan bajo como mencionar a Victoria.
—No, pero ahora tenemos algo en común—musito Roberto con los ojos llorosos como si tratara de contener el llanto, más no de tristeza sino de ira. Sabia que su hotel no terminaría ahí, aun había un largo camino qué recorrer y algún día esa mala noche sería olvidada, pero le frustraba saber que tendría que hacer mucho para opacar aquel fiasco de inauguración, no obstante, Alejandro, por otro lado, su problema quizás no era aquella mujer sino el hecho de que él no quería dejarla ir.
Alejandro observó detenidamente a su amigo, era cierto que ambos estaban tristes y decepcionados, así que para ya no darle más vueltas al asunto, él simplemente tomo el vaso de whisky, lo elevó en el aire incitando a su amigo a hacer lo mismo.
—Por nuestras decepciones—brindó Alejandro y Roberto, queriendo y no, al final choco levemente su vaso contra el de su amigo.
Ambos comenzaron a beber un poco más, Alejandro quería contenerse y en verdad lo intento, tomó mucho menos que su amigo Roberto quién se termino durmiendo sobre su escritorio, pero Alejandro bastante mareado se levanto de su lugar y luego de ponerle su chaqueta encima, salio de su oficina.
Alba había estado esperando a su jefe afuera de esa habitación y a pesar de que habían pasado bastante tiempo, ella había encontrado la forma en como ocupar su tiempo, observando el sitio y es que nunca antes, ni siquiera siendo asistente de Victoria había estado en un lugar como ese.
De pronto alguien salió de la oficina donde había entrado su jefe y precisamente se trataba de él, solo que ya no se encontraba en las condiciones para poder caminar por su propia cuenta.
—¡Licenciado Olmedo!—dijo ella bastante asustada al ver que su jefe trastabillaba hacia adelante a punto de caerse.
Ella corrió a su rescate intentando detener la caída, pero de pronto al abrazar su cuerpo, se percató de que él era demasiado pesado para ella, pero aun así lo intento.
Ninguno se cayó gracias a que Alba desvío el peso de su jefe hacia ella, por lo que ambos terminaron chocando contra la pared.
Alba quedo atrapada entre la pared más próxima y entre el cuerpo alcoholizado de su jefe y vaya que olía bastante a alcohol, pero también, de él emanaba una fragancia embriagadora, era su colonia, una qué era suave, pero al mismo tiempo penetrante.
—¿Se encuentra bien, licenciado Olmedo?—se digno a preguntarle con las mejillas enrojecidas, puesto que Alejandro estaba muy cerca de ella, pero él para evitar golpearse, coloco sus manos en el muro como si pretendienta acorralarla.
Alba ya sabia la respuesta a esa pregunta, era claro que no estaba bien y no sabia que haría con él.
—Llévame a descansar—le dijo Alejandro a su asistente en un momento medio lúcido. Sabia que la lluvia tardaría, así que mientras se recuperaba para manejar, debía descansar un poco o de lo contrario iban a amanecer en ese sitio.
Solo entonces Alejandro se retiro de aquella incomoda y muy comprometedora posición
Alejandro saco de su chaqueta una tarjeta de una habitación, una suite qué Roberto le había asignado de cortesía. Alba la tomo y sin soltar a su jefe, ambos caminaron hasta la un pasillo iluminado por candeleros con velas sobre el piso.
Alba pensó, mientras caminaba con el pesado cuerpo de su jefe a su lado qué el lugar era el sitio ideal para una luna de miel, el ambiente era agradable y todo se prestaba para un romántico momento, era una lastima que no tuviera a nadie especial para un momento como ese a excepción de su jefe, él claramente era el tipo de hombre que ella buscaría tener como pareja, pero él ya estaba casado y también alcoholizado.
El hotel tenia varios pisos, pero también contaba con habitaciones privadas con vista al bosque, ese era el punto de un hotel tan alejado de la ciudad, el lujo de tener una vista tan privilegiada como esa y cuando Alba paso la tarjeta de su jefe en la puerta. Descubrió una hermosa habitación qué ya había sido previamente preparada con varias lámparas por los empleados del lugar.
Luego de cerrar la puerta con el pie, Alba y Alejandro caminaron mientras él balbuceaba maldiciones y también mencionaba un nombre qué a Alba le generaba cierta repulsión: “Victoria”
—¿Porqué mierda tienes que ser tan caprichosa, Victoria?—se pregunto Alejandro mientras Alba lo dejaba caer sobre la cama.
Interiormente, Alba maldijo ese nombre y a su propietaria y hablando de ella, se pregunto donde estaba. ¿Acaso estaba ahí con él? ¿En ese evento?
Ciertamente no la había visto y durante esa semana tampoco supo nada de ella, era como si su titulo de esposa solo fuese al firmar un documento porque ni a su jefe lo había escuchado hablar melosamente por teléfono, era como si ambos vivieran sus vidas alejados el uno del otro, pero diciéndose esposos. ¿Acaso había pasado algo entre ellos?
—Sirveme un vaso de whisky—ordenó Alejandro deseoso por seguir embriagandose con la intención de olvidar al menos por un momento la imagen de Victoria en su mente, de aquella mujer dulce qué de un momento a otro, se había convertido en una extraña sombra de la persona que él se había enamorado.
—Pero, Señor...¿No ha bebido demasiado?—cuestionó Alba desconcertada, puesto que no quería quedarse en ese lugar y supuso qué su jefe tampoco.
—Sirveme—le ordenó alzando levemente la voz y Alba, al ver que su jefe era un necio que no entendía de razones, simplemente suspiro y se levanto de la cama, con la mirada busco el minibar porque ese tipo de lugares debía tenerlo.
Cuando lo encontró muy cerca de lo que parecía ser una elegante chimenea, tomó un vaso y le sirvió una cantidad considerable a su jefe, esperando que ese trago fuese suficiente para saciar su sed de alcohol.
Volvió a la cama, rogando porque su jefe en un minuto de lucidez, se hubiese dormido, pero no, él ya se habia puesto entre lo que cabe “Cómodo” se había quitado los zapatos, se había quitado la corbata y también se había desabotonado la camisa, permitiendo qué Alba observará en todo su esplendor, aquel abdomen y dorso moldeado.
Alejandro era un hombre bastante atlético, durante las mañanas antes del amanecer, despertaba para hacer un poco de estiramiento y ejercitar sus musculos. En la casa en la qué ahora vivía Victoria, tenia su propio gimnasio, pero en su departamento a penas tenia un par de pesas y una máquina para correr, pero sin duda aun seguía conservando su atractiva figura.
Alba se quedo sin aliento al verlo ahí tendido, sobre la cama, de esa forma tan provocadora. Se dijo a si misma qué de poder, de tener la oportunidad, no dudaría en coquetearle a un hombre como él de encontrarlo solo en algún bar, pero la vida era tan injusta como para reunir a dos seres qué para nada eran afines.
—A-aquí tiene señor—la voz le tembló cuando dejo la bebida en la mesa de noche. Alejandro seguía despierto y por si fuera poco, seguía pensando en Victoria.
Tomo el vaso y de un trago se lo bebió.
—Sirveme otro, es más tráeme la botella—le ordenó depositando en las manos de Alba el vaso mientras le señalaba el mini bar.
Alba soltó otro suspiro, este otro con un poco de más molestia, no esperaba que la primera vez que visitará un hotel de lujo sería de esa manera, ayudando a su jefe a embriagarse por culpa de su ex jefa. ¿Acaso la situación podía empeorar?
En escasos segundos, Alba volvió con la botella, volvió a verter el liquido en el interior del vaso y se lo dio a su jefe. Aquella acción la repitieron otras tres veces más mientras Alejandro brindaba a la belleza de su esposa y también a su propia ingenuidad. Después de varios tragos, Alejandro ya no sabia por quien brindar así que se giro levemente hacia Alba y levantó su vaso para brindar por ella.
—Por ti, para que encuentres un hombre igual que estúpido qué yo al que puedas pisotear—expresó con voz torpe y entrecortada burlándose de su situación, pero antes de llevarse la bebida a la boca, se lo dio a Alba—bebe conmigo, no me gusta beber solo.
Alba no pensaba tomar el vaso, pero luego de ver la botella y ver que faltaba poco para que su jefe se la terminará, se dijo a si misma qué tal vez podía ayudarlo y así después justificar qué la botella se había terminado, así que termino tomando el vaso de Alejandro y beber junto a él a la salud de alguien tan malévolo como Victoria.
La botella se termino en escasos veinte minutos, pero para ese entonces, Alba ya sentía calor en las mejillas y también el mismo animo de su jefe para seguir bebiendo toda la noche; sin embargo, en cierto momento después de beber el último trago qué les quedaba en sus respectivos vasos, Alejandro se echo hacia atrás en la cama para cerrar los ojos un poco, no obstante, en ese momento a Alba le pareció ver una mancha sobre el cuello de su jefe y estando medio ebria no temió el acercarse de forma sigilosa hacia él para averiguar qué era, solo que en ese momento, Alejandro abrió lo ojos.
Tenía a Alba casi encima de él observandolo con mucha atención, con las mejillas rosadas y un extraño brillo en los ojos.
Él se levanto un momento apoyándose en su codo, impulsado por el alcohol y por la extraña sensación qué le provocaba Alba, era como un dulce nuevo por abrir, así que sin perder un segundo, se acerco a ella para depositar un beso en sus labios.