Alex se levantó, estaba de pie frente a mí. Yo retrocedí en la tenue oscuridad, sin saber qué hacer o decir. Él se adentró en la habitación, cerrando la puerta tras él y encendiendo la luz. No se acercó mucho a mí, parecía entender que necesitaba mi espacio o simplemente no quería asustarme más de lo que me veía. — ¡Ava! Sé que lo que viste es muy extraño, pero tiene una explicación. — Comenzó a argumentar, mostrándose preocupado. Tragué saliva, relamí mis labios y evoqué las palabras de mi abuelo, no debía juzgar a Alex hasta que él me explicase lo que vi, me recordé a mí misma. — Bien, explícame. — Murmuré tomando convicción, sentándome en la orilla de la cama y cruzando tanto mis piernas como mis brazos. — Bueno, sucede que… Lo que viste, es algo, como terapéutico… — Fruncí el entre