Capítulo 1: Odio mi vida

1870 Words
Caminaba sin rumbo, con ansias de llegar a algún sitio que lo alejase de la frustración y, en general, de su vida, cada día se abrumaba más con sus estudios y con las cosas que estaban ocurriendo a su alrededor. ¿Y todo ello para qué? Pues reamente no estaba seguro, pero lo cierto era que, inevitablemente, se estaba convirtiendo en un adulto. Los tiempos de su niñez habían terminado y ya no podía arriesgarse a cometer los mismos errores de su infancia, sino que tenía que asumir todas y cada una de las responsabilidades que avecinaran con gallardía. ¿Y qué problema había en torno a ello? Pues que justamente él era un adulto con una vida bastante vacía y sin sentido y con grandes deseos de que su vida, de ser posible, llegara a su fin. O, en su defecto, deseaba encontrar ese complemento, eso que le faltaba y que desde hacía un tiempo atrás había querido tener. Nunca entendió por qué ese sentimiento de vacío en su interior lo carcomía, pero cada vez era más intenso. Los pasos del joven eran lentos, a pesar de que regularmente caminaba rápido. Pateó algunas piedras en el camino y miró alrededor intentando que su cerebro le diera una pista de hacia dónde iba. Pasó una de sus manos por su cabello castaño, intentando acomodarlo un poco para que no molestara su visión, pues sus ojos se encontraban cubiertos por unos anteojos un poco grandes. Estiró un mechón que se veía fácilmente a través del cristal: por lo visto ya iba siendo tiempo de cortar su cabello para que no resultara tan molesto. Y así siguió caminando, como si nada, esta vez llevando sus manos a los bolsillos para parecer que tenía idea de hacia dónde iba. Y no, realmente no sabía dónde estaba parado, sólo caminaba hacia un lado “diferente” de la ciudad. No tenía una mala vida, tenía todo lo que cualquier persona podía llegar a anhelar, salvo un padre, pero eso no le importaba mucho, pues no veía la figura paterna como una necesidad, eso era lo que había aprendido a lo largo de su infancia, cuando había tenido a su mamá con él desde el inicio. Sin embargo, sentía que necesitaba algo antes de que llegara el final de su existencia, no sabía por qué, pero sentía que todo lo que hacía era en vano y que se había desvirtuado de su objetivo, pero… ¿qué objetivo? Era felicitado por sus profesores, el primero de su clase; tenía la novia más hermosa (aunque no era como si llamar a Quinn “novia” fuese de lo mejor para él); tenía amigos grandiosos, además de ser el que todos querían tener como amigo; tenía una madre sumamente maravillosa que hacía todo por él; tenía una familia amplia donde todos sus primos y tíos estaban pendientes de él, y esperaban que él se mantuviese como el ejemplo a seguir, el que todos sus primos querían imitar. Pese a todo lo que tenía, también tenía un tipo particular de “soledad”, pues no era precisamente la de alguien que está sinceramente solo, sino más bien la de una persona sin entusiasmo y que buscaba ese algo que le faltaba, o ese alguien que le quitara realmente la soledad que sentía. Y, en parte, o más extraño era que una parte de él le decía: “tú sabes lo que buscas”, pero… ¿qué buscaba realmente? Era como si en lo más profundo de su mente estuviera la respuesta a tales pensamientos. ¿Dónde estaba esa respuesta? Solía hacerse ese tipo de preguntas, y más en ese momento, en que continuaba caminando sin rumbo fijo, una ligera brisa le recordó que estaban entrando en otoño y que pronto tendría que abrigarse al salir, pero eso no detuvo su caminata y, mucho menos, sus cavilaciones. Reconocía que su vida tenía cosas buenas, pero también existían huecos y circunstancias que le llevaban a reafirmar que no encajaba. Su realidad era, en todo sentido, una coraza que protegía al verdadero Brian y que lo hacía querer escapar completamente. Quería dejar por un momento de ser ese joven exitoso al que muchos envidiaban y ser alguien sin importancia, una especie de personaje secundario que no resalta, ser alguien a quien los demás no viesen, pero su karma había sido resaltar demasiado y eso lo odiaba. Pasar desapercibido era casi imposible… esa era su maldición. Sus pasos se hicieron más lentos cuando se percató de que estaba en un lugar que llamaba mucho su atención y que le estaba creando cierto deja vu, pero no sabía por qué. Miró a su alrededor y, por algún motivo, su corazón se aceleró. Sacó sus manos del bolsillo y se dejó llevar hacia un lugar atrayente, mientras la brisa rozaba sus mejillas y parecía pedirle que se acercara más. Finalmente, se detuvo frente a una casa abandonada. Era una casa de unos tres pisos que parecía sacada de una película de terror. Las paredes se veían desgastadas y parte del tejado empezaba a caer. Había una chimenea del lado izquierdo en la que sobresalían algunos ladrillos. También pudo notar cómo las puertas y ventanas estaban cerradas con tablas de madera que habían sido víctima del paso de los años y que, en algunas partes, dejaban entrever vidrios rotos, probablemente en donde habían atravesado pelotas con las que los niños habían estado jugando en los alrededores. En la parte externa, se podía ver que el césped en algún momento había sido artificial; no obstante, en ese momento estaba casi destruido y mohoso, además de que algunas hierbas y flores reflejaban que el mismo paso del tiempo estaba haciendo que la naturaleza reclamase el lugar. Y de ello tampoco escapaba la casa propiamente dicha, en donde también se veían ramas y enredaderas que entrecruzaban las desgastadas paredes y penetraban en algunos lugares de la edificación, especialmente la entrada, en donde aparentemente hubo alguna vez una especie de silla-columpio. ¿Por qué esa casa tan peculiar le hacía sentir tanta inquietud? ¿Qué era ese extraño lugar? Volteó hacia los lados y notó en las cercanías un letrero que informaba en la calle en la que se encontraba, Korlein Street. Y fue en ese momento en el que sus ojos se abrieron ampliamente comprendiendo a dónde su extraña caminata lo había hecho llegar. Estaba en la calle en la que había crecido y de la que se había ido cuando su madre había conseguido el favor de sus tíos para mudarse y empezar una nueva vida. Era, en definitiva, el punto de partida de la vida de Brian, en donde había vivido sus primeros años, pero… ¿por qué no recordaba con tanta claridad el lugar? Si sentía que había algo importante en ese lugar para él. Pero ¿cómo pudo olvidar un lugar que le había generado tanta calidez y recordarlo apenas al leer el nombre de la calle? Nuevamente, sintió su corazón acelerarse y decidió que lo mejor sería investigar para evocar algún momento en el lugar. Intentando mantener la calma y prácticamente pidiéndole a su corazón latir más de espacio, miró hacia al frente y caminó con cuidado por la entrada, atravesando un camino de piedras que daba hacia la puerta y así fue como el primer recuerdo de su pasado vino a su mente. Recordó que en su niñez ese lugar había sido su albergue en los tiempos difíciles, no sabía exactamente cómo había ido a parar ahí, pero decidió entrar ya que en esos momentos quería olvidarse de todo, como en aquellos años. —¿Y eso qué es? —preguntó el niño, observando una criatura extraña que se retorcía en el suelo de la casa. —No lo sé, parece un gusano extraño —había contestado la niña que se hallaba en esos momentos con él. —¿Y por qué es tan grande? —No lo sé, esta casa es extraña. —Admite que tienes miedo, enana. Ella frunció el ceño y lo miró altivamente, demostrándole que a pesar de ser bajita no necesariamente debía tener miedo. —Yo no tengo miedo, tonto. Acto seguido, la niña subió las escaleras un tanto destruidas de la casa… Ese hermoso recuerdo era importante para él. Ese recuerdo significaba más que cualquier cosa, porque él sabía que esa niña era importante en su vida. Sí, esa niña tan hermosa, su compañera de juegos, la niña con la que siempre visitaba esa mansión abandonada, de ojos marrones profundos y dulces a la vez, con una actitud de falso valor que él nunca le creyó y una vitalidad que en nadie había llegado a ver después. Tenía muchos años sin verla, desde que se había mudado de ese vecindario. ¿Por qué sentía que la extrañaba? Si realmente no recordaba casi nada de su niñez. ¿Cómo podía extrañar a alguien que había olvidado? ¿Por qué la vida adulta tenía que ser tan cruel y transformarse en una etapa que se alejaba completamente de los sueños infantiles? El joven de cabello castaño suspiró y se pasó nuevamente la mano por el cabello, para intentar ordenarlo, pero terminó alborotándolo más. Sabía perfectamente que aquellos años no regresarían nunca, que en esos momentos era un muchacho de veintiún años que había desperdiciado completamente muchos años de su vida. Y todo por mantenerse dentro de las expectativas de su familia, especialmente de sus tíos, que eran quienes habían patrocinado cada cosa que había conseguido hacer tras haberse mudado con ellos. La casa estaba destruida, sí, definitivamente la apariencia externa era poca cosa si se comparaba con el desastre que había en el interior. Mientras caminaba, observaba los lugares: la sala, una habitación hacia la izquierda que bien podría haber sido la habitación del personal que laboraba en el lugar. Sus recuerdos le hicieron ver que las escaleras se encontraban en la parte trasera, y pudo divisarlas al caminar un poco hacia el fondo. Seguramente en sus buenos tiempos la casa había sido hermosa, pues era de esas casas antiguas de ricos que habían quedado abandonadas y que nadie quería comprar por falsas supersticiones y cuentos de fantasmas. Rio. Algo le decía que había ido muchas veces a esa casa embrujada y nunca había visto nada extraño, lo que lo hizo reír nuevamente. Se acercó a las escaleras, recordaba perfectamente que en el cuarto principal de arriba era donde se encontraba la antigua guarida que había tenido con ella. Ni su nombre recordaba, a pesar de haber estado tanto tiempo a su lado. ¿Por qué su memoria parecía haber borrado todo? ¿Qué había pasado en esos años que él no lograba recordar? Subió pausadamente, teniendo cuidado con los escalones, ya que muchos de ellos estaban corroídos y, otros, estaban completamente rotos y permitían ver a través de ello a la oscura alacena que se encontraba bajo las escaleras y que parecía como si tuviera vida. Se estremeció y prefirió no intentar detallar lo que había más abajo, porque no quería que su cerebro le jugara bromas de “fantasmas” en ese momento. Era mejor concentrarse en su exploración… y en sus recuerdos.
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