El par de alfas fueron liberados de la cárcel por la persona que menos imaginaron. La sorpresa que sentía Axel era tanta, que con su boca entreabierta salió de esa celda viendo a su hija Aurelia que les dijo a ambos: —Síganme. Axel y Diego siguieron a la muchacha hasta la salida de la comisaría, y al momento que estuvieron en la calle ella los dirigió hacia un auto que no contaba con placa. Así pues, la jovencita miró hacia ambos lados y luego les hizo una seña para que se montaran. Sin embargo, cuando Aurelia pretendía ir en el asiento del conductor, Axel le dijo: —Ve atrás con Diego. Yo conduciré —ordena Axel a Aurelia quien, bajo sus lentes de sol parpadea un poco, porque aquella orden que le dio aquel alfa ella la sintió tan familiar, que la rubia respondió: —Si, como quieras… —dic