—¿Y cómo se enamoraron? —investigó Joaquín con curiosidad. —Yo ese día no me fijé en ella, estaba tan asustada, era un desastre y creo que tu mamá ni me miró... Porque le había preguntado a Carmenza por el trabajador que le salvó la vida —mencionó pensativo—. Yo andaba por el cuartel de los recolectores, cuando a lo lejos divisé lo que para mí fue una aparición divina —expresó observando con melancolía el retrato de su amada esposa—. Vos has visto que los atardeceres de acá son espectaculares... Ella venía hacia mí, y su cabello dorado se agitaba con el viento, su rostro angelical mostraba sus finas y delicadas facciones, y esos azules ojos parecían dos zafiros. — Miguel Ángel suspiró al recordarla—. Bueno mijo para no hacerte tan largo el cuento pues, desde ese día nos hicimos amigos, no