—¿Qué haces aquí? —pregunté no supe cuánto tiempo después, cuando empecé a sentir que me creería rara por estar mirándolo como idiota.
—Es que… Dejaste esto en el asiento el otro día, y recién me di cuenta. —Mientras hablaba, alzaba su mano derecha a la altura de mi rostro y me mostraba mi brazalete de plata, instintivamente me toqué la muñeca para comprobar que no estaba.
—Cielos, ni siquiera me había dado cuenta, gracias —Lo tomé y le sonreí conmovida—. No tenías que venir solo para esto, pudiste regresármelo cuando… ya sabes…
—¿En nuestra cita? —continuó él mientras yo me sonrojaba—. Lo pensé, pero entre el elefante, el ojo turco, la herradura y el trébol, pues… Pensé que era algo importante. —Sonrió con cierto aire de burla—. Lo dejo una hora más en el auto y me saco la lotería... T
