—Estás mintiendo —murmuré, aún sin poder creérmelo. —No, no miento —Elliott dió un paso hacia mí—. Amber lloraba a diario por culpa de ese idiota que ahora te tiene tan enamorada. —Dije... basta —siseó Adrien una vez más—. Los quiero fuera de mi oficina, ahora. —No puedes echarme... —empezó a decir Elliott, pero eso enfureció a su tío. —Puedo hacer lo que se me de la maldita gana, es mi departamento y quiero que se vayan. Y no quiero volver a ver sus jodidos rostros aquí hasta que cambie de opinión, ¿entendieron eso? Adrien hablaba furioso, directo a la cara de Elliott, que también lo miraba con enojo, pero terminó apartando la mirada y asintiendo. Se acercó a su silla y con gestos violentos tomó su saco y salió de la oficina. Yo seguía en mi lugar, sintiendo que tenía los pies pegad