Unos minutos después me encontraba a las afuera del edificio, el aire no estaba haciendo nada por hacerme sentir mejor, pero al menos ya no estaba hiperventilando. Meditaba si ya era momento de volver o no, cuando un taxi se detuvo frente a mí y una sonriente y extravagante Iris bajó de este. Llevaba tacones, un elegante pantalón n3gro a la cintura y una blusa blanca de botones, pero nada de eso contrastaba el hecho de que llevaba el cabello teñido de fucsia y atado en un moño descuidado, como hecho a la carrera. —Hola, ¿qué haces aquí afuera? —preguntó arrastrando una maleta. —Necesitaba un poco de aire, ¿y esa maleta? —Ay, nena, es que recién vuelvo de Mykonos, Pierre estaba de cumpleaños y bueno… debía volver ayer, en la mañana, pero todo se complicó. —¡Uff! Ahora el fabuloso bronc