—Espera... Espera, maldita sea —gritó Jerome entre risas, soltando mi mano e inclinándose hacia adelante, con las manos en sus rodillas para recuperar el aliento. Nerviosa, miré en dirección a la mansión, podía ver las luces de la fiesta resplandeciendo como un halo sobre la estructura, y había algo de movimiento a los alrededores, pero no parecían estar siguiéndonos, o al menos no iban en esa dirección aún. —Dios, estás tan pálida como un papel —siguió riendo él. —Calla, esto es serio, me matarán. —No te harán nada. —¿Cómo lo sabes? —reproché arqueando una ceja. —Colette... Yo, que no soy de la familia, le fracturé la nariz a Elliott y no me hicieron nada. Tú eres uno de ellos, estarás bien. “Una de ellos”, Jerome había usado esa expresión un par de veces ya y la odiaba, no sabía e