—¡Han llegado los recién casados! —vociferó alguien entre la multitud, algún provinciano sin educación seguramente, mi madre había invitado a todo el mundo a aquella maldita fiesta. Una ola de aplausos tuvo lugar entre los invitados, vi con coraje cómo Emmett alzó una mano en gesto modesto para pedirle que se detuvieran. «Puto imbécil», bramé en mi interior. A Emmett siempre le había gustado ser el centro de atención, le encantaba sobresalir y que le aplaudieran sus logros, siempre se encontraba buscando el foco y parándose en medio… para que la luz fuese solo suya, y al universo le encantaba crear oportunidades para dársela, esa era la verdad, todo le salía bien. Pero que ahora intentara mostrar modestia me hacía hervir la sangre. «Esta vez no será tan fácil, hermanito, esta vez odia