CAPÍTULO TRES

2993 Words
CAPÍTULO TRES Kendrick cabalgaba ante el vasto y creciente ejército de los MacGil, de los silesios, y liberaba a compatriotas del Anillo, mientras estos salían como despedidos de las puertas principales de Silesia hacia el ancho camino al este, hacia el ejército de Andrónico. Junto a él iban Srog, Brom, Atme y Godfrey y detrás de ellos, Reece, O’Connor, Conven, Elden e Indra, entre miles de guerreros. Mientras cabalgaban, pasaron por delante de los cuerpos calcinados de miles de soldados del Imperio, negros y agarrotados por el soplido del dragón; otros yacían muertos por la marca de la Espada del Destino. Thor había desatado oleadas de destrucción, como si fuera un ejército de un solo hombre. Kendrick lo contemplaba todo y estaba asombrado por la magnitud de la destrucción de Thor, el poder de Mycoples y la Espada del Destino. Kendrick se maravilló ante el giro de los acontecimientos. Pero días atrás, todos habían sido apresados, bajo el y**o de Andrónico, obligados a admitir la derrota; Thor se había estado inmóvil en el Imperio, la Espada del Destino no era más que un sueño perdido, y había pocas esperanzas de que regresara. Kendrick y los demás habían sido crucificados, los habían dejado morir, y parecía que todo estaba perdido. Pero ahora cabalgaban como hombres libres, como soldados y caballeros una vez más, fortalecidos por la llegada de Thor, la fuerza ahora estaba de su lado. Mycoples había sido una bendición, una fuerza de destrucción caída del cielo; Silesia ahora era una ciudad libre, y el campo del Anillo, en vez de estar llena de soldados del Imperio, estaba abarrotada de c*******s del Imperio. El camino hacia el Este estaba lleno de c*******s del Imperio hasta donde alcanzaba la vista. Pero aunque todo eso parecía alentador, Kendrick sabía que medio millón de los hombres de Andrónico estaban a la espera, al otro lado de las Tierras Altas. Los habían vencido temporalmente, pero apenas les habían aniquilado. Y Kendrick y los demás no se conformaban con sentarse a esperar en Silesia a que Andrónico reagrupara y atacara una vez más -ni querían darles la oportunidad de escapar y retirarse hacia el Imperio. El escudo estaba activado, y aunque Kendrick y los demás eran menos en número, al menos ahora tenían la oportunidad de pelear. Ahora, el ejército de Andrónico estaba huyendo y Kendrick y los otros estaban decididos a continuar la serie de victorias que Thor había empezado. Kendrick miró por encima del hombro a los miles de soldados y hombres libres que viajaban con él y vio la determinación en sus rostros. Todos habían probado la esclavitud, habían probado la derrota, y ahora podía ver cuánto apreciaban lo que se sentía al volver a ser hombres libres. No solo para sí mismos, sino para sus esposas y familias. Todos y cada uno de ellos estaban resentidos, envalentonados para hacer que Andrónico pagara y asegurarse de que no atacara otra vez. Eran un ejército de hombres dispuestos a luchar hasta la muerte y cabalgaban al unísono. Por donde cabalgaban liberaban a más y más hombres, quitándoles sus a******s y absorbiendo un ejército extenso y en rápido crecimiento. El mismo Kendrick todavía se estaba recuperando del tiempo que pasó en la cruz. Su cuerpo todavía no estaba tan fuerte como antes, y aún persistía el dolor en las muñecas y tobillos, en donde se le habían clavado esas cuerdas gruesas. Él miró a Srog y a Brom y a Atme, sus vecinos en la cruz y vio que ellos tampoco estaban tan fuertes como antes. La crucifixión les había pasado factura a todos. Aun así, seguían montando con orgullo, envalentonados. No había nada como una oportunidad para luchar por tu vida, una oportunidad para la venganza, para hacerte olvidar tus heridas. Kendrick estaba contento de que su hermano menor Reece y los de la Legión hubieran regresado de su misión y que cabalgaran a su lado de nuevo. Lo había destrozado ver la m*****a de la Legión en Silesia, y que estos hombres hubiesen regresado a casa había curado un poco su dolor. Siempre había estado cerca de Reece cuando era un niño, lo había protegido, había tomado el papel de un segundo padre para él durante todos aquellos tiempos en los que el rey MacGil había estado muy ocupado. De alguna manera, el hecho de ser solamente su hermanastro le había permitido a Kendrick acercarse más a Reece; no era ninguna carga para ellos tener un parentesco y ser íntimos fue su elección. Kendrick nunca había podido tener una relación cercana con sus otros hermanos menores; Godfrey había pasado su tiempo con inadaptados en la taberna y Gareth… bueno, Gareth había sido Gareth. Reece había sido el único de los hermanos que había elegido el campo de batalla, que había querido llevar la vida que Kendrick había elegido también. Kendrick no podría estar más orgulloso de él. En el pasado, cuando Kendrick había cabalgado con Reece, siempre había sido protector, sin dejar de vigilarlo él; pero desde su regreso, Kendrick notó que Reece se había convertido en un verdadero guerrero, fortalecido, así que ya no sentía la necesidad de estarlo vigilando tanto. Se preguntaba qué tipo de penurias debió haber sufrido Reece en el Imperio para transformarlo en el guerrero curtido y hábil en el que se había convertido. Deseaba sentarse con él y escuchar sus historias. Kendrick también estaba encantado de que Thor hubiera regresado, y no solo porque Thor los había liberado, sino también porque le agradaba, respetaba a Thor inmensamente y se preocupaba por él como haría con un hermano. Kendrick todavía recordaba la imagen de Thor regresando y empuñando la Espada. No podía superarlo. Era algo que nunca había esperado ver en su vida; de hecho, nunca había esperado ver a nadie blandir la Espada del Destino, mucho menos a Thor, su propio escudero, un pequeño y humilde muchacho de un pueblo de campesinos de la periferia del Anillo. Un forastero. Y ni siquiera era un MacGil. ¿O sí lo era? Kendrick se lo preguntaba. Él no dejó de pensar en la leyenda: solo un MacGil podría empuñar la espada. En lo más profundo de su corazón, Kendrick tenía que admitir que siempre había esperado ser él mismo el que la blandiera. Había esperado que eso fuera el sello definitivo de su legitimidad como un verdadero MacGil, como el primogénito. Él siempre había soñado que de alguna manera, algún día, las circunstancias le permitirían intentarlo. Pero a él nunca se le había brindado esa oportunidad y no envidiaría con recelo el logro de Thor. Kendrick no era codicioso; por el contrario, se sorprendía por destino de Thor. Aunque no lo entendía. ¿Era falsa la leyenda? ¿O Thor era un MacGil? ¿Cómo podía serlo? A menos que Thor también fuera hijo del rey MacGil. Kendrick se lo preguntaba. Su padre tenía fama de dormir con muchas mujeres fuera de su matrimonio -que era en realidad cómo él mismo había sido engendrado. ¿Fue por eso que Thor había salido a toda prisa de Silesia, después de hablar con su madre? ¿De qué habían hablado, exactamente? Su madre no lo diría. Era la primera vez que ella tenía un secreto para él, y para todos. ¿Por qué ahora? ¿Qué secreto guardaba? ¿Qué podría haber dicho que había hecho que Thor saliera corriendo de esa manera, dejándolos sin decir una palabra? Hizo que Kendrick pensara en su propio padre, en su linaje. Aunque deseaba tanto que no fuera así, le quemaba la idea de ser ilegítimo, y por millonésima vez, se preguntaba quién era su verdadera madre. Él había escuchado varios rumores a lo largo de su vida acerca de las distintas mujeres con las que se había acostado su padre, el rey MacGil, pero nunca lo había sabido con certeza. Cuando todo se arreglara -si alguna vez ocurría- y el Anillo volvía a la normalidad, Kendrick decidió que descubriría con seguridad quién era su madre. Se enfrentaría a ella. Le preguntaría por qué lo había dejado ir, por qué nunca había formado parte de su vida. Cómo había conocido a su padre. Realmente quería conocerla, ver su rostro, ver si se parecía a él y hacer que le dijera que sin duda era legítimo, tan legítimo como cualquier otro. Kendrick se alegraba de que Thor hubiera salido corriendo para recuperar a Gwendolyn, sin embargo, una parte de él también deseaba que Thor se hubiera quedado. Al entrar en batalla, ampliamente superados en número contra las decenas de miles de hombres de Andrónico, Kendrick sabía que podían utilizar a Thor y Mycoples ahora más que nunca. Pero Kendrick había nacido y sido criado como un guerrero, y no iba a sentarse a esperar a que otros libraran sus batallas por él. En su lugar, hizo lo que su instinto le había ordenado hacer: salir y conquistar tanto del ejército del Imperio como pudiera, con sus propios hombres. No tenía armas especiales como Mycoples o la Espada del Destino, pero tenía dos manos, las mismas que había usado desde que era un niño. Y con eso siempre había bastado. Subieron por una colina y al llegar a su cresta, Kendrick miró al horizonte y vio a lo lejos una pequeña ciudad de MacGil, Lucia, la primera ciudad al Este de Silesia. Los c*******s del Imperio llenaban el camino y era evidente que la ola de destrucción de Thor había terminado aquí. En el horizonte lejano, Kendrick veía un batallón del ejército de Andrónico retirándose, cabalgando hacia el Este. Supuso que se dirigían al campamento principal de Andrónico, a la seguridad del otro lado de las Tierras Altas. El cuerpo principal del ejército se estaba retirando -pero habían dejado atrás una división menor para tener bajo control a Lucia. Varios miles de hombres de Andrónico fueron colocados en la ciudad, para montar guardia ante ella. También eran visibles sus ciudadanos, esclavizados por los soldados. Kendrick recordaba lo que había pasado con ellos en Silesia, cómo los habían tratado y su cara enrojeció por el deseo de venganza. —¡AL ATAQUE! —gritó Kendrick. Levantó su espada por lo alto y detrás de él se oyeron los gritos fortalecidos de miles de soldados. Kendrick dio una patada a su caballo, y todos ellos corrieron al unísono hacia abajo de la colina, rumbo a Lucia. Los dos ejércitos se preparaban para el enfrentamiento y, aunque ambos tenían igual cantidad de soldados, Kendrick sabía que no coincidían desde el punto de vista de los sentimientos. Esta división remanente del ejército de Andrónico eran invasores que huían, mientras que Kendrick y sus hombres estaban dispuestos a luchar por sus vidas para proteger su patria. Su grito de batalla ascendía a los cielos mientras se dirigían hacia las puertas de Lucia. Llegaron tan rápido y tan pronto que varias docenas de soldados del Imperio que montaban guardia se dieron la vuelta y se miraron unos a otros confundidos, pues obviamente no esperaban este ataque. Los soldados del Imperio dieron la vuelta, corrieron al interior de las puertas y con furia giraron las manivelas para bajar la compuerta de rejas. Pero no lo suficientemente rápido. Varios de los arqueros de Kendrick, que marcaban el camino, dispararon y los mataron, sus flechas fueron a parar con destreza a sus pechos y espaldas, aprovechando las juntas en sus armaduras. El mismo Kendrick arrojó una lanza, igual que Reece, que estaba junto a él. Kendrick encontró su objetivo –un guerrero grande que estaba apuntando con un arco- y quedó impresionado al ver que Reece encontraba el suyo sin esfuerzo, perforando el corazón de un soldado. La puerta permanecía abierta y los hombres de Kendrick no dudaron. Con un gran grito de batalla, fueron a la carga, dirigiéndose hacia el corazón de la ciudad, sin parar, para evitar la confrontación. Se alzó un gran ruido de metal cuando Kendrick y los demás levantaron las espadas y hachas, lanzas y alabardas, y fueron al encuentro de los miles de soldados del Imperio que corrieron a recibirlos a caballo. El primero en golpear fue Kendrick, que levantó su escudo para bloquear un golpe, al mismo tiempo que mataba a dos soldados con un balanceo de su espada. Sin dudarlo, dio un giro y bloqueó otro golpe de espada y, a continuación, empujó su espada en el estómago de un soldado del Imperio. Mientras el hombre moría, Kendrick pensó en vengarse; pensó en Gwendolyn, en su gente, en toda la gente del Anillo que había sufrido. Reece, que estaba junto a él, hizo girar su mazo e impactó a un soldado en un costado de la cabeza y derribándolo de su caballo. A continuación, levantó su escudo y paró un golpe que iba dirigido hacia su costado. Él giró su mazo y derribó a su atacante. Elden, que estaba a su lado, corrió hacia adelante con su gran hacha y, tras atravesar su escudo, la hundió en el pecho de un soldado que apuntaba a Reece. O’Connor disparó varias flechas con una precisión mortal, incluso a tan corta distancia, mientras que Conven se lanzaba a la batalla y luchaba temerariamente, embistiendo más lejos que todos los demás hombres, sin siquiera molestarse en levantar su escudo. En cambio, hizo girar dos espadas, dirigiéndolas hacia el grueso de los soldados del Imperio, como si quisiera morir. Pero sorprendentemente, no lo hizo. En su lugar, derribó a los hombres a diestro y siniestro. Indra le siguió no muy lejos. Era intrépida, más que la mayoría de los hombres. Usaba su daga con habilidad y astucia, abriéndose paso como un pez a través de las filas y apuñalando a los soldados del Imperio en la garganta. Mientras lo hacía, pensaba en su tierra natal, en cuánto había sufrido su gente bajo la bota del Imperio. Un soldado del Imperio dirigió su hacha hacia abajo, hacia la cabeza de Kendrick antes de que él pudiera esquivarla, y se preparó para el golpe; pero escuchó un gran sonido metálico y a su lado vio a su amigo Atme, que paró el golpe con su escudo. Entonces Atme clavó su lanza corta y apuñaló al atacante en el intestino. Kendrick supo que le debía su vida, una vez más. Cuando otro soldado fue a la carga con un arco y una flecha dirigida hacia Atme, Kendrick se puso enfrente e hizo un corte con su espada hacia arriba, del golpe el arco salió disparado hacia el cielo y la flecha cayó sin rumbo sobre la cabeza de Atme. Entonces Kendrick embistió al soldado en el puente de la nariz con la empuñadura de su espada, haciéndolo caer de su caballo, donde fue aplastado hasta morir. Ya estaban igualados. Y la batalla siguió y siguió, los dos ejércitos daban golpe tras golpe, caían hombres de ambos lados, pero más en el lado del Imperio, ya que los hombres de Kendrick atacaban con rabia, presionando más y más hacia la ciudad. Al final, su fuerza los barrió como una marea. Los hombres del Imperio eran guerreros fuertes, pero eran los que estaban acostumbrados a a****r y los cogió por sorpresa; pronto, fueron incapaces de organizarse y controlar el oleaje del ejército de Kendrick. Los hicieron retroceder y cayeron en grandes cantidades. Después de casi una hora de intensa lucha, las pérdidas del Imperio se convirtieron en una retirada a gran escala. Alguien de su bando hizo sonar un cuerno y, uno por uno, comenzaron a darse la vuelta y se fueron galopando, tratando de salir de la ciudad. Con un grito aún mayor, Kendrick y sus hombres fueron tras ellos, persiguiéndolos hasta Lucia y siguiéndolos por las puertas de atrás. Quienes permanecieron en el batallón del Imperio, que todavía contaba con cientos de ellos, se fueron cabalgando para salvar sus vidas en un caos organizado, corriendo hacia el horizonte. Se oyó un gran grito en Lucia de los prisioneros liberados de MacGil. Los hombres de Kendrick cortaban sus cuerdas y los liberaban conforme pasaban, y los prisioneros no perdieron el tiempo, corriendo a los caballos de los soldados caídos del Imperio, los montaron, les quitaron las armas a los c*******s y se unieron a los hombres de Kendrick. El ejército de Kendrick se incrementó a casi el doble de su tamaño y los miles de ellos persiguieron a los soldados del Imperio, cabalgando arriba y abajo de las colinas hasta alcanzarlos. O’Connor y los otros arqueros lograron derribar a algunos de ellos, los c*******s caían por todas partes. La persecución continuó, Kendrick se preguntaba hacia dónde se dirigían, cuando él y sus hombres llegaron a una colina particularmente alta y, al mirar hacia abajo, vio una de las ciudades más grandes de los MacGil al este de Silesia –Vinesia- enclavada entre dos montañas, en el valle. Era una ciudad importante, mucho mayor que Lucia, con gruesos muros de piedra y puertas de hierro. Kendrick se dio cuenta de que fue en este lugar hacia donde huyeron los restos del batallón del Imperio, ya que la ciudad estaba protegida por decenas de miles de hombres de Andrónico. Kendrick hizo una pausa con sus hombres en la cima de la colina y contempló la situación. Vinesia era una ciudad importante, y eran ampliamente superados en número. Sabía que sería imprudente intentarlo, que lo más seguro sería regresar a Silesia y estar agradecidos por su victoria de hoy aquí. Pero Kendrick no estaba de humor para las opciones seguras -y tampoco sus hombres. Querían sangre. Querían venganza. Y en un día como hoy, las probabilidades ya no importaban. Era hora de que los hombres del Imperio supieran de qué estaban hechos los MacGil. —¡A LA CARGA! —gritó Kendrick. Se alzó un grito, y miles de hombres empezaron a correr, bajando temerariamente la colina, hacia la gran ciudad y hacia el gran rival, dispuestos a arriesgar sus vidas, a arriesgarlo todo por el honor y por su valor.
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