CAPÍTULO CUATRO

1043 Words
CAPÍTULO CUATRO Gareth tosió y jadeó mientras avanzaba tambaleándose por el paisaje desolado, con los labios agrietados por la falta de agua, con los ojos hundidos y ojerosos. Habían sido unos días angustiosos, y había pensado que iba a morir más de una vez. Gareth había escapado por un pelo de los hombres de Andrónico en Silesia, escondido en un pasadizo secreto profundo dentro de la pared y aguardando el momento. Había esperado, acurrucado como una rata en la oscuridad, esperando el momento oportuno. Tenía la sensación de que había estado allí durante muchos días. Lo había presenciado todo, había visto incrédulo cómo Thor había llegado en el lomo de ese dragón y había matado a todos esos hombres del Imperio. En la confusión y el caos que sobrevino, Gareth había encontrado su oportunidad. Gareth se había escabullido por la puerta trasera de Silesia mientras nadie miraba y había tomado el camino hacia el sur, abriéndose paso a lo largo de la orilla del Cañón, principalmente hacia los bosques, para no ser detectado. No importaba -las calles estaban desiertas de todos modos. Todo el mundo se había ido hacia el Este, a luchar en la gran batalla por el Anillo. Mientras marchaba, Gareth observaba los cuerpos carbonizados de los hombres de Andrónico, que abarrotaban el camino, y supo que las batallas de aquí hacia el sur, ya se habían librado. Gareth se fue todavía más al sur, su instinto lo conducía de regreso hacia la Corte del Rey -o lo que quedaba de ella. Él sabía que había sido devastada por los hombres de Andrónico, que probablemente se encontraba en ruinas, pero aun así, él quería ir allí. Quería irse lejos de Silesia e ir al único lugar donde sabía que podía estar a salvo. El lugar que todos los demás habían abandonado. El único lugar donde él, Gareth, había sido una vez el rey supremo. Después de varios días de caminata, débil y delirante por el hambre, Gareth finalmente salió del bosque y vio la Corte del Rey a lo lejos. Ahí estaba, con sus paredes todavía intactas, al menos parcialmente, aunque carbonizadas y desmoronándose. Por todas partes había c*******s de los hombres de Andrónico, lo que evidenciaba que Thor había estado aquí. Aparte de eso estaba vacía, no había nada, no quedaba nada sino el silbido del viento. Eso le parecía bien a Gareth. Él no planeaba entrar en la ciudad, de todos modos. Había venido aquí a una pequeña construcción oculta, en las afueras de las murallas de la ciudad. Era un lugar que había frecuentado cuando era niño, una estructura circular de mármol, que se elevaba solo unos metros del suelo y que estaba adornada con estatuas talladas elaboradas sobre su techo. Siempre se había visto antigua, baja, como si hubiera surgido de la tierra. Y así era. Era la cripta de los MacGil. El lugar donde había sido enterrado su padre y el padre de este. La cripta era la estructura que Gareth sabía que quedaba intacta. Después de todo, ¿quién se molestaría en a****r una tumba? Era el lugar que quedaba donde sabía que nadie se molestaría en ir a buscarlo, donde podría buscar refugio. Era un lugar donde podía esconderse, donde podía estar completamente solo. Y un lugar donde podría estar con sus antepasados. Pese a todo el odio que Gareth sentía por su padre, curiosamente, sentía que quería estar cerca de él en estos días. Gareth corrió por el campo abierto, una fría ráfaga de viento le hacía temblar y él se envolvió mientras los hombros con su manto harapiento. Escuchó el chillido estridente de un pájaro de invierno y, al levantar la mirada, vio a la enorme y horrible criatura negra dando vueltas en círculo sobre su cabeza, seguramente, con cada chillido, anticipaba su caída, su próxima comida. Gareth no podía culparlo. Se sentía en las últimas, y estaba seguro de que al ave le parecía un manjar excelente. Gareth finalmente llegó al edificio, agarró el enorme pomo de la puerta de hierro macizo con las dos manos y tiró con todas sus fuerzas, el mundo le daba vueltas, estaba casi delirante de agotamiento. Rechinó y necesitó de todas sus fuerzas para abrirla. Gareth entró corriendo en la oscuridad, cerrando de golpe la puerta de hierro. Resonó detrás de él. Cogió la antorcha apagada en la pared, donde sabía que estaba montada, dio un golpe a su pedernal, la encendió y así consiguió la luz suficiente para poder ver conforme bajaba las escaleras, más y más profundamente en la oscuridad. Hacía más frío y había más corrientes de aire a medida que avanzaba, el viento se colaba hacia abajo, silbando a través de las pequeñas grietas. No podía evitar sentir como si sus antepasados estuvieran aullándole, reprendiéndolo. —¡DEJADME! —les gritó. Su voz resonó una y otra vez por las paredes de la cripta. —¡MUY PRONTO TENDRÉIS VUESTRA RECOMPENSA! Pero el viento persistía. Gareth, enfurecido, descendió un poco más, hasta que finalmente llegó a la gran cámara de mármol, excavada con sus techos de tres metros, donde todos sus antepasados yacían enterrados en sarcófagos de mármol. Gareth marchó solemnemente por el pasillo, sus pasos resonaban en el mármol, hacia el final, donde yacía su padre. El Gareth de antes habría roto el sarcófago de su padre. Pero ahora, por alguna razón, estaba empezando a sentir afinidad con él. Casi no lo entendía. Tal vez era que el efecto del opio estaba desapareciendo; o quizás era porque sabía que él también estaría muerto pronto. Gareth llegó al sarcófago y se encorvó sobre él, inclinando la cabeza hacia abajo. Se sorprendió a sí mismo cuando empezó a llorar. —Te extraño, padre —gimió Gareth, con su voz resonando en el vacío. Lloró y lloró, las lágrimas corrían por su cara, hasta que finalmente le fallaron las rodillas, se desplomó por el agotamiento en el mármol, se sentó en el suelo y se apoyó sobre la tumba. El viento aullaba como si respondiera, y Gareth dejó la antorcha, que se consumía más y más abajo hasta quedar en una pequeña llama en la oscuridad. Gareth sabía que pronto todo sería oscuridad y que se uniría a todos aquellos que amaba más.
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