Izaro mantenía la compostura, pero su mirada no era menos intensa. La calma en su voz contrastaba con la tensión en el aire.
—Porque quiero estar seguro de que mis sentimientos son verdaderamente correspondidos.
Sus palabras eran directas, casi frías, pero había una intensidad en su mirada que desmentía su tono.
—¿Qué importa ahora, su alteza? —intenté responder con la misma serenidad, aunque mi corazón latía desbocado.
—Importa porque, aunque el compromiso es una exigencia de mi posición, mis sentimientos hacia ti son auténticos y vienen de mi propia voluntad. —Sus ojos se clavaron en los míos, y sentí que podía ver más allá de su exterior controlado.
En mi mente, la realidad se asentaba con un peso doloroso. Mi acción, un simple impulso, parecía haber alterado el curso de algo que no debía tocar. Me preguntaba si, al besarlo, había contribuido a corromper un corazón que, en su búsqueda de autenticidad, ahora se veía atrapado entre el deber de casarse por obligación y el deseo que yo había despertado. ¿Acaso había arrastrado a Izaro hacia una encrucijada de sentimientos en conflicto, confundiendo su voluntad con una responsabilidad que no deseaba?
El peso de mi error se hacía más grande con cada momento que pasaba, y me cuestionaba si, en mi intento de ser fiel a lo que sentía, había puesto en riesgo el equilibrio con el que él había trabajado tan duro para mantener, y la imposición que le exigía su reino. La culpa me abrumaba, y me dolía pensar que mi impulso había derrumbado lo que él había edificado con tanto esfuerzo.
Tragué saliva, intentando mantener la calma.
—Fue un error. No debí… —mis palabras se desvanecieron en un susurro.
—Tal vez no debiste, pero lo hiciste. —Izaro dio un paso adelante, su proximidad haciendo que mi respiración se acelerara. —Y ahora, debo saber si fue solo un impulso o algo más.
El silencio entre nosotros se volvió pesado, cargado de emociones no dichas. Finalmente, reuní el valor para hablar.
—Fue algo más —admití en un susurro, sin apartar la mirada de sus ojos. Sentí un nudo en el estómago, como si esa verdad hubiese estado esperando salir desde hacía mucho tiempo.
Izaro asintió lentamente, como si mi respuesta confirmara algo que ya sospechaba. Dio un paso atrás, creando de nuevo esa distancia física que tanto necesitaba para mantener su autocontrol, o el mío.
—Gracias por tu honestidad, Olivia. —Sus palabras eran formales, pero había una suavidad en su tono que apenas se percibía. —Ahora, ambos sabemos dónde estamos parados.
Asentí, sintiendo que la tensión en mi pecho se aflojaba ligeramente. No había sido una confesión de amor, ni una promesa de futuro. Era solo la verdad, simple y cruda. Los dos habíamos sentido algo por aquel beso atrevido.
Lo observé mientras se alejaba, su figura recta y segura, cada paso calculado. A pesar de su frialdad, sabía que había más en él de lo que mostraba. Y eso, de alguna manera, me daba esperanza. ¿Pero realmente debía tenerla? El peso de sus responsabilidades y las mías nos mantenían en caminos separados, aunque nuestros corazones susurraran otra cosa.
...
Esa noche, en mi habitación, no podía dejar de pensar en Izaro. Sus palabras, su mirada, todo seguía resonando en mi mente. La luz de la luna entraba por la ventana, proyectando sombras inquietantes sobre las paredes. Intenté concentrarme en los estudios, pero cada línea que leía se desvanecía en la neblina de mis pensamientos.
La mañana siguiente trajo nuevas responsabilidades.
—No me siento en capacidad para seguir con la lección, señorita Perie —dije, avergonzada de mí misma.
Hoy había sido lectura en voz alta y no había sido capaz de pronunciar como es debido. Había estado leyendo sin reparos, saltándome puntos y comas, con los acontecimientos pasados abarcando hasta mi más mínimo pensamiento.
—Debemos avanzar, no podemos tomar pausas. Mañana hay que tocar las lecciones de etiqueta y comportamiento social. Pronto tendrás tu presentación en la sociedad —me reprendió, en un tono que conocía bien.
—Izaro también… —murmuré sumergida en mis pensamientos. Casi salté de mi asiento cuando la señorita Perie respondió a mi oración.
—Así es, el joven príncipe ya es mayor de edad y será presentado en sociedad. Esto hace que sea aún más importante, ya que estarás ahí también. Quizás no seas el centro de atención, no obstante, puedes hacer buenas conexiones. Sabes lo que deseo expresar —sus palabras salieron con un gran peso sobre mí. Es cierto, mi padre poco a poco va a ser desplazado. Quizás pronto tendremos que dejar el castillo. Quizás necesite hacerlo… buscar un buen pretendiente y casarme.
—Sí, tienes toda la razón, Luisa, sigamos.
Pasé parte de la tarde entre líneas y versos, escribiendo, corrigiendo, omitiendo cualquier pensamiento no deseado en el rincón más apartado de mi cerebro hasta que finalmente llegó la noche y, como casi siempre, mis padres y yo estábamos reunidos en la mesa.
—¿Cómo han ido tus clases, mi niña? —mi padre cuestionó. Principalmente tenía la mirada baja por la comida, pero ahora, solo me limité a remover los utensilios, sin poseer el coraje de enfrentarlo.
—Yo… ha ido bien, espero mejorar, estoy tratando de dar lo mejor —contesté en una entonación baja.
—¡Muy bien! ¡Me alegra escucharlo! Porque la venida de tu presentación está a la vuelta de la esquina, en estos días más que nunca debes prepararte bien, Olivia —anunció con entusiasmo. Por fin me atreví a mirarlo, y vi una radiante sonrisa en sus labios, mi pecho se encogió.
—¿Por qué pronto?, apenas cumplo la mayoría de edad el próximo mes, todavía no puedo asistir a las reuniones sociales hasta entonces y para eso falta mucho —cuestioné, con un presagio en mis pensamientos, un mal sabor de boca.
—En dos semanas debes estar lista para tu presentación en la sociedad.
Mis ojos se abrieron con pasmo, mis manos temblaron y moví los cubiertos a un lado al verme incapaz de sostenerlos por más tiempo.
—No lo entiendo, todavía yo…
—Tanto el príncipe como la futura princesa de Panelia serán presentados oficialmente.
—¿Qué? —dicha cuestionante que quise decir, fue dicha por mi madre—, ¿presentarán tanto el compromiso como al príncipe heredero por primera vez?
Mi padre asintió satisfecho.
—Así es, oficialmente presentarán al príncipe Izaro como absoluto y único heredero y a la vez su alianza con Pemnurca.
Mi cabeza dio vueltas, mi vista se vio borrosa por unos segundos y la voz de mi padre se escuchaba como un pitido a la lejanía, muy lejano. Izaro es demasiado alto como para volver a alcanzarlo y mis sentimientos muy insignificantes comparado con su deber.
—¿Realmente debo hacerlo? —dije con la voz entrecortada y todavía con mis sentidos perdidos—, ¿realmente debo presentarme?, no quiero hacerlo, no estoy lista, no quiero…
"Estar presente, verlos juntos".
—¿Qué estás diciendo exactamente, Olivia?
Parpadeé desorientada y fijé la vista en mi padre, mientras trataba de respirar con normalidad y equilibrar con coherencia mis palabras.
—No somos de la nobleza, somos simples empleados, subordinados del rey, no tiene sentido que yo una simple… —los miré arrepintiéndome de las palabras escogidas y terminé solo diciendo—, no tiene sentido que esté ahí —dejé salir, mientras fruncí el ceño y negué.
Mi madre abrió sus ojos exasperadamente, mi padre al contrario me observaba sin gesto hasta que finalmente sus palabras me indicaron cómo se sentía con respecto a lo dicho anteriormente.
—Estás hablando con quién estuvo a cargo de la educación de su alteza, el príncipe heredero. ¡Yo, Fernando Riquelme! —gritó entre un susurro tembloroso—, me esforcé para llegar a donde estoy para que mi familia tuviera estas oportunidades. No vuelvas a decir palabras semejantes a estas nunca más, Olivia.
Con eso se dio la tarea de partir, y mi madre con una mirada decepcionada detrás de él.