Gia termino de limpiar y vendar todas aquellas heridas que incluso llegaban hasta la espalda de Vitya, desde que vio sus manos de cerca le llamó la atención la cantidad de cicatrices que tenía y todas parecían ser de peleas pasadas, también tenía cicatrices en su pecho, una de ellas le iba desde el pectoral izquierdo hasta el costado derecho y era bastante ancha, seguramente había necesitado muchos puntos para poder cerrarla, su espalda parecía un crucigrama, a pesar de haber sentido mucha curiosidad prefirió no preguntar la historia que había detrás de todas ellas y es que si eran peleas de pandillas entre menos supiera iba a ser mejor.
– He terminado. – comento pegando la última gasa.
– Muchas gracias por todas las atenciones que me has dado. – Vitya reviso cada una de las gasas pegadas en su abdomen.
– No hay de que ¿Quiere comer algo? – abrió la nevera que estaba en la esquina – Hay lasaña de supermercado... – hizo una mueca – Deme veinte minutos y prepararé una cena decente, mamá piensa que lo único que sé usar es el microondas. – bufo con disgusto sacando la carne molida.
– ¿Puedo usar el baño? – Vitya bajo del taburete.
– Claro, sale y es la segunda puerta al frente, después de comer se toma un analgésico porque imagino que debe estarte doliendo el cuerpo entero. – se lavó las manos y tomo el delantal alistándose para preparar la cena.
– Usted es mi enfermera señorita Grey. – Vitya le guiño un ojo saliendo de la cocina.
Gia se rio y encendió la cocina antes de comenzar a sacar las cacerolas que iba a ocupar, una olla onda para la pasta y una sartén para la carne molida, Gia amaba la cocina y antes de que Robert llegara a sus vidas era ella quien cocinaba para su madre, algunas veces le quedaba salada y otras simples, pero de práctica y error es que se aprende así que ella aprendió de todos sus errores hasta el punto de llegar a ser una gran cocinera. Vitya entró al baño y le sorprendió mucho de ver toda aquella cerámica de tonos grises, oscuras y lo que sobresaltaba aparte de aquel enorme tucán de cerámica que adornaba el lavamanos era su color turquesa, eso era el color más chocante de todo el lugar; bajo el cierre del pantalón y se puso a orinar, hizo una mueca pues su orina estaba saliendo con algo de sangre, si no le hubiese pasado eso antes estaría aterrado imaginando que tenía una hemorragia interna, termino de orinar, cerro la cremallera y se lavó las manos después de tirar de la cadena, como pudo se mojó las manos pues tenía vendajes que no quería mojar.
Mientras estaba cocinando lo vio entrar al espacio de nuevo y camino hacia la silla del comedor, no andaba camisa y es que esta estaba manchada de sangre además de rota, mientras esperaba a que la comida se cocinara corrió hacia el cuarto de sus padres donde sabía que iba a poder encontrar algo que pudiera quedarle, ajustado seguramente, pero la ropa de su padrastro era la única opción pues algo suyo aunque fuera de tallas grandes no le iba a entrar ni un brazo.
– Tome, no es la gran cosa, pero ya no estará desnudo. – dijo mientras extendía un suéter hacia él.
– Gracias ¿Es ropa de tu padre? – lo tomo sin hacerle el feo pues fue dado con buena voluntad.
– No, es de mi padrastro, tiene tantos suéteres que ni cuenta se va a dar de que le falta uno y aunque se dé cuenta, no me va a reclamar a mí. – Gia tenía las mangas de su camisa arrolladas dejando ver sus antebrazos.
– Me queda un poco ajustado, pero es muy cómodo, gracias. – Vitya se lo puso fingiendo no haber visto los cortes rojizos y algunos aun con sangre secándose, seguramente hechos esa misma mañana.
– No hay de que, dentro de poco estará la cena. – volvió a estar frente a la estufa.
No se volvieron a dirigir la palabra después de eso y es que Vitya estaba cansado, su cuerpo se estaba enfriando y comenzaba a sentir el dolor de cada uno de los golpes que recibo, se quedó con los brazos cruzados recostado sobre la mesa pensando en solo descansar la vista, pero en realidad se quedó dormido y cuando la pequeña mano de Gia lo movió para despertarlo su instinto de alerta se exaltó demasiado, en cuestión de segundos se levantó, la tomo por el cuello y la estampo contra la mesa con la fuerza suficiente para asustarla, pero no para hacerle daño en exceso.
– ¡Por favor, perdóname! – exclamo de inmediato liberándola.
– Yo... lo siento, no pensé que lo asustaría, creí que estaba despierto. – Gia lo primero que arreglo fue su falda pues hasta las piernas levanto con ese empujón.
– Creo que todavía sigo alterado ¿Estás bien? ¿Te hice daño en el cuello? – le tomo la barbilla para revisarla.
– Estoy bien, solo fue el susto y el golpe en la espalda. – le dedico una sonrisa amable que solo lo hizo sentir más culpable.
– Creo que debería irme. – se rascó la nuca, pero entonces un olor delicioso se coló por su nariz haciendo que su estómago retumbara como un trueno en plena tormenta.
– Siéntese, ya he servido su cena y he tostado unas rodajas de pan de mantequilla con ajo que yo misma he preparado, espero le guste. – Gia pecaba por inocente y buena persona.
Vitya se sentó a la mesa de nuevo, estaba muerto de hambre y dejo que ella pusiera los platos frente a él, la jugosa carne molida con caracolas de pasta le hizo agua la boca y el pan tan dorado ya ni se diga, sería la primera vez que probara la comida casera de una jovencita estadounidense que sin pensarlo mucho le había salvado la vida; mientras ambos cenaban en silencio Vitya puso sus ojos en ella y es que se le hacía realmente guapa a pesar de que ni un solo cabello de ella encajara con el prototipo de mujeres que habían estado con él, sus novias habían sido rubias de pieles extremadamente blancas, delgadas y más altas que el promedio normal, de cejas depiladas y no tan pobladas como las de ella que se veían como dos orugas, exceso de pecas para su prototipo, pero sería por la paliza que acababan de meterle que se estaba fijando en ella o ya de plano había quedado con un desorden mental y para no darle tanta vuelta a eso volvió la atención a su cena.
Tras la cena fue Gia quien se encargó de meter los platos al lavavajillas, no le gustaba dejar platos sucios para el siguiente día y mientras hacia el ciclo de lavado llevo a Vitya a su cuarto pues dormiría ahí, mientras ella se quedaba en el cuarto de sus padres porque seria de mal gusto ponerlo a él a dormir en la sala.
– Pensé que el cuarto de una adolescente estadounidense se vería diferente. – sonrió viendo que el cuarto muy parecido al suyo, minimalista.
– ¿Imagino que habría fotos de artistas pegadas en todas las paredes? – Gia alzo una ceja mientras quitaba los peluches de su cama.
– Algo así. – sonrió porque fue prejuicioso.
– La cama no es tan larga, pero va a estar más cómodo que si durmiera en el suelo o en el incómodo sofá, no me gusta levantarme y si le da sed aquí hay agua, si le da más hambre aquí hay galletas. – señalo hacia la mesita de noche en la parte de abajo y la gaveta.
– Gracias por la ayuda que me has dado... – la tomo del brazo para que se dejara de mover de un lado a otro tratando de arreglar mejor el cuarto – Buscaré la forma de recompensar todo esto. – la acerco más a él.
– El bien se hace sin mirar a quien, no hice nada de esto con intención de que me retribuya algo en el futuro... – sonrió ampliamente – Lo dejo que descanse, el medicamento ya comenzara a hacer efecto y podrá descansar. – se alejó yendo hacia la puerta directamente.
Gia no era tan confiada como para dejar la puerta del cuarto donde ella dormiría sin seguro, cerro muy bien e incluso tranco la puerta con una silla solo por si le daba por ponerse loco en plena madrugada e intentaba hacerle daño serio, se quitó el uniforme y rebusco en la cesta de ropa limpia algo que fuera suyo, casi siempre su madre se llevaba prendas suyas a su cuarto después de cada lavada, pero que después le devolvía por haberlas encontrado mientras ordenaba la ropa, por suerte encontró un short y una camiseta, tal como le gustaba dormir, pero antes de irse a acostar fue al baño para lavar los cortes que con saña había hecho la noche anterior en sus muslos y muñecas, todo porque de nuevo su madre le había sacado la cruel posibilidad de que su novio ya estaría saliendo con otra chica, que de nada le servía vivir con la ilusión de volver porque no tendría su pasaporte hasta que les diera un título universitario, Gia entendía que eso era secuestro, pero era su madre y si la denunciaba la metería en serios problemas.
Después de limpiarlas bien fue a la cama con intenciones de revisar su correo electrónico esperando tener una nueva carta por parte de su novio después de pasar un día entero sin mensajes por chat, pero resulto que no había nada y eso le estrujo el corazón terriblemente, pero si reviso el chat familiar donde había muchos mensajes de su madre diciéndole que cuando volvieran la mandarían con un psicólogo pues lo que hizo ese día rebaso los límites de su tolerancia, su hermanastra mayor la llamaba loca por privado y eso muy poco le importo; con la luz de su celular iluminándole el rostro comenzó a ver todas las fotos que habían compartido sus amigas que ahora literalmente vivían al otro lado del mundo y con las que había pasado buenos momentos, viendo esas fotos poco a poco se fue quedando dormida hasta que el sueño fue pesado y el tiempo dejo de contarse.
El murmullo de voces masculinas poco a poco se fue volviendo más claro hasta que eso la hizo despertar completamente y afuera del cuarto se escuchaba como si hubiese una reunión con muchas personas, su primer impulso fue salir del cuarto pensando en que sus padres habían vuelto y que seguramente estaría en terribles problemas por meter a un desconocido al apartamento, pero en su carrera y que todavía iba dormida choco contra un hombre extremadamente alto que la tomo de los brazos antes de que cayera al suelo por el rebote, Gia se puso más blanca que un papel pues el hombre que la había tomado de los brazos no era uno que conociera y en su hogar estaban otros más que tenían caras de pocos amigos, lo primero en que pensó era un robo e intento retroceder para volver al cuarto y protegerse.
– Jovencita, no voy a hacerle daño. – dijo el hombre evitando que se alejara.
– ¿Quién es usted? – susurro y comenzó a forcejear.
– Hemos venido por Vitya, no tiene nada que temer de nosotros pues seriamos incapaces de dañarla. – la jalo suavemente para llevarla a la cocina.
– ¡Gia! – Vitya sonrió al verla tan asustada – Perdóname por llenar tu hogar con hombres extraños, ellos son mis amigos, el doctor Yura Cesarevich y Jonathan Ivanaevich. – presento a los hombres.
– Gia... Gia Grey. – se alejó del doctor un poco confundida por lo increíble que era aquella escena.
– Un gusto conocerla jovencita, muchas gracias por ayudar a mi amigo y por haberlo resguardado. – dijo el hombre que se llamaba Jonathan.
– Hay que llevarnos a Vitya al hospital, la herida de su cadera es demasiado profunda y va a necesitar puntos. – el doctor había estado buscando gazas en uno de los baños.
– No podemos ir al hospital, al menos no en estos momentos... – Jonathan se cruzó de brazos – Si se presenta lo irán a buscar y muy probablemente lo manden a matar. – explico.
– Yo tengo agujas para sutura completamente selladas, guantes estériles y material de curación. – dijo Gia al ver lo mal que estaba la herida de Vitya cuando este levanto el suéter.
– Vamos a hacer una curación aquí y te recetaré antibióticos porque eso va a infectarse. – el doctor asintió.
– ¿Cómo es que te has topado con esa niña? – pregunto Jonathan cuando ella se fue corriendo para buscar las cosas.
– La verdad, ha sido ella quien llego a mí como un ángel salvador y si no hubiese sido por ella, no la estaría contando en estos momentos. – dejo que fuera Yura quien le fuera quitando las cintas que Gia le puso.
– ¡Traje un spray para adormecer! – llego corriendo de nuevo con el botiquín donde tenía bien guardado esos artículos.
– ¿Eres enfermera? – pregunto Yura al ver todo el material que tenía.
– No, el año pasado estuve apoyando en un refugio veterinario, compraba las cosas por si acaso y me sirvieron mucho en ese entonces. – necesitaba dar contexto pues tenía hasta tijeras estériles y bisturíes.
– Échale del spray para que no le duela tanto cuando le meta la aguja. – fue a lavarse las manos.
– Lamento esto, debí haber sido más cuidadosa y ahora es probable que se le infecté por mi culpa. – de una distancia prudente le dio unos cuantos toques del anestésico.
– No es algo que hayas podido evitar, si el cuchillo estaba sucio igual iba a pasar, unos días con antibióticos y va a estar bien. – explico Yura mientras se lavaba.
Gia saco un par de guantes estériles y se los puso cuidando de no tocar los dedos con nada, después de eso abrió otro par de guantes para que Yura se los pudiera poner y resulto ser una asistente de enfermería muy efectiva pues le supo pasar todos los elementos que iba a ocupar mientras hacia las costuras a la piel de Vitya quien no sintió tanto dolor gracias al anestésico que ella le puso.
– Quince puntos, es un milagro que no te hayan matado. – comento Jonathan después de ver que habían terminado.
– Ya está curado, nos podemos ir. – dijo Yura dejándose ayudar con los guantes pues tenían sangre.
– Lamento haber invadido sin tu permiso, gracias por tu ayuda. – Jonathan salió de la cocina con celular en mano.
– Gia... – Vitya le tomo la mano dejando un fajo de billetes sobre ella – Quiero darte las gracias por todo lo que has hecho, te debo mi vida y espero en algún momento encontrarte de nuevo para pagar correctamente lo que has hecho por mí. – la vio negar con la cabeza.
– Yo no lo ayude esperando una retribución económica a cambio, lo hice porque era un deber moral, se lo dije anoche. – intento devolverle el dinero, pero el sujeto sus muñecas.
– Es lo mínimo que puedo hacer por ti, eres una persona dulce, preciosa no solo físicamente, tienes un alma quizás mucho más preciosa que tu físico. – la vio directo a los ojos verdes de Gia notando que era mucho más hermosa con la luz de una nueva mañana.
– Espero de todo corazón que se recupere, pero no quiero dinero por hacer un favor. – Gia bajo la cabeza un poco nerviosa pues sentía que la mirada de Vitya le estaba desnudando el alma.
– Por favor, acéptalo, sal a comprarte algo lindo o a comer algo que se te antoje, es de mala educación rechazar lo que un adulto te está dando. – la vio sonrojarse.
– Gracias. – tuvo que verlo al rostro y terminar aceptando.
– ¿Puedo pedirte un favor más? – paso los dedos por las muñecas internas de Gia haciéndola saber por dónde iba.
– Creo que sí. – quiso alejar sus manos, temerosa de que la fuera a tildar de loca como lo hacían las demás personas.
– No sé por qué lo haces y es una pena que no tengo mucho tiempo para saberlo, pero no creo que algo sea tan grave como para hacer tanto daño a tu cuerpo. – les dio vuelta a sus manos.
– Es algo que nadie puede entender salvo quien lo siente. – Gia desvió su vista incómoda.
– Claro que lo entiendo... – Vitya sonrió ligeramente – Sientes que es la única salida a la rabia provocada por terceros, no quieres seguir llorando y sientes que esta es tu única liberación, duele, pero al final se siente muy bien y eso te hace querer más, te vuelves adicta al bienestar que produce un tajo en la piel, pero que al final solo es un bienestar pasajero que no aliviara lo que está roto dentro de tu interior a menos que pongas de tu parte para repararlo. – Gia se quedó fría con la descripción exacta de lo que sentía y de lo que le estaba pasando.
– Es una adicción que no daña a nadie más que a mí misma. – se removió mucho más incómoda.
– Quiero que pienses en unas preguntas ¿Vale la pena marcar tu piel con cortes? ¿Los motivos son suficientes? ¿Vale la pena darles el gusto a las demás personas tildarte de ser una loca? – esas preguntas la hicieron replantearse por un segundo toda su vida desde que había llegado a Rusia.
– Tenga más cuidado y deje de meterse en líos de pandillas. – dijo una vez reacciono.
– Espero volver a verte de nuevo y será en mejores condiciones que las de ayer en el basurero... – se inclinó hacia ella para darle un beso en la mejilla – Muchas gracias, Gia. – se alejó de ella dejándola con las mejillas coloradas.
No se pudo mover después de ese beso tan caluroso en la mejilla y cuando reacciono la puerta ya se había cerrado, quiso salir a despedirse, pero se frenó en seco al estar a punto de tomar el pomo de la puerta y solo le puso el seguro antes de ir corriendo a la oficina de estudio cuya ventana daba hacia la calle de enfrente; asomada ligeramente entre las cortinas alcanzo a ver a Vitya salir del edificio junto al doctor y su amigo, en un momento se escondió pues el hombre levanto la cabeza directamente hacia su ventana, por suerte las cortinas no eran tan claras y no pudo verla.
Gia se quedó en aquella sala de estudio un largo rato observando el rollo de billetes que todavía tenía en las manos mientras repensaba en las preguntas que Vitya le había hecho mucho antes de irse y tenía razón en varias cosas que dijo, se estaba volviendo adicta a la sensación de bienestar que le provocaba cortar sus muñecas y para nada, porque no estaba consiguiendo nada más que dejarse el cuerpo lleno de cicatrices, su madre no le interesaba lo que hacía y Robert no se metía en nada, sus hermanastras la tildaban de loca; Gia no se imaginó que ese encuentro furtivo la iba a hacer cuestionarse todo el terrorismo que había estado haciendo en contra de su cuerpo, se levantó y fue a su cuarto para ordenar las sábanas que habían quedado un poco revueltas, al tomar la cobija y sacudirla hacia arriba vio algo salir volando por sobre su cabeza, rápidamente volteo para ver que era y al parecer a Vitya había olvidado un juego de llaveros bastante peculiar pues era una granada bien hecha junto a una guitarra y una bala, lo iba a guardar por si en algún momento se volvía a encontrar con él.
Cuando termino de ordenar su cuarto se sentó en la cama para contar todo el dinero que Vitya le dejo como p**o por su ayuda, eran rublos de todas las denominaciones así que los fue separando para llevar una cuenta clara, quince billetes de cincuenta, treinta de cien, ciento cincuenta billetes de quinientos rublos y veinte de mil que ya eran los últimos; en total eran unos noventa y ocho mil setecientos cincuenta rublos, era una cantidad bastante grande para el país donde estaba, mucho más de la que recibían sus hermanastras como apoyo económico por parte de la empresa de Robert y le aturdía mucho porque no sabía que iba a hacer con tanto dinero en sus manos, si los convertía a dólares serian menos de mil quinientos dólares, sin embargo, pensando en su novio llevo el dinero hacia una pequeña caja que escondía bajo el colchón de la cama para que su madre no los encontrara porque sabía que sin preguntarle nada se los iba a quitar con tal de que no se fuera del país, con eso por lo menos podría costearse el pase de avión hacia los Estados Unidos.