El plumón sonaba contra la pizarra blanca que estaba al frente, el profesor de matemáticas estaba inspirado mientras anotaba el ejercicio y es que su pasión por el álgebra se destilaba por sus poros mientras iba explicando paso a paso su resolución, era un ejercicio más largo que la esperanza de un pobre y Gia solo había anotado las primeras dos filas pues toda su atención estaba puesta en la ventana al lado de su asiento, un grupo de otro salón estaba en educación física y le resultaba más entretenido ver como el profesor luchaba por animarlos a hacer ejercicio cuando ya todos estaban cansados pues la hora de salir estaba muy cerca, además de eso el frío del invierno estaba comenzando a sentirse con más intensidad; había perdido un año escolar peleando con su madre porque la dejara volver a Estados Unidos aún después de haber cumplido los dieciocho años e incluso le había secuestrado su pasaporte alegando que no se lo daría hasta que ella le presentará un título universitario, en resumen, estaba completamente jodida, atrapada en San Petersburgo con un clima de mierda y las ganas de quemarse viva para escapar de ese suplicio que todos llamaban colegio.
En muchas ocasiones su único aliento de esperanza era ver el anillo que Mario le había regalado antes de que su vida se viera en esa situación tan oscura, aparto la mirada de la ventana y la puso sobre su mano apoyada en el cuaderno de apuntes, en su dedo reposaba el anillo de compromiso que le fue dado por el joven que era el amor de su vida; oro rosa de catorce quilates completamente liso con dos diamantes de cero coma veintisiete quilates, fue comprado en una tienda de Swarovski y aunque no se comparara con el ostentoso anillo que Robert le regalo a su madre, a Gia le encantaba y lo cuidaba como su mayor tesoro.
La campana del final de la tortura sonó y todos comenzaron a guardar sus cosas, Gia tenía un pequeño estuche tubular donde solo cabían los tres lapiceros, lápiz, goma de borrar y sacapuntas, totalmente práctico para recoger cuando tuviera que irse y mientras el profesor les recordaba que debían anotar el ejercicio en sus cuadernos Gia se levantó de su asiento tirando la mochila sobre su hombro, del bolsillo de la falda saco su celular y le tomo una fotografía al pizarrón antes de salir del aula sin despedirse de nadie porque no tenía amigas, apenas iba en su primer mes y medio de ciclo escolar, no las quería tampoco, estaba enojada con la vida y con el mundo entero porque a esas alturas de su vida ya debería estar graduada de secundaria, casada y siendo feliz con el amor de su vida. Iba caminando por el pasillo esquivando a todos los demás alumnos que iban saliendo de sus salones, por su actitud los profesores habían decidido mandarla con la consejera escolar y por otras acciones que Gia estaba haciendo que no encajaban dentro de la norma social que los adolescentes debían seguir, pero poco o nada le importa la preocupación de los profesores pues no asistía a las reuniones salvó que tuviera alguna amenaza de suspensión.
– Anett... – escucho su nombre – ¡Anett no vayas a correr! – era la consejera que corría hacia ella de una forma un poco graciosa porque estaba muy rechoncha.
– ¿Le dije que hoy no asistiría a sus sesiones? – pregunto cuando la mujer estuvo cerca.
– Yo sé lo que dijiste ayer, comentaste que tus padres no iban a estar, pero tu madre me llamó pidiéndome que te dejara saltarte esta cita para que pudieras acompañarlos a su viaje de trabajo a Moscú que tu padre tiene. – se cruzó de brazos.
– Tenía la esperanza de pasar libre el fin de semana en casa, por eso mentí y él no es mi padre, es el hombre que está casado con mi madre. – Gia ni se inmutó al verse descubierta.
– Le dije que no podías faltar y te dejaré irte si me enseñas como vas recuperándote. – la vio hacer una mueca de disgusto.
– ¿Es necesario? No le hago daño a nadie y no me interesa que nadie se preocupe por mí. – rodó los ojos.
– Te haces daño a ti misma y eso no está bien, tus padres se preocupan mucho por ti, aunque no lo quieras creer. – dijo la consejera con tristeza pues por más que lo intentaba Gia no se dejaba ayudar.
– ¿Si le enseño mis heridas me dejara ir? – Gia alzo una ceja mientras la veía fijamente a los ojos.
– Claro, déjame asegurarme que vas sanando bien y te dejaré ir... – levanto su mano – Lo prometo. – aseguró con firmeza.
Gia desabotono las mangas de su blusa y las levanto junto al suéter que era parte del uniforme dejando que la consejera viera los cortes verticales que tenía en ambas muñecas, era complicado que las personas ajenas a ella entendieran el porqué se lastimaba a sí misma cuando sufría de un ataque de ansiedad que habían comenzado el mismo día que aterrizó en Rusia, para lo que otros era una locura o una forma ridícula de llamar la atención por su parte, para Gia era una liberación y la calma a un sentimiento que no entendía, pero que no quería tratar con nadie, eran pequeños cortes, pero tan profundos como para hacer que se desmallara por la perdida de sangre.
– Ya vio que no tengo cortes nuevos en las muñecas ¿Ya me puedo ir? – bajo las mangas antes de que alguien más la viera.
– ¿Qué estabas sintiendo mientras lo hacías en esta ocasión? – pregunto la consejera deseando realmente entenderla y no solo dictar un juicio sobre ella.
– Lo mismo que le he dicho desde que las descubrió, me relaja hacerlo y hace que me olvide de lo miserable que es mi vida por culpa de mi padrastro. – metió las manos en los bolsillos de su falda.
– Te espero el lunes en mi oficina, quiero que comiences a desenvolverte con la psicóloga del colegio, quizás con eso podamos avanzar más. – junto sus manos sonriendo.
– ¿Ya me puedo ir? – Gia no le hizo ni caso.
– Si, ya te puedes ir y espero que ocupes el fin de semana en cosas productivas, lee un poco, has tus tareas o sal a pasear, distrae tu mente y haz nuevas amigas. – con sus palabras la vio sonreír.
– Claro, aprovecharé mi tiempo jugando equis cero en mis muslos con una navaja de afeitar. – se dio la vuelta y apuro el paso.
– ¡Anett! – grito la consejera, pero ella solo corrió hacia la salida.
Gia no se iba a detener a escuchar los mismos consejos que llevaba escuchando desde que estaba asistiendo con ella, si no hubiese sido tan descuidada no estaría en esas, vio a las hijas de Robert esperando a que su padre las pasara a recoger pues se irían directamente al aeropuerto para viajar a Moscú a una capacitación de parte de la empresa y Gia no estaba dispuesta a ir con ellos, paso de largo aprovechando que Kenia y Silvia le estaban dando la espalda, se sentó en la parada de autobuses pensando en que iba a ser un fin de semana glorioso al no tener que escucharlos armando planes para salir y donde su madre siempre la obligaba a ir con ellos; Lilia estaba emocionada de pasar un fin de semana completo con su familia o bueno, una parte de ella porque su hija no podía saltarse la terapia, pero al llegar a recoger a sus hijastras, grande fue su sorpresa al ver a Gia sentada en la parada de autobuses moviendo las piernas en el aire pues colgaba un poco.
– Pensé que iba a estar en terapia. – comento Lilia.
– Ha de haber escapado seguramente, hay que ir por ella y llevarla de paseo. – Robert volteo a ver a sus hijas ya sentadas atrás.
– Podrías presentarle al hijo de tu amigo, le hace falta un nuevo novio para que se olvide de Mario y para que vea la vida de otro color, mi pobre niña se ha conformado con tan poco en esta vida. – ella dio un largo suspiro.
– ¿Gia no les contó lo que pasó el miércoles? – pregunto Kenia arreglando su falda.
– No ¿Qué paso? – Lilia volteo a verla.
– Un chico del salón B le pidió que fuera su novia con un rosa y una cajita de chocolates, pero Gia lo rechazo frente a todos sus amigos sin piedad. – explico la chica.
– Quizás no le gustaba el chico. – Robert vio a su esposa.
– Quien le propuso eso fue Ruslan Kozlov. – ambos padres voltearon a verlas.
– ¿El hijo del supervisor del piso veinte? – era el colegio donde iban casi todos los hijos de los trabajadores de la misma empresa.
– Si, el pobre lleva casi dos meses intentando que Gia le haga caso y la boba ni lo voltea a ver, es un chico tan guapo. – Kenia estaba enamorada del chico.
– Hay que ir por ella y llevarla a Moscú, dijiste que tu supervisor iría a esa capacitación. – Lilia pensó que iba a ser mejor llevársela.
– Yo creo que no va a ser posible. – Silvia estaba viendo hacia la parada.
Gia vio hacia un lado esperando que llegara ya el autobús que la dejara frente a su edificio de apartamentos, pero en lugar de eso vio el auto de su padrastro y sin pensarlo mucho se levantó para subir al primer autobús que llego a la parada antes de que decidieran ir por ella, ni se fijó que ruta era, solo quería escapar de ellos; una vez a bordo colgó la llamada que le hizo su madre y viendo la ruta que era sabia que iba a terminar perdida si seguía arriba de esa cosa, se bajó en una parada conocida antes de que tomara otra calle y la alejara de su apartamento, sabía que su madre la iba a regañar después de que su mentira se viera descubierta, pero valdría la pena si podía pasar sola en casa. Comenzó a caminar porque no estaba tan lejos del apartamento y además le daba tiempo para pensar en lo que estaba haciendo, cuando llevaba dos cuadras de camino levanto la cabeza hacia el cielo que iba oscureciéndose, era el anuncio de una posible tormenta que iba a ser feroz y decidió entrar a callejones con paso apresurado pues no quería que le cayera semejante chaparrón de agua, entrando por el último callejón iba más despacio pues solo le quedaba una cuadra para llegar y al patear una lata levanto la cabeza para ver hacia donde había llegado, pero lo que capto su atención fueron un par de zapatos de suela roja y estaban pegados a unas largas piernas que se ocultaban tras uno de los grandes contenedores de basura.
Se quedó de pie a unos diez metros lejos de aquella persona, volteo a ver hacia atrás como si por ese callejón pasarán muchas personas, la verdad es que las personas normales preferían caminar por lugares más concurridos que por esas calles entre edificios o locales que eran bastante buenos, a paso lento comenzó a avanzar hacia aquella persona y rezaba porque no estuviera muerto porque no quería un trauma a sus problemas de depresión, cuando estuvo a una distancia prudente pudo ver que era un hombre joven, estaba recostado en la pared al lado del basurero y su camisa de un color celeste pastel estaba cubierta de sangre, labio y arriba de la ceja reventados, moretones en todo el rostro, parecía que lo habían golpeado hasta con palos y eso preocupo a Gia, se quedó viéndolo fijamente notando que estaba respirando aunque era un movimiento tan lento que tuvo que acercarse más para notar que no estaba alucinando, pero si estaba respirando y pensó en llamar a la policía para reportarlo.
– Sigo con vida. – la voz del hombre la sobresalto y casi hace que botara su celular.
– Ya me di cuenta de que sigue con vida, pensaba en llamar a una ambulancia. – el cabello rubio le cubría los ojos y es que se había movido para dejar la cabeza gacha.
– No es necesario que lo hagas, cuando la ambulancia venga ya me habrán matado. – el hombre levanto la cabeza dejando ver sus iris de color gris azulado.
– ¿Hay algún familiar? Si gusta puedo llamarle para que vengan a recogerlo. – Gia se sintió mal por aquel hombre que muy seguramente no pasaba los veinticinco años.
– Tengo un amigo que vive en Moscú, pero no me puedo quedar aquí hasta que venga. – tiro la cabeza hacia atrás.
– Es raro ver a pandilleros por acá, imagino que deben estarlo buscando. – volteo a ver hacia todos lados nuevamente.
– Es ofensivo que me llames pandillero y si no estuviera tan mal ya me hubiese marchado para no estar escuchando las suposiciones de una mocosa entrometida. – el hombre se acomodó viéndola de pies a cabeza vestida de uniforme.
– No era mi intención ofenderlo... – hizo una mueca con sus labios – Pero si no es pandillero debería aceptar que llame a una ambulancia, nadie le va a preguntar nada. – levanto la cabeza al sentir una gota en su mejilla.
– Sigue tu camino, niña, gracias por tu buena voluntad, pero no necesito que llames a una ambulancia. – el hombre cerró los ojos adolorido.
Gia se vio en una encrucijada moral porque su pequeño corazón de pollo le estaba diciendo que no podía dejar a aquel joven hombre tirado en ese callejón al lado de un basurero mal oliente y teniendo la primicia de que lo estaban buscando para terminar el trabajo le removía mucho más la conciencia, tenía la oportunidad de salvar una vida y quería hacerlo a pesar de no tener la menor idea de quien era ni porque estaba siendo buscado así que tomo una decisión firme sobre lo que haría.
– Esta a punto de llover y la temperatura está bajando... – Gia era una persona que siempre había ayudado a quien pudiera sin importar como luciera – Mi casa esta a una cuadra de aquí, necesita que le curen todas esas heridas y si acepta mi ayuda podrá llamar a alguien que venga a recogerlo. – extendió la mano hacia él.
– ¿Vas a llevar a tu casa a un desconocido? – el hombre peino su cabello rubio hacia atrás.
– ¿Es un asesino o violador? – Gia alzo una ceja mientras lo veía con desconfianza.
– No soy un violador, eso es asqueroso. – se levantó por su cuenta algo tambaleante.
– ¡Por el amor a Dios! – Gia retrocedió y tuvo que levantar la cabeza porque aquel hombre era altísimo.
– Camina por delante de mí, si me encuentran vas a poder correr y escapar. – dijo el hombre sosteniéndose el costado pues le dolía mucho.
Gia comenzó a caminar por delante del hombre mientras iba pensando en si era buena idea llevar a un completo desconocido a su casa, había llevado perros y gatos lastimados de los que después se había encargado de buscarles un hogar, incluso llevo varios pájaros con las alas rotas a los que había curado, sin embargo, no era un animal el que la iba siguiendo, era un hombre joven apaleado por quien sabe cuantos tipos y que muy seguramente seguiría teniendo la fuerza suficiente para someterla si le daba la gana, pero si lo dejaba abandonado podría llegar a morir, una vida humana siempre iba a ser mucho más importante, mientras iba dudando lo escucho soltar un quejido bastante fuerte haciendo que volteara y lo viera luchando por ponerse en pie después de haber caído.
– Deje que lo ayude, no soy tan alta para que se apoye completamente en mis hombros, pero al menos como bastón puedo servirle. – le paso la mano por sus hombros luchando para no caerse por el peso extra que tenía.
– Eres demasiado amable e inocente. – no tuvo más que apoyarse en ella.
El complejo de apartamentos era una edificación enorme de cinco pisos, el que le habían asignado a su familia estaba en el último que era un apartamento de lujo con cuatro dormitorios y cinco baños, la zona donde estaba ubicado ese lugar era bastante tranquila y segura, por eso Gia iba un poco preocupada de que los vieran porque no quería chismes suyos volando por todo el complejo, pero consiguieron llegar adentro sin encontrarse con nadie y subieron al elevador.
– Tu uniforme se manchó de sangre. – comento el hombre recostado en la pared esperando que ella abriera la puerta.
– De todos modos iba a tener que lavarlo en el fin de semana y por la sangre no se preocupe, un poco de agua oxigenada lo solucionara todo. – lo ayudo a entrar.
– Creo que tengo un par de costillas fracturadas. – se quejó siguiéndola.
– Yo por eso le dije que llamaría a una ambulancia, pero se negó... – lanzo su mochila sobre el comedor – Disculpe el mal gusto que tiene mi madre a la hora de decorar, se siente que vive en la realeza. – el área de las alacenas inferiores estada adornada con un largo espejo empotrado, candelabros de formas geométricas y mucho brillo, sobre la isla había una lámpara rectangular con tiras de cristal alrededor, el lavabo estaba aún lado de la estufa.
– Me gustan los taburetes. – el hombre se sentó en uno de ellos.
– Iré por el botiquín... – Gia salió de la cocina apurada directo al baño principal – Tome, llame a su amigo o a algún familiar para que venga a recogerlo, imagino que deben estar preocupados por usted. – le entregó su celular ya desbloqueado.
Gia encendió el televisor para tener un ruido de fondo y comenzó a sacar todo lo que iba a ocupar para limpiar aquella gran cantidad de heridas, por toda la sangre que tenía en la camisa y lo rota que estaba la hizo pensar que alguno que lo atacó tendría algún cuchillo, el hombre preguntó en cuanto tiempo iban a llegar por él y su rostro se vio algo preocupado porque sería hasta el día siguiente, lo demás no lo siguió escuchando y se ocupó de tomar su mano libre para comenzar por ahí.
– No podrán venir por mí hasta mañana, mi amigo tiene que abordar un avión y en este momento está algo ocupado. – arrugo la nariz.
– Podría quedarse en mi cuarto, mi cama no es tan grande, pero va a poder descansar hasta que su amigo venga. – Gia sentía mucha pena por aquel hombre tan maltratado.
– Muchas gracias. – él se le quedó viendo fijamente.
– Parece que le tumbo los dientes a más de uno. – paso la gasa con agua oxigenada sobre los pequeños cortes en sus nudillos.
– ¿Cómo te llamas? – pregunto curioso.
– Gia... – levanto la cabeza – Mi nombre es Gia Grey ¿Cuál es el suyo? – sus ojos eran muy lindo.
– Vitya Petrovich. – encogió la mano por el dolor.
– Perdón, quería quitarle un pedazo de vidrio o piedra, no sé bien que es. – tomo la mano de nuevo, sobre la suya se veía enorme.
– ¿Tus padres no te van a regañar por traer a un pandillero a casa? – pregunto Vitya con una sonrisa.
– Dudo que ellos se enteren, no volverán hasta el domingo por la tarde. – comenzó a pegar los primeros esparadrapos.
– Entonces creo que no estaría mal que pasara la noche en un lugar seguro. – si se iba de ese lugar iba a estar en peligro.
– Quítese la camisa por favor. – pidió con una voz tímida.
Vitya se vio las manos muy bien vendadas y sin decirle nada se comenzó a desabotonar la camisa, Gia comenzó a sacar unas banditas para cerrar las heridas grandes que pudiera tener pues no había forma de que ella lo cosiera, de reojo vio como ya estaba sin camisa y movió su cabeza para verlo de mejor manera, el torso del hombre estaba muy bien trabajado, sus hombros anchos y sus pectorales bien marcados al igual que sus abdominales, parecía que lo esculpió algún hombre de la antigua Grecia.
– ¿Te gusta lo que ves? – pregunto Vitya al verla con los ojos fijos en él.
– Lo siento, es la primera vez que veo tan de cerca a un hombre que trabaja duro en el gimnasio, mi novio no tenía un lavadero en el abdomen. – Gia se rio mojando otras gasas.
– ¿Tu novio está en el colegio? – se recostó más en el taburete para facilitarle el trabajo.
– No, él se quedó en Estados Unidos y mi madre me trajo a la fuerza a Rusia el año pasado. – limpio la gran cortada en la cadera derecha.
– Eso significa que mantienen una relación a distancia ¿No es complicado eso? – alzo una ceja.
– Si lo es, hay unas ocho horas de diferencia, pero como dicen, el amor no tiene barreras. – Gia sonrió dejando ver lo enamorada que estaba.
– Así dicen, aunque yo nunca he creído en esas cosas cursis. – dio un salto, había partes más sensibles que otras en aquel corte.
– ¿En qué cree usted? – puso las cintas y comenzó a cerrar la herida.
– En que amor de lejos es amor de pendejos. – se rio y quejo al mismo tiempo.
– Voy a necesitar más cintas. – comento Gia sonriendo por esa ideología.
Vitya se quedó sentado en el taburete viendo a Gia volver a salir de la cocina, giro un poco pues escucho algo en las noticias que llamo su atención y tomo el control remoto para subir el volumen.
– El empresario multimillonario Petrov Lomonosov ha fallecido esta mañana... – anunció la periodista – Según ha informado su hermano Igor Lomonosov, falleció por causas naturales, un infarto fulminante al miocardio fue lo que le arrebato la vida a Petrov que tan solo tenía sesenta años, ha dejado un inmenso imperio de empresas petroleras que por herencia caerían sobre los hombros de su hijo primogénito Viktor Lomonosov... – apareció una foto en la pantalla – Pero las autoridades han sido informadas sobre su desaparición desde el mediodía de este día, las autoridades están poniendo de todo su esfuerzo para buscarlo en colaboración con su hermana. – cambio el canal de noticias cuando escucho los pasos de Gia que iba regresando.
– Estaban dando las noticias. – comento ella cuando vio la pantalla.
– Prefiero ver la película de Megalodon ¿Te importa? – alzo una ceja viéndola.
– No, está bien... – vio la pantalla unos segundos – Me gusta el estilo que tiene Ruby Rose. – volvió su atención a las heridas.
– Las películas estadounidenses son buenas, aunque hay algunas que no entiendo, Crepúsculo es una de ellas. – se sorprendió cuando ella bajo un poco su pantalón para poder vendarlo mejor.
– Cuando tenía unos quince años la pude ver por primera vez y me obsesione con esa película... – Gia se rio – Por suerte son cosas que pasan. – paso a los otros cortes que no eran tan profundos como el de la cadera.
– ¿Cuántos años tienes? – Vitya también se rio imaginándola obsesionada con esas películas.
– Ahora tengo dieciocho años, ya soy mayor de edad, aunque para mi madre parece que sigo teniendo diez años. – está vez su sonrisa fue de amargura.
– ¿Cómo llegaste a Rusia? – tomo el control remoto y le bajo volumen a la televisión.
– Mamá se casó con un tipo que tenía dos hijas cuando yo tenía diecisiete años, dos meses después le ofrecieron un puesto en una empresa petrolera de aquí, me obligaron a venir, prácticamente me secuestraron y si hubiese tenido suerte en este momento ya habría terminado mi secundaria e incluso ya estaría casada. – no sabía si era por su necesidad de hablar con alguien que estaba en su rango de edad y que la comprendería mejor que un adulto o si ya estaba loca confiando en un completo desconocido.
– Vaya ¿Por qué no vuelves? Ya eres mayor de edad y podrías cumplir tus sueños. – su idea era bastante sencilla.
– Porque mi madre ha escondido mi pasaporte y es ella quien administra todas mis mensualidades, estuve muy cerca de escapar con mi novio, pero los policías alcanzaron a atraparnos en una parada de autobuses. – lo vio abrir los ojos con sorpresa.
– ¿De verdad te fugaste? – soltó una carcajada ronca y su manzanilla se movió.
– Empaque lo más importante, hice algunos sándwiches y me fugue por la ventana de mi cuarto, llevábamos todos nuestros ahorros y tomamos varios autobuses hasta que llegamos a una estación donde tomaríamos otro autobús que nos llevará a Dallas, Texas... – sonrió recordando aquel gran evento – Hubieras visto esa escena, quince patrullas llegaron y cerraron el lugar, intentamos escapar, pero nos pillaron y nos devolvieron a nuestras casas. – Gia se sintió bien contando aquella experiencia.
– Me hubiese encantado ver esa escena de película. – Vitya no podía dejar de reír.
– Ya terminé con los cortes en tu abdomen, voy con los de tus brazos. – la cantidad de gasas con sangre era impresionante.
– Serías muy buena enfermera Gia. – bajo la cabeza para verla.
Gia era una chica bajita, de un metro sesenta y su cabello azabache medianamente largo, su rostro tenía muchas pecas que se le hicieron muy bonitas al igual que sus iris verde oliva, bajo el suéter color caramelo del uniforme ocultaba su cuerpo pues era bastante holgado, no tenía el cuerpo de una supermodelo, era rellenita, con pancita y caderas anchas que se ocultaban tras aquella falda color caramelo de anchos paletones; Vitya sabía perfectamente que colegio era al que asistía, él también salió de ese mismo lugar y era común que los viernes usarán suéter, los demás días de la semana tenían que asistir con saco y una corbata a juego, en los meses de más frío dejaban que las chicas utilizarán medias del color que quisieran siempre y cuando fueran colores sobrios, con los zapatos tampoco eran muy estrictos y le dio mucha gracia verla utilizando mocasines que resaltaban mucho con sus calcetas blancas.