Capítulo 3 "Cuando el amor toca a tu puerta"

5211 Words
Laura desplegó una sonrisa y los muchachos se fueron a bañar. Cristian no podía comprender ese sentimiento de alegría que comenzó a sentir al estar al lado de Laura. Era como una sensación de tranquilidad que veía reflejada en aquella mirada de ojos cafés. Se dio una ducha y buscó en su bolso la ropa que había traído, “qué fea” pensó. Era la primera vez que una mujer lo inspiraba a arreglarse bien. —Eduar, préstame algo casual, la mejor que tengas —le dijo a su amigo. Eduar quedó extrañado. Sacó de su closet una camisa negra con una bermuda gris, Cristian observó la ropa con detenimiento. —Yo mejor la elijo —dijo. —¿Y la ropa que trajiste? —Está fea —renegó Cristian mientras buscaba en el closet. —¿Te gustó esa chica? —inquirió su amigo. —Pues… Hay que dar una buena impresión —explicó Cristian—, ¿no te pareció bochornoso que dijeran frente a ella que olíamos horrible? —Pues sí, me dio mucha pena, ¿qué va a pensar ella de nosotros? Imagínate lo que quedó pensando, horrible… —Eduar soltó una carcajada. Cristian tomó una camisa de mangas cortas color azul oscura y la bermuda gris. Se veía casual, bien vestido y al peinarse, junto con el perfume, su apariencia mejoró.     —Qué genial, yo siempre quise tener un grupo de amigos. ¿Salen a paseos y todo eso? —Laura estaba animada con la plática que tenía con Elián y Eliana. —Pues sí, lo normal, fiestas, ferias, vamos a cine, playa y esas cosas —respondió Elián. —No le preguntes eso a Elián, desde pequeño ha estado con ellos, así que es muy normal para él —dijo Eliana. —Pero si es la verdad, —replicó Elián— no hacemos la gran cosa. Eliana soltó una carcajada, después quedó pensativa. —Bueno, es cierto. Desde que somos amigos solo hemos ido a algunos paseos, de hecho, cuando Elián hizo su fiesta de cumpleaños yo no pude ir porque tuve un esguince en el tobillo. —Explicó Eliana— y eso, fuimos a cine porque estábamos en el centro comercial. —Oye… eso es genial, salir con tu grupo de amigos a fiestas, cine y esas cosas. No hablo de algo extraordinario ni nada —dijo Laura sonriente—. ¿Te acuerdas que antes fantaseábamos con cosas así? —Ah… Sí, nos sentábamos en esa banca y hablábamos de eso por horas —Eliana soltó una carcajada. —Bueno, por lo menos a ti se te cumplió esa fantasía —expresó Laura. —¿De cuál fantasía hablan? —inquirió Elián. —Hace tiempo, cuando estudiábamos juntas —relató Eliana—, nos sentábamos a esperar el bus y nos poníamos a imaginarnos un grupo de amigos con los nos fuéramos de paseos, fiestas, que nos montábamos en lujosos carros y ¡uff! Un montón de cosas. Las dos chicas soltaron la carcajada y después se avergonzaron de contarle aquello a Elián. —Ay, qué pena, no debiste contar eso —regañó Laura. —Anda, verdad —Eliana dejó salir una carcajada de vergüenza. —Me parece normal, todos fantaseamos con algo —explicó Elián. —¿Con qué has fantaseado tú? —inquirió Laura. —Ay no, no contaré eso —Elián se ruborizó. —¡Nosotras te contamos lo nuestro, estamos en confianza Elián! —insistió Eliana. —Bueno, bueno —Elián se animó con la conversación—. Mi fantasía siempre ha sido... tener una novia, ¡pero no cualquiera! —notó la impresión de las chicas— creo que tal vez ustedes en algún momento también han fantaseado con algo así. Una pareja con la que puedan pasar años, que hagan planes y todos los cumplan. —¡Ay sí! —soltaron las jóvenes al unísono. —Yo imagino a una chica con la que pueda viajar, hagamos planes a futuro, hasta con la que pueda mandar a estampar esas camisas, ya saben, que escriben algo, como un mensaje y se toman fotos juntos. Todas esas cosas siempre las he querido hacer con una novia, pero no hablo de cualquiera. —Tú estás buscando la chica perfecta para ti —dijo Laura. —Sí, pero lamentablemente las que he conocido hasta el momento son muy superficiales, están es pendiente de cómo se ven, son pura apariencia física y eso a mí me aburre —confesó Elián—. En el colegio siempre están con esa estúpida competencia de quién tiene más dinero o la mejor ropa de marca, el carro que los papás le regalaron para su cumpleaños o a dónde viajaron en las vacaciones. Eliana más que nadie sabe de lo que hablo. —Uy sí, es horrible. Al principio, cuando no era muy amiga de ellos, tenía que soportarme todas esas humillaciones y que me vieran como un bicho raro, pero después no fui boba y cada vez que me decían algo, yo les respondía —dijo Eliana mientras se cruzaba de brazos. —¿Y ya no te molestan? —preguntó Laura. —Claro que no. Y si lo hacen tendrán problemas —respondió Eliana—. Creen que por tener dinero pueden pasar por encima de las personas y eso no es así. —Pero si tú ya pareces una niña de familia rica —replicó Laura. —¿Plata de dónde? Ni celular tengo —Eliana soltó una carcajada. —Ella es pura apariencia —se burló Elián. —Qué feo —soltó Eliana y después apretó los labios. —Anda —Laura dejó salir una carcajada—. ¿Y dónde estás viviendo? —En la casa de la esquina con mi abuela —contestó Eliana. —¿Y dónde vives tú Elián? —indagó Laura. —A la vuelta –respondió. —¡Ah… pero viven cerca!, me imagino que deben ser muy amigos —dijo Laura. —Pues… tenemos un gran historial de discusiones —se burló Elián. —¿Cómo así? —Laura quedó confundida. —Es que él se burlaba de mí —confesó Eliana. —Eso no es cierto y si por veces lo hacía era porque me daba rabia las cosas con las que Eliana salía —refutó el joven—. Oye, me golpeaba y todo, se burlaba de mí frente a todo el grupo y obviamente yo no me iba a dejar, ni pendejo que fuera. —Eliana, ¿por qué lo tratabas así? —Él intentó ahogarme en una piscina, tú sabes que yo no sé nadar y el bobo aquí presente, me tiró, así no más, y lo peor era que se reía mientras veía que me estaba ahogando —se defendió Eliana. —¿Quién comenzó? ¿No fuiste tú? —cuestionó Elián—, en tus locos arrebates me golpeaste en la cabeza y después, cuando te sacaron del agua me diste una cachetada, como si fuera poco, te burlaste de mí en el comedor frente a todos ¡ah! Y todavía falta, me diste la disculpa más hipócrita que puede haber después de semejante insulto. —¿Hablas de la de ahorita? —inquirió Eliana. —No… la de esa vez, yo escuché lo que hablabas con Eduar y Cristian, te ibas burlando. Por eso fue que no te disculpé ni nada —confesó Elián—. Pero bueno, eso ya es pasado ¿no? —Ay sí, no hablemos de eso —pidió Eliana un poco triste. Elián lo notó y le hizo sentir mal la mirada triste de Eliana. Se acercó a ella y la abrazó, después le dio un beso en la frente. Laura le pareció un hermoso gesto por parte del muchacho, notó que ellos hacían linda pareja y a simple vista se veía que Elián estaba atraído por la joven. Cristian y Eduar se acercaron, después lo hizo la empleada que traía una bandeja con vasos llenos de jugo de manco y el postre de tres leches. Los muchachos le ayudaron a repartir y degustaron del delicioso manjar mientras una refrescante brisa se paseaba por el patio. Hablaron de diversos temas y Cristian le hacía muchas preguntas a Laura, al final terminaron los dos conversando de todo un poco, por lo general era el muchacho quien hablaba sin parar. Sus amigos notaron aquel interés del joven por ella, era extraño, Cristian solía ser desinteresado al momento de conocer a alguien y eso los impresionó. —Le gustó Laura —dijo Eduar a Eliana. —Sí… se nota mucho —expresó la joven—. Ojalá no se entere Neyret. —¿Por qué? Si ella está con Sebastián —cuestionó su amigo. —Ah… —Eliana se acordó de aquella mentira— sí, pero sabes que ellos siguen teniendo su enredo. ¡Son tan tóxicos! —Me cansa que mis amigos sean así, ¿qué tanto es dejar ir a alguien? No están juntos, pero tampoco quieren verlo con otra persona —Eduar inclinó su mirada en el vaso de jugo—, ojalá nunca me pase algo así. —Pero si tú estás más solo que un hongo, ¿con quién vas a tener una relación tóxica? —se burló Elián quien escuchaba la conversación. Eliana se fue en risa al escuchar aquello y después lo hizo Elián. —No lo persiguen ni las hormigas —chistó Eliana. —Ahora sí quedé lindo, con dos amigos que se burlan de mi mal —renegó Eduar mientras se cruzaba de brazos. —Sabes que esos son puros cariñitos —Eliana lo abrazó y después le dio un beso en una mejilla. —¡Anda, ya me tengo que ir! —escucharon que dijo Laura. La muchacha se levantó del mueble mientras miraba la hora en su celular. Cristian siguió el acto de la joven. —¿Vives lejos? —le preguntó— te puedo llevar en mi carro. Elián, Eduar y Eliana se miraron las caras sorprendidos. “Pero éste va es con toda” pensó Elián. —Ah… No, qué vergüenza, vivo muy lejos —se negó Laura. —Tranquila, yo no tengo ningún problema, no haré nada ahora —insistió el joven. —Se supone que Cristian siempre le da flojera prestarse para esas cosas —masculló Eduar entre dientes. —Lo que hace el amor —susurró Eliana. —Será el despecho, como Laura es linda, —replicó Elián— seguramente quiere darle celos a Neyret. —¿Crees que sea por eso? —a Eliana no le gustó pensar que podrían jugar con su amiga—, Cristian no haría algo así, ¿o sí? Elián la observó fijamente mientras le decía con la mirada “claro que es capaz”. Eliana llevó una mano a su cabello y lo rascó por un segundo, después se levantó del mueble. —¿Puedo acompañarlos? —inquirió. Cristian y Laura rodaron la mirada a ella un poco extrañados. —Amiga, no es para tanto —dijo la joven inocentemente. —No… Tranquila, de todos modos, tengo que irme también —soltó Eliana con una sonrisa. —Pero si tú vives en la esquina —se extrañó Cristian. —Pero quiero seguir hablando con mi amiga, tenemos meses que no nos vemos —Eliana no sabía cómo hacer para que Cristian aceptara. —Ay, por favor, deja de ser paranoica —regañó Eduar. —¿Qué sucede? —inquirió Cristian. —Nada, es un desate de amiguitis —respondió Eduar de lo más normal. Eduar tomó a Eliana de un brazo y la jaló para que volviera a sentarse. Laura se acercó a su amiga y se despidió de ella con un beso en la mejilla, después estrechó las manos de Eduar y Elián. Cristian se fue junto a Laura de la casa conversando alegremente. Mientras, Eliana rodó la mirada a Eduar bastante enojada. —¡No voy a dejar que Cristian juegue con mi amiga! —soltó furiosa. —¡No te metas en sus asuntos!, tú no sabes si en realidad la quiere para pasar un despecho —regañó Eduar. —Dijiste bien, no sabes, tú tampoco conoces las intenciones de él. Laura es muy inocente; fácilmente puede enamorarse de Cristian —alegó Eliana—. Es mi mejor amiga y no permitiré que él juegue con ella. ¿Acaso tú dejarías que alguien hiciera eso conmigo? Eduar puso los ojos en blanco con mucho fastidio, esto enojó a la joven quien se levantó del mueble rápidamente, dejó salir un gruñido y empezó a caminar hacia la salida. —¡Eliana sí molesta! ¡Uy no! —se quejó Eduar. Elián decidió ir tras la muchacha, dejando a su primo en completa soledad. La alcanzó cuando iba por la sala con paso afanado. —Eliana, espera —pidió el joven. —¿Qué quieres? —gruñó ella. —¿También estás enojada conmigo? —inquirió intentando seguirle el paso. —No… Ay, claro que no, tengo rabia, eso es todo —explicó Eliana. Salieron de la vivienda y Eliana se dirigió rumbo hacia su casa, pero se dio cuenta que el joven no tenía intención de separarse de ella. “¿Ahora cómo me quito este pegoste de encima?” pensó Eliana. —Ya me voy para mi casa —informó ella. —¿Y qué vas a hacer? —inquirió Elián. “¿Es en serio que no quiere irse? ¡Qué chicle!” pensó Eliana. —No lo sé, no estoy de humor ahora —dijo la joven. —Yo no quiero quedarme con Eduar y en mi casa me aburriría mucho. ¿Qué te parece si hacemos algo juntos? —propuso el muchacho—, nosotros no nos conocemos casi y lo poco que hablábamos siempre fueron puras discusiones. Podríamos caminar un rato y ver qué hacemos, ya casi no damos clases, así que no nos tenemos que preocupar de nada. Eliana quedó extrañada por el comportamiento que estaba teniendo Elián hacia ella, era muy raro que le hablara tan cariñoso, sabía que él se comportaba así con algunas chicas como Camila y Sandrid, pero, nunca fue tan amable. Ella era alguien que no le gustaba un chico tan cariñoso, le parecía empalagoso y por eso le fastidiaba que Elián lo fuera. Comenzaba a pensar que, si él seguía en aquella tónica, su amistad no duraría mucho. —Elián, no, en serio, no estoy de ánimo —replicó la joven. —¡Ven, no seas así! —la tomó del brazo y comenzó a arrastrarla—. Primero vamos a mi casa y buscamos mi cartera. La noche estaba acercándose y en la larga calle se podía ver los últimos rayos de sol casi rojizos arropando el paisaje urbano. Eliana inclinó la mirada a sus manos estrechadas, su tacto podía sentir la suavidad y el calor de Elián, tragó en seco al sentirse extraña. Era la primera vez que caminaba tomada de la mano de un hombre, nunca pensó que el chico que se llevaría semejante atributo sería su antiguo archienemigo. Llegaron a la casa, era bastante grande, en la terraza se encontraban dos lujosos autos parqueados y custodiados por el gran portón n***o. Elián tocó el timbre y el ama de llaves abrió. —Elián… —susurró la joven— ¿aquí están tus papás? —No, tranquila, ellos llegan más tarde. ¿Eres penosa? —la miró por un momento con una sonrisa sostenida en su rostro. —Es que… he visto a tu papá y me da un poco de miedo —expresó Eliana con timidez. —¿Por qué siempre dicen lo mismo? Él es bien… tranquila. El muchacho la siguió llevando tomada de la mano mientras caminaban por la enorme sala principal, bajaron tres escalones que los llevaron a una segunda sala donde se encontraban unos muebles negros y un gran cuadro abstracto colgado en una pared blanca. Eliana escuchó una voz gruesa que se acercaba a ellos, pero no veían ninguna persona a la vista. —¡Tus papás sí están aquí! —soltó Eliana mientras su piel se erizaba. —Pero, no te van a decir nada, subimos por mi cartera y ya —dijo Elián. —No, no —inclinó la mirada a sus manos—. Me da mucha pena. Eliana se dio la vuelta para así poder dirigirse a la entrada de la vivienda. Pero Elián la arrastró hacia la derecha donde se encontraba un pasillo blanco, en las paredes había cuadros colgados con fotos de paisajes urbanos y al fondo encontraron una puerta francesa marrón oscura que Elián abrió y después de entrar cerró dejando su espalda recostada a ella. Eliana corrió sus ojos por todo el lugar, era una enorme biblioteca que le robó un suspiro “¡qué hermosa!” pensó la joven. —Es raro que mis papás estén aquí, seguramente saldrán a algún lado —dijo Elián. La jovencita empezó a caminar lentamente por la biblioteca llevando sus ojos por el lomo de los libros para así poder leer los títulos. —Mi mamá es escritora, además, mi papá es un amante empedernido de la lectura. Une esas dos cosas y obtendrás un lugar como este —explicó Elián. —Si yo tuviera algo como esto en mi casa, seguramente no tendría vida social —chistó la joven. —¿Te gusta leer? —Sí, pero lo he dejado. Aunque, cuando tenía doce años, cerca de mi casa se mudó una mujer que le encantaba leer y me prestaba todos los libros que tenía, pero después se mudó y para comprarlos… está como difícil —Eliana soltó una carcajada un tanto avergonzada. —Bueno, cuando gustes puedes venir a leer un poco, también te los puedes llevar si quieres —ofreció el joven detrás de ella. Eliana rodó la mirada a Elián con una expresión de impresión, se dio cuenta que sus rostros estaban muy cerca, así que tomó un poco de distancia. El ambiente se tornó un poco extraño y el corazón de la joven empezaba a acelerarse “¿esto qué es? ¿Por qué me siento así?” pensó mientras inclinaba la mirada. Elián no supo de dónde sacó fuerzas, pero por alguna razón pensó que debía dar un paso decisivo en aquel momento. Recordó una vez que conversó con su padre y él le dio un consejo “no dejes que la chica que te gusta te vea con ojos de amigo”. En aquel momento entendió de lo que hablaba su padre y deseaba que Eliana estuviera enterada sobre los sentimientos que comenzaban a invadirlo. El pensar que podría volverse a repetir la historia que tuvo con Sandrid hacía que un sentimiento de incomodidad lo atrapara. Prefería estar alejado de ella a tener que resignarse a ser un simple amigo. Ahora que sabía lo cómodo que podía ser estar con Eliana y conversar alegremente, deseaba dar el siguiente paso. —Eliana, no sé si este es el momento correcto para decirte esto —dijo Elián. —¿Decirme qué? —preguntó ella. —Desde hace meses me has gustado, pero me lo he tenido que callar porque sabía bien que me rechazarías —confesó el joven mientras daba un paso para estar más cerca de ella. Los ojos de Eliana se abrieron en gran manera y su piel se erizó de pies a cabeza, tragó en seco y pudo sentir los fuertes latidos de su corazón estremecer su pecho. —No te asustes, tuviste que haberte dado cuenta desde hace rato ¿no? —intentó llevar una mano al cabello de la joven, pero ella no dejó. —Elián… —trató de hablar la muchacha. —No, no, no, no me rechaces, por favor. Déjame terminar —pidió. —Es que, sabes que es imposible, no dañes las cosas, por favor —suplicó la joven. —Yo no quiero ser tu amigo —aclaró Elián. —Es lo único que podemos ser —recalcó Eliana—. Además, apenas hoy arreglamos las cosas. —Pero yo no quiero que comencemos simplemente siendo amigos, intentemos ser algo más y si no funciona, podemos dejar todo como antes —propuso Elián. —¡¿Ah?! —la joven se asustó. Eliana dio un paso hacia atrás y sintió su espalda chocar con una estantería. Elián se acercó a ella y acarició su cabello. La mirada penetrante del joven sedujo a Eliana, quien sintió sus piernas temblar. ¿Qué le estaba pasando? No lo entendía. —Sé que tú quieres —Elián desplegó una sonrisa traviesa—. Lo estás demostrando en este momento. —Elián… nosotros apenas hoy nos arreglamos, ¿cómo podemos volvernos novios así de un día para otro? —¿Eso qué tiene de malo? —cuestionó el joven. Él no le había propuesto un noviazgo, pero ya que ella lo ponía sobre la mesa, aprovecharía. Comenzaba a sentirse seguro del resultado que tendría, Eliana estaba considerando la idea y eso lo emocionaba. —Es que… —trató de oponerse Eliana. Elián no permitiría que ella se negara por miedo cuando había comenzado a considerar la idea. Entendía que era apresurado e inesperado, pero, los mejores planes son los que no se veían venir ¿no? Se acercó a ella con rapidez y le robó un beso, al principio Eliana por la impresión intentó apartarse, pero después dejó besarse. A la chica le había gustado, era una sensación agradable, llena de pasión, una explosión de adrenalina que poco a poco bajó la intensidad volviendo el momento tranquilo y amoroso. Elián rodeó la cintura de la joven con sus brazos y después que se terminó el beso se abrazaron. Eliana no podía procesar lo que acababa de pasar, solo estaba ahí, siendo abrazada por el que ahora era su novio.     Cristian detuvo el auto frente a la casa de Laura y rodó la mirada a la muchacha con una sonrisa desplegada. —Por lo menos dame tu número ¿sí? —pidió. Laura soltó una risita llena de inocencia mientras llevaba un mechón de cabello detrás de su oreja izquierda. —¿Haces esto con todas las chicas que apenas conoces? —le preguntó. —No, y te estoy hablando en serio —aclaró Cristian—. Solamente con las que me gustan y créeme cuando te digo, señorita, es muy difícil que eso pase.   —¿Cómo puedo creer en ti? Si apenas llevo unas horas de conocerte. —Pero podríamos conocernos más si me regalas tu número —insistió el joven. Laura se ruborizó e inclinó la mirada, Cristian llevó una mano a la barbilla de la muchacha e hizo que alzara su rostro con suavidad. —¿Qué te parece si mañana cuando salgas de clases te voy a recoger? Podemos conocernos más y así verás que no soy un mentiroso mujeriego —volvió su sonrisa retorcida mientras su mirada se tornaba seductora. —No… Tengo que trabajar —Laura hizo que Cristian quitara su mano de su barbilla. Cristian bajó el brazo mientras mordía su labio inferior, ¿cómo podía hacer que Laura le diera algo de espacio en su vida? No quería perder aquella oportunidad. —¿Pasado mañana? —preguntó. —Cristian, trabajo toda la semana con mi madre y hermanas en el restaurante, no tengo tiempo para nada más —explicó Laura. —Eso quiere decir que el fin de semana estarás libre —soltó Cristian comenzándose a animar. —No… El fin de semana tengo que adelantar trabajos del colegio y mi mamá no me deja salir —se excusó la joven. —Yo te puedo ayudar con los trabajos, vengo y lo hacemos juntos, después nos vamos a donde tú quieras, a comer o a cine, lo que desees. Le puedo pedir permiso a tu mamá y hasta le doy mi número para que te llame —dijo Cristian—. Hasta podemos seducirla diciéndole a ella y a tus hermanas que les traeremos pizza a todas. Laura soltó una risa de vergüenza mientras llevaba una mano a su boca, él no se iba a dar por vencido. —Ay no, lo que sucede es que tienes novio, ¿verdad? —Cristian volvió su rostro serio—, por eso no quieres aceptar. Soy un idiota, debí preguntarte antes. —No tengo novio —respondió Laura. —Bueno, entonces vengo por ti el sábado para que salgamos —soltó Cristian como si ella le hubiera dado el sí—. Necesito tu número para que así podamos acordar la hora. —Cristian… —Laura, no seas terca, te vas a divertir —regañó Cristian sonriente—. No seas boba, te están dando una salida con pasajes incluidos y pizza para tus hermanas y tu mamá. ¿Cómo puedes perder semejante lotería? —¡No soy interesada! —replicó la chica. —No, eres tonta. Quieres dejar perder una salida con un chico guapo al lugar que desees con gastos incluidos y una deliciosa cena de pizza para tu familia. Se miraron fijamente y después soltaron la carcajada. Laura llevó una mano a su nuca mientras pensaba en si debía darle el número de celular a Cristian. Decidió dejar de ser tan molestosa y confiar un poco más en él. Le dio el número a Cristian quien entusiasmado lo escribió en su celular rápidamente y después lo leyó para así asegurarse que fuera el correcto. Miró por un momento a la chica un tanto dudoso. —¿Qué sucede? —le preguntó Laura. —Te voy a llamar para ver si en realidad es el tuyo —dijo Cristian. Laura soltó una risita al darse cuenta que Cristian también era alguien desconfiado. En aquel momento se escuchó en el auto el sonido de un celular al recibir una llamada, Laura sacó de su bolso el celular y le mostró la pantalla a Cristian para que se diera cuenta que decía la verdad. Cristian colgó la llamada y desplegó una sonrisa. —Bueno, ya tienes mi número —le dijo a la joven. —Bien —Laura acentuó con la cabeza. Cristian acercó su rostro a una mejilla de la muchacha y le plantó un beso muy tierno, después se quedaron viendo fijamente. —Que tengas una buena noche —se despidió Cristian. —Igual —soltó Laura mientras la sangre subía a su rostro. Laura bajó del auto y al cerrar la puerta del copiloto se despidió de Cristian moviendo a los lados su mano derecha. El joven también repitió el gesto para después irse, mientras, Laura veía el carro marcharse. La muchacha sintió su corazón estremecerse, su mente no podía sacar aquel último gesto de Cristian que la dejó flechada. Nadie se había comportado de esa manera con ella y mucho menos demostrar aquel interés que Cristian tuvo todo el tiempo que estuvieron juntos. Laura entró a su casa. Era una vivienda modesta, pequeña, con una terraza que la custodiaba una reja de color n***o. Ella abrió y caminó por la entrada de la vivienda, encontró a una joven dos años mayor que ella cruzada de brazos (una de sus hermanas mayores), alta, blanca y con cabello rubio, era todo lo contrario a Laura. —¿Por qué venías en ese carro? —le preguntó. —Es un amigo, bueno, amigo de Eliana —respondió. —¿Amigo de Eliana? —Sí, me encontré con ella hoy y me quedé hablando con sus amigos —explicó Laura. —¿Y es que Eliana se ganó la lotería? —le preguntó— porque quien iba manejando semejante carro, se le nota que está nadando en dinero —alegó mientras se cruzaba de brazos—. ¿O está metida en negocios raros? —No… Ningún negocio raro. Eliana se fue a vivir con su abuela, también su mamá y hermano se fueron con ella. —Comenzó a contar Laura— la señora María se separó de su esposo, por lo que me contó Eliana, tuvieron un problemón y su abuela les pidió vivir con ella. —¿Y eso qué tiene que ver con que te traigan a ti en un carro tan lujoso como ese? —indagó la muchacha. —Que la abuela de Eliana tiene una casa en una zona alta, y al vivir con ella, se consiguió amigos ricos. Además, Eliana está estudiando en un colegio cerca de allí, ese, el liceo que es para niños pupis —Laura entro a la casa seguida por su hermana—. Imagínate que la señora María trabaja en uno de los restaurantes Big como cocinera, y Oscar, el hermano mayor de Eliana, volvió a estudiar y se gradúa este año, entre su abuela y su mamá le van a pagar la carrera de ingienería en una universidad privada. Esa familia se ganó la lotería. —¿Es que su abuela tiene plata? —inquirió su hermana sorprendida. —No es rica, pero tiene sus ahorros, ella era periodista y su esposo era administrador de una empresa grande, no me acuerdo del nombre, pero al morir dejó una cuenta bancaria con plata para sus dos nietos, ahora que solucionaron los problemas que tenían, esa plata la están cogiendo para pagarles los estudios a Eliana y su hermano. Una señora bajita, gordita y de cabello n***o salió a la vista caminando hacia Laura mientras se secaba las manos con la camisa amarilla vieja que llevaba puesta. —¿Por qué llegas a esta hora? —le preguntó—, ¿no compraste nada? ¡¿Dónde andabas metida?! —¡Amá! —soltó la hermana mayor de Laura emocionada—, ¡Laura se bajó de semejante carro! Es ese que a ti te gusta, el que tiene un nombre parecido a flor, ¿cómo era? —Ah… el Ford Explorer —la señora desplegó una sonrisa, después procesó lo que acababa de decir su hija y la cortó por completo— ¿cómo así? ¡¿Dónde estabas metida? —Me encontré con Eliana y me quedé hablando con ella y sus amigos —respondió Laura. —¿Amigos narcos? ¡Cuidado Laura! —regañó la señora. —No… Imagínate que Eliana ahora es de estrato cinco o más —contó la hermana mayor de Laura. —¿De qué estás hablando? —inquirió la mujer con el ceño fruncido. —Es que Eliana ahora vive con su abuela, pero no son ricas, solamente que la anciana vive cómodamente, la señora María trabaja y parece que le está yendo bien. —Explicó Laura— lo que pasa es que los amigos de Eliana sí tienen dinero, porque ella está estudiando en colegio de rico. Uno de sus amigos se ofreció a traerme, nada más. —¿Y María no estaba viviendo en el veinte de octubre con el señor Roberto? ¿Qué pasó? —indagó su mamá. —Se separaron, por lo que me alcanzó a contar Eliana su mamá y su papá tuvieron una pelea horrible y se fueron a vivir con su abuela —contó Laura—. ¡Pero si vieras lo linda que está, parece una mismísima niña de plata! Yo ni alcancé a reconocerla. —Dile que venga a visitar, quiero verla —pidió su hermana. En aquel momento la reja de la casa se abrió y entró una joven como de unos veinticinco años con un niño de cuatro años tomado de la mano. La muchacha también era blanca, cabello castaño oscuro y al parecer medía un metro con sesenta centímetros, esa era la hermana mayor de Laura. —Oye, Laura, ¿dónde andabas metida? —entró regañando a su hermana menor. —¡Imagínate que se bajó de tremendo carro!, ya estaba creyendo que se había vuelto prepago —contó su hermana con un tono burlón—. Ya le iba a meter su regañón. —¿Cómo así? —inquirió la joven. —Ay no, ya dejen de hablar del tema —pidió Laura. —¿Cómo era el carro? —preguntó la madre de la joven. —Era así, blanco, grande, eso emanaba una imponencia… —relató la chica rubia—, intenté mirar al que lo manejaba, pero me daba pena salir, yo aquí con mis fachas todas pobres y seguramente el amigo de Laura tenía que ser un papasote ricachón. —¿Y tú te fuiste así vestida? —preguntó su hermana mayor a Laura. —Pues sí, yo iba era a hacer una diligencia —respondió Laura. —¡Qué va…! —soltó la chica rubia— si Laura no levanta ni el polvo, ¿crees que un niño rico se va a fijar en ella? —Mija, mucho cuidado con ir a enredarse con un rico de esos, ellos solo ven a las chicas pobres para acostarse con ellas y más nada —aconsejó la madre de Laura—. El que Eliana ahora pertenezca a ese mundo no quiere decir que vas a estar detrás de ella como un perrito faldero.     Camila estaba revisando su celular antes de irse a dormir como de costumbre cuando recibió una llamada del número del hermano de Eliana. —Eliana, ¿y eso que me estás llamando? –contestó la joven. Sabía que era su amiga. —Ay, amiga, necesitaba contarle a alguien esto —dijo Eliana, se escuchaba bastante enérgica. —Es que, hoy me pasó algo que no lo veía venir, fue tan rápido… —contó la joven. —Cuenta, ¿qué pasó? —Tengo novio y a que no te imaginas quién es —informó Eliana. —¿Eduar? —¿Qué? ¡No…! –soltó Eliana como si fuera algo muy absurdo. —Si no es él, ¿quién es? No se me ocurre nadie. —Elián —respondió. —¿En serio? —inquirió Camila con voz aburrida. —Hablo en serio Camila —aclaró la joven. —No me digas. —Ay, Camila, ¿para qué yo te diría algo así? Hubo un silencio en la línea, después Camila soltó un grito. —¡Ira! —soltó— ¿estás hablando en serio? —¡Que sí, somos novios! —respondió Eliana. —Espera, ¿cómo así? ¿Cuándo? —Camila soltó una risita de emoción— anda… tanto pelear para terminar de novios. —Fue algo muy repentino, yo llegué a su casa, entramos a la biblioteca y él se me confesó, empezamos a hablar sobre el tema y terminamos besándonos. Ahora… soy su novia y no sé ni por qué lo hice. —Porque detrás de todas esas discusiones a ti te gustaba, así de fácil —explicó Camila emocionada.    
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