Capítulo IV
Un delicioso aroma a sales marinas y comidas ambulantes penetró en los pulmones de ambas mujeres mientras caminaban por las vastas playas brasileñas.
Corina llevaba una diminuta bikini verde manzana con lunares negros y sobre ella un corto tejido calado en forma de solero tan multicolor como sus sandalias. Grandes gafas oscuras y una capelina al crochet que combinaba perfectamente con el resto de su atuendo.
Delia, por otro lado, llevaba también una bikini, aunque no tan diminuta como la de su amiga, color fucsia y adornada con finas rayas verticales negras.
Rodeaba su cintura un amplio pañuelo con estampados hindúes cuyo borde se destacaba en un frondoso fleco hecho de la misma tela. Sus sandalias del mismo estilo de la pañoleta dejaban al d*********o unos pies muy bien cuidados. Llevaba también unas hermosas gafas negras y una capelina de la misma tela que su pañuelo.
Como pensaban pasar el día entero en la playa se aseguraron de llevar una cesta con algo de frutas y refrescos que habían comprado rumbo al destino fijado, pero al arribar en aquellas blancas arenas, divisaron una gran cantidad de Camelós (vendedores ambulantes) que ofrecían a toda voz su mercancía.
Algunos tenían para ofrecer agua de coco (se trata de un coco verde al que se le hace una pequeña perforación y se introduce un sorbete para beber el agua de su interior).
Otros gritaban -¡Milho cozido en la mazorca!-en forma repetitiva para llamar la atención del público playero empujando un carro en forma de cubo muy colorido, desde donde, en la parte superior asomaba una gran olla tapada que seguramente contenía su producto a comercializar. En esta ocasión hacían referencia a una mazorca de maíz o choclo hervido y pinchado en un palillo al que sazonaban con aderezos de la preferencia del consumidor.
Dos grandes ruedas y una especie de lona que hacía de toldo para resguardar al vendedor de los rayos del sol, permitía a éste desplazarse por la arena.
Pero al pasar frente a un pequeño puesto adornado con lonas amarillas, en el que un muchacho de amplia sonrisa les ofreció un palillo largo donde estaban insertados varios camarones no pudieron resistir La tentación. Los “pinchitos de camarón” eran deliciosos así que los llevaron envueltos dentro de la cesta para luego degustar en el almuerzo.
Extendieron sus mantas playeras sobre la cálida arena y se recostaron sobre ellas, frente al imponente mar, que en aquellos momentos no solo se hallaba en absoluta calma, sino también de un color azul casi igual al del cielo.
Ambas permitieron que el sol las bañara durante un buen rato. Luego, cuando se sintieron lo bastante acaloradas, ingresaron en las saladas aguas donde se refrescaron al instante.
Delia recogió una caracola vacía de hermosos colores y la guardó en la cesta donde estaban las provisiones, planeando llevarla como recuerdo de aquel hermoso viaje.
Ya cerca del mediodía la costa estaba bastante poblada, no habían aglomeraciones de personas, mas bien bastantes familias con varios niños, que seguramente se irían de regreso pronto, pues el tiempo de vacaciones finaliza y aquellos pequeños a los que ahora se los veía hacer castillitos de arena, deberían volver a clases en un nuevo año escolar y donde seguramente relataran a sus compañeros, todo lo que estaban haciendo en este preciso momento del aquí y el ahora con lujo de detalles.
Corina los miró pensando en todas estas cosas y a la vez añorando el d***o de haber podido ser madre. Este sentimiento venía a menudo a ella, dejándole un sabor amargo en el alma.
Perdida en aquellos pensamientos, fue incapaz de escuchar a su amiga cuando comenzó a hablar con dos guapos hombres que se habían acercado a ellas para conversar un poco.
-¡Ay Dios mío! - pensó Delia al verlos caminar hacia ellas vestidos con short que dejaba al d*********o pieles bronceadas y figuras bien torneadas-¡qué guapos vienen ahí!
En aquel momento suspiró agradecida por llevar puestos los grandes lentes negros que cubrían sus expresiones.
En caso contrario habría quedado en evidencia el enorme d***o que le provocaron aquellos brazos musculosos y esos pectorales tan seductores que fueron capaces de hacerle sentir enormes ansias de abalanzarse sobre ellos para que la tomaran apasionadamente.
-¡Dios mío, Delia compórtate!, ¿qué te sucede?-(se repitió en su mente)
-Hola, ¿cómo están señoritas?, mi nombre es Sergio Escudero.
Y colocando su palma en el hombro de su amigo prosiguió - él es mi amigo Gustavo Andrada- ¿con quiénes tenemos el placer de conversar?...
-Ohh-, dijo Delia, algo torpe, - Soy Delia y ella es mi amiga Corina-
Al oír su nombre Corina se volteó rápidamente, pues su letargo había finalizado quedando su mirada clavada como un dardo en los ojos de Gustavo. A él le sucedió lo mismo.
Jamás se habían visto antes, pero ambos sintieron en aquel instante, conocerse de toda la vida.
Esta sensación la compartieron en silencio y quedaron muy confundidos. Corina fue la primera que se avergonzó y descendió lentamente su mirada hasta la mano que él le estrechaba en señal de saludo. Ella le correspondió.
Delia y Sergio enseguida supieron que se enamorarían locamente, aunque era demasiado pronto para admitirlo, lo sintieron fuertemente apenas se acercaron. En un primer momento, no tardaron en dar rienda suelta a un sinfín de conversaciones ricas en diferentes temas que no fue más que el primer paso para conocerse y el camino que luego los llevaría al desenlace presentido en su primer cruce de miradas.
Las horas pasaron y la tarde se hizo presente en un abrir y cerrar de ojos.
Pronto oscurecerá y la playa, poco a poco comenzó a quedar desierta. Los vendedores de comida ya no estaban, luego de quedarse sin mercaderías y ahora solo se oía el ruido de las olas que se agitaban suavemente hasta la rivera.
Ambas parejas intercambiaron números de móvil y regresaron a descansar quedando en encontrarse al siguiente día.
Cuando las chicas llegaron a Melhor hotel subieron lentamente a causa del cansancio, aquellas anchas escalinatas que finalizaban en la puerta principal.
En verdad los días de playa eran agotadores para ellas, que solo estaban habituadas a vidas más tranquilas dentro de sus despachos. Pero aún así, se sentían felices, pues este ritmo de agotadora gimnasia les hacía sentirse vivas.
Sin embargo, unos peldaños antes de llegar a la entrada del enorme hotel, se sentaron para tomar un poco de aliento y observar de cerca aquella espléndida noche estrellada.
La avenida estaba repleta de turistas, en un vaivén infinito del que las chicas solo fueron espectadoras.
.¿Cómo te sientes?- preguntó Delia mientras mordisqueaba un trozo de camarón que había extraído de la cesta.
-Algo extraña- respondió Corina, al tiempo que sonreía al ver que un trozo del bocado de su amiga cayó rodando por la escalera.
-Oh... que torpe- río Delia mientras colocaba la mano sobre su boca.
Ambas se largaron a reír como niñas.
-Todavía tengo un remolino de pensamientos, recuerdos y miedos que no me permiten disfrutar plenamente de estos momentos. Hoy, al ver a Gustavo sentí la extraña sensación de conocerlo de toda una vida y eso me desestabilizó un poco. ¡Me atemorizó!. ¡Qué cosa tan ridícula, si estoy segura de no haberlo visto jamás...!
-Estas cosas suelen suceder- dijo Delia mientras masticaba y rodaba los ojos hacia atrás. Pero aún tienes que cerrar la etapa de tu pasado para iniciar otro camino. Es lógico que sientas eso amiga mía. El tiempo y tus decisiones serán los que colocarán cada cosa en el sitio correcto. Debes respetarlos y ser paciente, no fuerces nada, pues solo te traerá cargas innecesarias y difíciles.
-Lo sé- dijo Corina, dejando su mirada perdida en la acera del frente. Viendo sin ver a toda esa m******d que reía feliz mientras caminaban saboreando helados y comprando recuerdos.
-Bien- dijo Delia levantándose. – vayamos a descansar. Mañana nos espera un día agitado. Sergio acaba de enviarme un w******p para saber si estamos dispuestas a que pasen por nosotras mañana a recorrer la ciudad. ¿Qué dices?
- Ohh, con lo agotada que me encuentro en estos momentos, respondería que no, pero seguramente mañana estaré arrepentida... ¡acepta.!
Subieron riendo hasta el interior del hotel y el ascensor las llevó muy rápido hasta el segundo piso donde sus limpias y ordenadas habitaciones las esperaban.
-Que descanses Delia- dijo Corina al mismo tiempo que abría la puerta de la suya.
-Lo mismo tú amiga- respondió Delia imitando la acción de su amiga.
Una vez dentro, ambas volvieron a tomar un baño de espumas. ¡Eran adorablemente relajantes!.
Media hora más tarde, Corina, envuelta en su bata estampada, se dispuso a secar su cabello frente al tocador del dormitorio hasta que estuvo completamente oreado, luego de hidratar su piel asoleada, se colocó la ligera ropa que utilizaba como pijamas; que consistía en un pantalón muy corto de satén y el top de la misma tela. Luego se deslizó entre las sábanas de seda quedando dormida casi de forma inmediata.
Delia, en su cuarto, repitió los mismos pasos que Corina como si estuviera viéndola y quisiera imitarla.